La incesante luz de la estancia en que nos encontrábamos comenzaba a provocar un naciente dolor en mis ojos. Al principio, apenas lograba enfocar la vista durante pocos segundos, y fue luego de un par de minutos en los que pude visualizar correctamente la gigantesca habitación pintada de un blanco pulcro, y con altísimas paredes grabadas al estilo barroco.
Todo era impresionante, tan magnifico que se tornaba aterrador. La luz del sol ingresaba por una inmensa ventana a nuestra izquierda, que ocupaba casi la totalidad de la pared. Los grabados parecían representar flores de distintos tipos, y en la pared contraria a la ventana, un inmenso tapiz con un sol tejido en el centro se mostraba impecable.
Frente a mí, cuatro tronos tan fastuosos como el resto de la sala se alzaban sobre una tarima sin escalones. El primero estaba finamente decorado con diseños florales amarillos pintados sobre mármol. El siguiente tenía diseños de flores entre tonalidades moradas y violáceas. El tercero, mostraba diseños florales blancos sobre una superficie más oscura que los demás. Finalmente, el último era el más discordante, distinto a los demás, sus diseños florales estaban pintados en un rosa sumamente chillón.
Rápidamente reconocí el significado de estos: Cuatro tronos, cuatro flores. Amarillo por Ambrosía, violeta por Silene, blanco por Iris, y rosa por Dalia. No tenía que preguntar dónde estaba, ya lo sabía.
Me apresuré a dirigir la mirada hacia los cuatro pares de ojos que nos observaban desde arriba, mostrándonos sin palabras lo superiores que eran. Tal como indicaban mis deducciones, había sido escoltada a la parte superior de la corte de las flores, al gran salón en el que imaginaba los criminales como nosotros no tendríamos las puertas abiertas. El atisbo de alivio que sentí al darme cuenta que estábamos fuera de la mazmorra, ahora había desaparecido por completo. La presencia de las superiores nunca sería un buen augurio, al menos no para mí. En el último tiempo, tanto ellas como Cassiodora, habían destruido nuestro grupo y convertido nuestras vidas en un infierno.
El sonido de una respiración agónica atrajo mi atención, y rápidamente desvié la mirada hacia el lugar de donde provenía. La figura de un moreteado y agonizante Eliden me sacó de mis casillas. No bastaba estar encerrados en una mazmorra por más de un mes, con ver morir a Piwi y a Brennan siendo apartado de nosotros. No, a seres tan despiadados como las hadas, no les bastaba, también tenían que dejar destruido al único de su raza que nos había ayudado.
Alyos había tenido toda la razón, las hadas no eran de fiar, ellas se habían empeñado en destruir todo lo que apreciaba.
Mi respiración se agitó en un intento por controlar mi cólera y, mientras apretaba firmemente mis puños, me enderecé, sentándome sobre aquel frío y ostentoso suelo, observando fijamente a las responsables de mi dolor. No me pondría de pie, eso tal vez me haría caer por el esfuerzo, luego de recibir todos los golpes anteriores, pero tampoco agacharía la cabeza, las únicas que no merecían respeto eran ellas, yo no tenía razones para sentirme inferior a ellas.
Ambrosía, Silene, Iris y Dalia parecían estar compartiendo una conversación entre ellas, por las miradas y gestos cómplices que tenían, pero me insté a ignorarlas y solo observar, buscando esa oportunidad de la que tanto habló Alhaster.
Con mi visión periférica, pude distinguir que tanto Castiel como Hailee, se habían enderezado, esperando al igual que yo las palabras de nuestras mercenarias. Las muy ladinas, nos habían detenido en el momento en que finalmente teníamos una oportunidad de escapar. Y lo confieso, en ese momento casi admiré su precisión.
—Bienvenida a la libertad, Ilora de Normandia —comenzó Ambrosía en tono diplomático, sin dejar de lado la estúpida sonrisa de suficiencia que llenaba su rostro—. Lamentamos haber interrumpido su estancia en las mazmorras, pero nos hemos visto en la obligación de hacerlo, debido a una serie de hechos recientes.
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CDU 3 - La elección de Cassiodora [BORRADOR COMPLETO]
FantasyCuando todo lo que amas amenaza con destruirse, ninguna elección debería ser juzgada. Con la partida de dos miembros de su grupo, ciñéndose sobre todos, Ilora tendrá que continuar su viaje. Sin embargo, recibirá una invitación a la que no podrán dec...