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La fémina se convirtió en la guía turística de Axel, cosa que él disfrutó mucho. Charlando amenamente sobre todo lo que veían y sobre las cosillas que ella le contaba de tiempo atrás, recorrieron con calma la zona centro del municipio, pasando por las calles empedradas que rodeaban la iglesia y el ayuntamiento y que era la zona comercial por excelencia. Axel se recreó en observar la diversidad de tiendas y escaparates que lo rodeaban, de todo tipo aunque pudo apreciar que lo que más abundaba en aquellas callejas eran las joyerías y las tiendas de ropa.

Pasaron de largo la biblioteca, a la que acordaron ir otro día para verla por dentro y que él se hiciera el carnet de usuario ya que, para sorpresa de Mara, el hombre resultó ser un lector empedernido. Se enzarzaron en un debate sobre géneros literarios y sus particulares gustos narrativos, en el que descubrieron, para gusto de ambos, que eran bastante afines.

Pasaron por debajo de un arco que provocó una gran variación en el panorama, el cual sorprendió a Axel notablemente, conllevando que volviese la vista atrás para confirmar firmemente el drástico cambio. Dando un paso al pasar el arco dejaron atrás las calles empedradas o con suelo típico de zonas comerciales, con bolardos que delimitaban el paso de vehículos, y fachadas que, a decir verdad, eran incluso demasiado viejas. La acera que alcanzaba a ver era estrecha y desigual, y tuvo que recorrer una buena parte de la calle, muy transitada de coches, con los pies pisando el asfalto.

Poco más adelante, pasaron sobre un puente y Mara le indicó que estaban en otro barrio, llamado Barrio de Francia y que, en el extremo del mismo se hallaba la tienda a la que iban. Se desviarían un poco, pues ella quería enseñarle dónde quedaba el consultorio médico y uno de los centros policiales del municipio, por si algún día le llegase a hacer falta asistir.

Hicieron el trayecto que Mara indicó y después recorrieron una larga avenida, al final de la cual estaba el supermercado. El camino en general había sido agradable, charlaron amenamente y Mara pudo evadirse un poco de sus problemas con Javier, aunque se preguntaba si el camino de regreso iba a ser igual de apacible.

A decir verdad, la compañía y cercanía de Axel no le era del todo llevadera en algunos momentos. Percibía cómo la observaba y se quedaba en silencio mientras lo hacía, y aquello la incomodaba. También se dio cuenta de que él quiso agradarle y por eso se mostraba tan relajado y abierto, cosa que agradeció y a la que decidió darle más peso que a las cosas negativas.

Él, por su parte, suspiró cansado y con cierto alivio cuando se separó de ella al entrar en el establecimiento. La fémina había anunciado que iría a buscar un producto y él pidió ver al jefe de planta, cosa que los iba a mantener separados un rato.

Cuando la mujer responsable del lugar se presentó ante él, él hizo alarde de su educación y la trató con extrema formalidad. Ésta, riendo levemente, le indicó que no requería de formalismos y que podía incorporarse cuando quisiera, en los siguientes cinco días. Él rebatió aquello informándole de que le habían dicho, finalmente, que lo hiciera el lunes, pero ella le concedió unos días más porque así ella tenía también tiempo de realizar cuadrantes de trabajo y que le anotaría el primer turno en el momento que él indicase que comenzaba, ya que no tenían problemas para organizarse en esos momentos.

Él, pensando en terminar de organizar sus cosas en su nueva vivienda y que podría así aprovechar para ir a pedir que le asignasen un médico de cabecera y empadronarse, por ejemplo, aceptó gustoso la ventaja que la que sería su jefa le estaba dando. Quedaron entonces en que se incorporaba a la plantilla el miércoles y que los martes serían su día de fiesta semanal, además del domingo cada dos semanas. Estuvo conforme con todo y se despidió al ver que Mara ya estaba esperándolo en el área de cajas, habiendo incluso pagado.

En su interior, algo se removió. Sus ojos se posaron en su figura, erguida y con la mirada pendiente de los carteles de ofertas disponibles en ese momento.

