2. Capítulo 17: Un desafortunado lugar (1ª Parte)

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Siempre hemos escuchado que al cese de la tormenta sale el sol, pero la verdad tras de todo es que la luz no hace más que iluminar el desastre que ha sido dejado.

*


Sin poder articular palabra alguna, los ruidos de cascos de caballos sobre húmeda tierra me alertaron. Levanté el rosto y observé con sorpresa que el paisaje que nos rodeaba era todo menos que agradable y que una carreta de madera, tirada por dos corceles —a los que se podía apreciar los huesos— se detenía a pocos pasos de nosotros.

Mi percepción inicial cambió de manera brusca y esa vez no me pasó desapercibido que el campo que al principio vi lleno de hojas otoñales, no era más que el resultado de una treta, pues a nuestro alrededor solo había tierra, lodo y árboles cubiertos por musgo a causa de la humedad.

Senderos enlodados conducían a casas hechas de barro con tejados de madera y paja, donde aves ruidosas sobrevolaban, y graneros de madera con animales con alto grado de desnutrición eran custodiados por algún par de granjeros que araban la húmeda tierra.

No tenía idea de qué lugar era aquél, pero no tuve duda de que, una vez más, estábamos en un pueblo desafortunado.

—¿Reconocen este lugar? —cuestioné, tomando a Kira en mis brazos no queriendo que terminara por convertirse en una bola de suciedad, tal como ya estábamos Haliee y yo, pues lo que sea que hubiéramos visto inicialmente no era ni por asomo por un jardín de suave pasto.

—Asqueroso suelo enlodado, animales en muy malas condiciones, estructuras de tierra y repugnante olor —describió Castiel con reproche, terminando de salir de nuestra anterior prisión bajo tierra y observando con recelo a nuestro misterioso y encapuchado acompañante—. Estamos en Esselka.

—No puedo creer que cayera en un truco tan viejo —murmuró Haliee, levantándose con dificultad sobre sus dos pies y recogiendo su pesado cabello, ahora lleno de lodo—. Y tan solo podrías haber dicho que era un pueblo para refugiados, Castiel, no creo que al señor o señora aquí presente le agrade tu manera de llamarlos —escupió la hechicera, cerrando los ojos y tomando una gruesa bocanada de aire—. Y lo cierto es que no creo tener fuerzas para luchar.

Me preocupó ver a Haliee en tan mal estado, sin embargo, no pude hacer nada para ayudarle, pues varios hombres y mujeres empezaron a rodearnos, mientras observé con desaliento que había dejado los bolsos un poco lejos de mí y que Castiel sostenía su mano maltratada, a la vez que su cabeza iba y venía alrededor de quiénes nos rodeaban.

Estábamos en seria desventaja.

—¿Quiénes son ustedes? —Cuestionó una voz masculina, proveniente del primer encapuchado que nos acompañó y aunque el resto de rostros no permanecían ocultos, había una especie de bruma alrededor de ellos que me imposibilitaba describirlos al detalle—. ¿Qué es lo que están buscando en este lugar? —insistió, al tiempo que una mujer de gran tamaño, probablemente ogro, arrastraba la trampilla que protegía el laberinto de los Puros.

No necesité que me solicitaran permiso para retirarme de su camino y me acerqué a mi amiga hechicera, rodeando su cintura con mi brazo libre, empezando a sentir como la otra se dormía a causa del peso de mi leona.

La mujer ogro, lo que confirmé una vez estuvo lo bastante cerca, selló con fuerza el lugar por el que salimos y, junto a ella, un par de elfos, bastante demacrados, cubrieron con vegetación la dura piedra, haciendo que la misma se perdiera bajo nuestra atenta mirada.

Había una extraña aura de misterio sobre esos seres, pero por su actitud alrededor de lo que significaban los Puros pude concluir que ellos no eran parte de ellos. Nadie que lo fuera habría ocultado con tanto terror y ahínco la única y verdadera prueba de la existencia, pasada o presente, de criaturas tan temibles.

CDU 3 - La elección de Cassiodora [BORRADOR COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora