Gritos nos distrajeron de lo que podría ser el único momento en que Heria estaba dispuesta a colaborarme. No sonaron comunes y probablemente eran la razón real tras el movimiento de masas que había percibido antes en la plaza, y no mi verdadera identidad descubierta por la mujer ogro.
—¡Ayuda! —Se escuchó esta vez con más claridad.
Heria me miró como si —tal como yo— no comprendiera lo que sucedía, mas no alcanzamos a intercambiar palabras, pues Lennark, el chico al que había pedido cuidara su tienda, llegó hasta nosotras y la instó a irse junto a él.
Hubo duda en los ojos de la mujer, sin embargo, me abandonó aceptando la petición del muchacho, que no me dirigió una sola mirada antes de arrastrarla en medio de la masa de personas empujando para salir del mercadillo.
El llanto de desesperación por parte de unos niños me alarmó lo suficiente como para que no hiciera nada para impedir la huida de Heria, pero no tanto como para que eligiera irme sin verificar lo que sucedía.
—Por favor, que alguien nos ayude.
Navegando en medio del mar de gente, pude dar con una mujer que sostenía en sus brazos a un pequeño niño. Ambos vestían harapos que con el más mínimo jalón podrían romperse y a sus pies había restos de vomito amarillento.
No pude identificar a las criaturas, pero a simple vista era notorio que ambos estaban lejos de saludables. Mientras que el niño estaba letárgico, pálido y con los labios resecos, además de sumamente delgado; ella tenía piel sucia y llena de cicatrices y cortes superficiales, probablemente por trabajo duro. Ambos tenían la piel tostada.
Por la actitud del pueblo, pensé que sería algo más grave que un niño enfermo, sostenido por quién concluía era su madre.
—Puedo ayudar, dígame que ha ocurrido —expliqué, notando como en las piernas del niño descendía un líquido blanquecino, como agua de arroz, que desprendía un penetrante olor a pescado—. Por favor, dígame algo —insistí, agachándome para estar a su nivel y obteniendo por fin su atención—, ¿su niño ha tenido constantes dolores abdominales y también mucha sed?
—¿Cómo lo sabe? —cuestionó asombrada y atrayendo más al niño contra sí.
—¿Cuántas veces en las últimas horas ha estado presentado diarrea acuosa? —continué, pero esta vez casi supliqué por una respuesta.
La mujer me observó con terror, y aquello, además de comprobar que las manos del niño estaban arrugadas, quizá a causa de la notable deshidratación que su piel reflejaba, fue más que la respuesta que necesitaba. Los libros de medicina detallan claramente que la enfermedad se da por ingerir alimentos y tomar agua contaminada por heces... Y de verdad deseé no estar en lo correcto con mi siguiente afirmación.
—Es cólera... tanto el niño como el pueblo está en grave peligro —dije con voz trémula.
En la Tierra, el cólera estaba erradicado, sin embargo, en el registro histórico se podía apreciar cuan temible era. Pandemias de cólera arrasaban con los países siglo tras siglo, cobrando miles de vidas humanas; si quería salvar a este pueblo de sufrir una epidemia que pudiese afectar todo Umbrarum, debía actuar de inmediato, sin alarmarlos más de lo que ya estaban.
—Debemos actuar rápido —murmuré al levantarme y observar como algunas criaturas nos observaban con preocupación.
El terror en sus ojos me indicaba que esta no era la primera vez que observaban a alguien padecer de esto y eso no hacía más que confirmar mis teorías; Esselka estaba en grave peligro.
—¿Cólera?
Entre la multitud, Cainán, el jefe de Esselka, se abrió paso hasta llegar a nosotros. Se veía aterrador con toda la indumentaria que acostumbraba y la capucha completamente en su lugar. No parecía preocupado y, por la forma en que retrocedieron los que nos rodeaban, concluí que aquella era una actitud común.
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CDU 3 - La elección de Cassiodora [BORRADOR COMPLETO]
FantasíaCuando todo lo que amas amenaza con destruirse, ninguna elección debería ser juzgada. Con la partida de dos miembros de su grupo, ciñéndose sobre todos, Ilora tendrá que continuar su viaje. Sin embargo, recibirá una invitación a la que no podrán dec...