Estaba nervioso, Mara lo tensaba; su cercanía, su sonrisa y el sonido de su risa, era algo casi hipnótico para él. No hacía más que fantasear con sus labios, con el roce de sus manos que, rato atrás, había sucedido inesperadamente y que lo había desarmado irremediablemente. Para él, Mara era sumamente atractiva. No por su apariencia física, que también contaba, sino por su carácter y su forma de actuar para con él. Captaba su atolondrada atención con cualquier nimiedad y se sorprendía a sí mismo embobado observando sus ojos esquivos e inquietos. Ella sonreía trémulamente y él apartaba la mirada, queriendo evitar incomodarla. Y es que, hasta aquella reacción, lo atrapaba en un pozo de desconcierto y curiosidad que era mayor que él mismo.

Sin duda, Mara era un misterio para él y aquello, quisiera o no, lo atraía quizá en demasía, pero le gustaba que así fuera. Le agradaba tener un misterio al que enfrentarse con un objetivo muy claro en mente; le agradaba pretender a Mara, y no iba a ser renuente a ese hecho.

La mujer caminaba a su lado, en silencio, y él no podía evitar mirarla de reojo tratando de ser lo más disimulado posible.

Ella, a su vez, estaba deseando llegar a casa, hacer la comida y tener tiempo para simplemente descansar pero, al mismo tiempo y aunque se negase a reconocerlo, estaba a gusto al lado del varón. Se daba cuenta de que la miraba, pero no quería decirle nada para que no se sintiera mal. Ella no podía permitirse tener una relación, no podía en ningún aspecto, pero una amistad era otra cosa.

— Entonces, ¿no hay trabajo a la vista? —Rompió él el silencio.

— No... —No sabía qué más decirle al respecto, pero no podía quedarse callada—. He hecho alguna entrevista pero no ha habido buenos resultados.

— ¿Hace cuánto que estás en paro?

— ¡Ufff! Más del que puedo recordar, aunque no puede considerarse paro en sí, es más bien como unas vacaciones de vacaciones —Bromeó.

— No lo entiendo —Frunció el ceño.

— A ver, cuando trabajas y tienes vacaciones es que hay una pausa en el trabajo, ¿no?

— Sí.

— Pues unas vacaciones de vacaciones sería una pausa de las vacaciones. ¿Qué es lo contrario de las vacaciones? El trabajo. Eso es lo que sucede en mi caso. No tengo un trabajo como tal, pero, a veces, me sale algo puntual para fin de semana. Hago promociones cuando tengo la suerte de que me salgan.

— Pero... ¿eso te da para vivir? Es decir, suena a que haces menos de las que te gustarían —Cuestionó Axel.

— Bueno, algo es algo, ¿no? Es menos de lo que necesito, tengo dos niños, un piso que pagar... Y no, no llega, pero menos es nada. Supongo que tengo suerte —Quiso quitarle hierro al asunto.

Ni siquiera sabía cómo había podido decir aquello a alguien a quien en realidad aún no conocía, cuando ni a muchos de sus conocidos de tiempo atrás, o incluso familiares, les decía la realidad que vivía. La verdad, es que tras decirlo se había sentido bien, como plena o aliviada.

— ¿Sabes, Axel? Siento que puedo contarte las cosas y nada cambiará —Se sinceró casi sin darse cuenta.

— Claro, mujer. Yo no voy a retarte ni juzgarte por nada, pues es tu vida, no la mía.

— Sí, cierto... —Mara se quedó meditando la respuesta que él le había dado.

— Seré sincera contigo, si quieres.

— ¡Por supuesto que quiero! —Exclamó sorprendido por aquella oración. ¿Acaso pensaba no serlo?, se preguntó.

— Vale.

Tras aquella última palabra, Mara le sonrió ampliamente. Fue de una forma tan espontánea y sincera que lo dejó anonadado pues, hasta ese momento, no creía haberle visto una expresión tan sumamente sincera. Sus ojos parecían sonreír también, no como en otras ocasiones, y aquello provocó que algo en su interior vibrase con fuerza.

No pudo más que sonreírle de regreso, mientras chocaba con camaradería su hombro contra el de ella. Ella rió y aquello fue el detonante en el interior de Axel. <<Me gusta más de lo que podía esperar>>, pensó. Lo que él no sabía es que en la mujer también había habido un cambio y que sus pensamientos ya no gritaban "aléjate", sino que le daban valor a acercarse más y abrirse a él. De hecho, su último pensamiento antes de darle un amistoso toque en el cuello fue: realmente puede funcionar.

En aquellos momentos, ni ella misma sabía el verdadero significado de aquella frase que su mente, por cuenta propia, había trazado.

✔️¡Ya era hora, Mara!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora