Volví mi vista con cuidado, esperando encontrar cualquier cosa, excepto el increíble espectáculo de luces que tenía frente a mí. Miles de pequeños puntos de colores danzaban suavemente en la noche, convirtiendo el oscuro y denso paisaje en uno lleno de estrellas y vida. Amarillo, azul, verde, rojo, violeta e incluso dorado pululaban como luciérnagas, que iban y venían sin parar, creando imágenes y símbolos de criaturas, animales y plantas por doquier.
Todo era maravilloso, sin embargo, fue la pequeña niña surcando los cielos, y llenándolo de risas y alegría, lo que más me impactó. Corría por ínfimos pasillos que se iban construyendo a su paso y, de un momento a otro, se giró, dejando a la vista unos grandes ojos avellana. El verde, miel y café, se mezclaban en sus grandes esferas de luz y, entonces, todo se apagó.
—¡¿Qué fue eso?! —grité, como acto reflejo, al ver como uno tras otro nuevas luces explotaron al unísono, dejando mensajes a su paso.
«¡Abajo Lordania!»
«¡Larga vida a Ilora de Normandia!»
«¡Ilora ha vuelto!»
«¡Faedra de Normandia, tu nombre sigue haciendo historia!»
«Que en paz descanse, reina Alina»
«La luz iluminará tu camino»
«Rosellia, cásate conmigo»
Y así, leí varios de los miles de mensajes luminosos. No pude evitar reír por la ocurrencia de algunos y suspirar por la crudeza y la viva esperanza en otros.
—Les llaman líridas e iluminan el cielo hace 18 años, desde que desapareciste —explicó Castiel, en su celda—. Durante los primeros años solo el reino de hechiceros celebró el día, sin embargo, no fue hasta que el rey Evans hizo colgar a una docena de súbditos, por según él promover la rebelión, que la totalidad de Umbrarum se unió al hecho, no solo suplicando tu regreso y reprochando la actitud de Lordania, si no también compartiendo al cielo sus suplicas.
—¿Entonces se supone que cumplo hoy? —cuestioné, alejando mi vista de la pequeña ventana y llevando mi atención a Haliee, que ahora permanecía sentada observando el cielo, sosteniendo una de las manos de un durmiente Piwi—. No lo sabía —susurré, tratando en vano de que mi voz no se quebrara al reconocerlo—. He celebrado, junto a Kim y Yamato, además de algunos amigos, el día en que fui adoptada. No había registro de mi nacimiento, fueron unos exámenes médicos los que determinaron mi edad.
Nadie, a excepción de Alhaster, se atrevió a pronunciar palabra alguna, solo que su explicación distaba de ser lo que yo deseaba escuchar—: Tenían que hacerlo, Ilora, de otra forma te habrían descubierto.
Asentí, atrapando un poco mis labios con los dientes. Era difícil asimilar que cualquiera en Umbrarum sabía más de mí que yo misma.
«Mis pies se balanceaban de un lado a otro, sin tocar el suelo. Mis uñas se habían roto y mis dedos intentaban, en vano, rasgar la gruesa madera de la que fuera mi silla de castigo. Mi cabeza se ocultaba tras la larga cortina negra que hacía mi cabello y mis ojos, aquellos que hacía unas horas eran felices, permanecían anegados de lágrimas.
—¡¿Qué pasó con mi hija?! —escuché la fuerte voz de mi padre, a la vez que la puerta de mi aula se golpeaba con estruendo en la pared.
—Calma, Haru —pidió la sosegada voz de mi madre y entonces los murmullos de la maestra y mis padres llenaron la estancia.
Los tres adultos trataban de discutir lejos de mí, pero era como si, con los segundos, mi comprensión mejorara. O quizá, solo la voz de ellos aumentara.
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CDU 3 - La elección de Cassiodora [BORRADOR COMPLETO]
FantasyCuando todo lo que amas amenaza con destruirse, ninguna elección debería ser juzgada. Con la partida de dos miembros de su grupo, ciñéndose sobre todos, Ilora tendrá que continuar su viaje. Sin embargo, recibirá una invitación a la que no podrán dec...