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Un par de horas después, Axel no sabía bien qué hacer. Seguía en casa de Mara, con ella al lado en el sofá. Simplemente recostados allí, sin ropa, sin hablar, sin besarse ni nada parecido. Simplemente allí, sumidos en el silencio que se había instalado en el salón. Relajados.

Era consciente de que ella estaba algo incómoda, más por lo sucedido que por la postura en que se hallaba. Silenciosa, se debatía mentalmente en una lucha que Axel desconocía. Él, se planteaba opciones: marcharse, dándole espacio pero también pie a creer que no le interesaba más allá del sexo, o quedarse y romper el silencio tratando de llevarla de vuelta a la realidad.
Se decantó por lo segundo. No estaba dispuesto a tirar a la basura los avances en la relación, fuese la que fuese.

— Mara —La llamó.

— Dime.

— ¿Quieres que hagamos algo? Lo que te apetezca.

— No sé. ¿Cómo qué? —Preguntó mientras se incorporaba.

La vergüenza la asaltó y trató de cubrirse los senos, cosa que le causó gracia al hombre. Contuvo la risa y bromeó con ella.

— No lo escondas, ya lo he visto todo.

Ella se sonrojó, él le hizo cosquillas para quitarle la vergüenza. La distracción siempre funciona, pensó. Escuchó su risa y rio con ella, y ambos siguieron jugando sin siquiera percatarse de que lo hacían. Mara se sentía cómoda, a gusto con él. Resultaba divertido, y evitaba que se perdiera en sus pensamientos.

— Ya que hoy no tienes a tus hijos aquí, podemos ir a algún lado. Es innecesario que estés sola, ¿no?

— Es extraño.

— ¿Por qué?

— Cuando no los tengo a ellos intento tener algún trabajo o, en caso de no tener nada, salgo a buscarlo sin preocuparme de horarios. O me centro en hacer limpieza a fondo.

— ¿Y ya está? ¿No te dedicas a ti misma ni un rato? —Cuestionó él sorprendido.

— Realmente no.

— Pues... ¡Hoy sí! —Exclamó mientras se ponía en pie de un salto.

Mara no pudo evitar ver cómo su cuerpo desnudo se erguía en un ágil movimiento, incluyendo sus partes íntimas, cosa que la hizo ruborizarse hasta el extremo. Axel se quedó mirando fijamente su rostro, al tiempo que pensaba en qué hacer acto seguido.

— ¿Dónde quieres ir?

— No lo sé, Axel —Respondió mientras buscaba su ropa.

Había prendas aquí y allá. El sujetador reposaba en el suelo, las braguitas colgaban de una silla, el pantalón estaba hecho una bola en una esquina y la parte superior no aparecía. Axel recogió también lo suyo, que se encontraba todo amontonado sobre la mesita de madera que habitualmente se utilizaba para tomar el café.

Mara se rindió, buscaría una camiseta limpia y problema resuelto.

— Mmmm... ¿Vamos a tomar algo?

— No tengo dinero para eso, Axel —Sentenció ella.

— Ni te hace falta. Te estoy invitando —Ella negó con la cabeza, le mostró cuán orgullosa podía ser—. Entonces, supongo que descartamos ir al cine.

— ¿Alquilamos una peli y la vemos aquí o en mi casa?

— Está bien.

— Y tienes que dedicarte tiempo, Mara.

— No es algo tan necesario...

— Sí, lo es. Creo que nunca he conocido una chica que no se sienta feliz cuando se hace la manicura o se hace algo nuevo en el cabello. Podrías probar.

✔️¡Ya era hora, Mara!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora