Él comenzó a pasar lista, por decirlo de algún modo, y se mostró insatisfecho cuando se percató de que tres de los propietarios, los cuales no vivían allí, no se habían presentado. Tan solo uno de ellos tuvo la buena fe de enviar un representante en su lugar, pero eso no le agradó tampoco. Dejando eso a un lado, procedió a exponer los puntos a tratar, con los cuales estuvieron de acuerdo los demás. Avisó de que aquellos con deudas, quienes mencionaría a continuación, no tendrían derecho a voto. Miró con especial atención a Mara, a lo que ella respondió manteniéndole la mirada de modo firme. Debido a la ausencia de algunos propietarios, ella y otra mujer eran las únicas de los presentes con deuda en la comunidad, y aquello no pintaba bien; nada bien.
El hombre pasó tiempo lanzando mordaces comentarios contra Mara, ella no podía evitarlo y se limitaba a intentar salir del apuro como buenamente podía. La otra vecina y el enviado como representante la observaban en silencio, viendo cómo sorteaba las mordidas a distancia que se le enviaban de parte del presidente. Se sentía incomoda y se notaba, por eso él aprovechaba. Le hacía sentirse poderoso de algún modo, como un líder, hasta que ella llegó al límite del que no permitía pasar a nadie.
— Creo que, por mucho o poco que deba, tengo derecho a abrir la boca y, si quiero hacerlo, lo haré —sentenció ella.
— No. No pagas, te guardas tus comentarios.
— ¡Pero sigo viviendo aquí! Y no estoy de acuerdo en contratar un servicio de limpieza que solamente hará subir más la cuota.
— Mira... me da ab-so-lu-ta-men-te igual —le espetó el tipo.
— Oye —intervino la esposa—, si pagases en vez de ser una morosa, tendríamos en cuenta tu opinión, pero no es así. La comunidad va mal de dinero para hacer los pagos porque no pagas, así que no tenemos por qué aguantarte más.
— No hay dinero y queréis pagar mil doscientos euros al año para que limpien la escalera. ¿Estáis locos? —Estalló.
— No pienso seguir fregando escaleras —anunció la mujer—. Así que es la única opción.
— ¡Y un cuerno! Paga a alguien para que limpie en tu turno, los demás no tenemos la culpa —rebatió Mara.
— Aquí el que decide soy yo, y va a haber servicio de limpieza. Por lo tanto, date prisa en comenzar a pagar tu deuda, si no quieres tener problemas —le soltó el individuo larguirucho y con cara de repelente desde el nacimiento que tenía en su mano los documentos de la comunidad.
Mara no daba crédito a la situación. ¿Es que acaso se habían vuelto todos majaretas? ¡Aquello no tenía ni pies ni cabeza! Hizo un último intento, a sabiendas de que sería en vano. Los demás asistentes a la reunión se mantenían al margen, no por miedo sino por no saber qué decir. Mara no era la única que no pagaba, tampoco lo hacía Chari, pero ésta se dijo a sí misma que era mejor no meterse si no quería salir escaldada de la situación y, además, ¿para qué hacerlo si no podía votar? Convenía más ser una espectadora, y eso sería sin duda.
— Ernesto —que así se llamaba el presidente de la comunidad—, tienes que pensarlo bien. Si hay problemas de efectivo no conviene meterse en más pagos, no tiene sentido.
— Cállate ya, pesada —le dijo de malas maneras, a lo que ella se indignó aún más—. Se incrementará la cuota comunitaria con tal de cubrir esos mil doscientos euros. Y te aviso, como no empieces a pagar habrá jarana.
— ¿Me estás intentando amenazar? —Preguntó incrédula.
— Como no pagues de una vez, te voy a hacer la vida imposible hasta que te vayas y le alquilen el piso a alguien que sí que pague. Tómalo como una amenaza si es lo quieres, yo sólo te aviso.
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✔️¡Ya era hora, Mara!
ChickLitMara, con dos hijos y una difícil situación sobre sus espaldas, se siente completamente sola. Siente que no ha vivido correctamente su vida, que ya es tarde y que jamás encontrará quien la quiera. ¡Menos a ella y sus dos hijos! Nuestra protagonista...