Epílogo

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Eliden

La tenue luz del día se filtraba por las ventanas ojivales del recibidor, revelando la sencilla decoración de nuestra nueva y humilde residencia. Una de la que no podía quejarme, ya que nos fue ofrecida con algunos muebles y, por un moderado alquiler, cubría las necesidades básicas que tendríamos. Poseía paredes de piedra, un gastado piso de madera, un baño, dos habitaciones y un recibidor con chimenea, en la que podíamos preparar alimentos. Era un lugar agradable, nada ostentoso y con un toque cálido y acogedor, luego de que pasabas por alto los agujeros en el suelo y el ligero olor a humedad.

Pertenecía a un usurero y mañoso hechicero que aceptó no cuestionarnos y alquilar el lugar, siempre y cuando no denunciáramos su comercio ilegal de pócimas lordinas. Obtuvimos un trato justo de un hecho aleatorio y el cobarde hombre ni siquiera esperó nuestras palabras para ofrecer sobornos y rogar por su vida. Al parecer, nuestras ropas le habían hecho creer que éramos alguna especie de bandidos o extorsionadores y no vimos la necesidad de corregirle, pues estábamos lo suficientemente agotados para no discutir.

Habíamos perdido la cuenta de los días que tardamos en llegar a Thaneras, la ciudad más grande y poblada del reino de Lordania, además de su corazón comercial. Nuestro objetivo elegido, ya que, por su extensión, admitía algunas licencias en cuanto a administración territorial y al control de criaturas que iban y venían cada día a la región, ya sea con la intención de entretenerse o tomar los caminos poblados para llegar a la ciudad capital de Arcem, donde se hallaba el palacio real y los nobles.

Luego de que el vórtice de Cassiodora nos dejara varados en mitad de None, la tierra de nadie —como solían conocer al pequeño poblado que dividía las tierras de hechiceros justo al medio y que, por su ubicación, había sido testigo y víctima de las guerras bilaterales—, habíamos tomado un buen tiempo deliberando las posibilidades que tendríamos de sobrevivir si elegíamos movernos o quedarnos en algún refugio de ese lugar. Sin embargo, supimos que no podíamos quedarnos, una vez, con impotencia, comprobamos, la brutalidad de los soldados lordinos que tomaban None como lugar de aventuras y posada durante sus expediciones a tierras extranjeras.

Había sido un horrible espectáculo para ver y en el que tuve que sostener y hechizar a Brennan para que no matara a dos soldados que tomaron por la fuerza a una prostituta en un desolado callejón. No creí que podría alcanzar un nivel de culpa más grande, hasta que vi como la hechicera se arrastraba por el suelo para cubrir sus heridas y eliminar las lágrimas productos del ataque. El lobo me odió un poco ese día, pero tuve que aceptarlo con resignación porque era ello o enfrentarnos a una cuadrilla de un poco de más de cien soldados que se quedaban justo en la posada al costado y que, probablemente, también escucharon los gritos de la mujer, pero habían elegido ignorarlos. Lo que no pasaría si entonces eran sus compañeros las víctimas.

Mantuve en su lugar a Brennan por al menos unos minutos más, luego de que los hombres se marcharan, y me sorprendió que su primer instinto no fuera golpearme, sino auxiliar a la mujer llorosa y ofrecerle ropa para cubrir su desnudez. Fue conmovedor ver cómo insistía en ayudarla y no estuvo listo para dejarla hasta que la acompañó al lugar que ella le señaló como su hogar y obtuvo una promesa, de que estaría bien, de parte de las mujeres que la recibieron.

En aquel momento entendí que la motivación de Brennan de ayudarme había sido altruista, y que estaba frente a persona lastimada y de buen corazón. También, fue allí cuando el lobo comprendió mi reticencia de ayudar a la chica, pues descubrió que no era la primera vez, y no sería la última, que había sido ultrajada, ni era la única de ese burdel que permitía tal agravio.

—No podemos quedarnos aquí —Había dicho mi compañero de viaje y tuve que asentir, reprimiendo las ganas de relatarle que aquello no era ni la mitad de la crudeza de la que había tenido que ser testigo a lo largo de mis cientos de años.

CDU 3 - La elección de Cassiodora [BORRADOR COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora