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Antes de que los agentes llegasen, aquello seguía descontrolado.

Axel regresó al salón, se acercó al chiquillo y su madre y le preguntó a ésta si estaba mejor. Ella, todavía tumbada en el sofá, le dedicó una triste mirada —esta vez viéndole con mayor claridad— y una sonrisa que era de todo menos real. No habló, siquiera intentarlo era un suplicio porque sentía como si le clavasen miles de agujas en la garganta. Javier, sentado en el suelo frente a ella y sujetándole una mano, había dejado de llorar y su rostro había quedado marcado por las lágrimas. Tras él, a poco más de un metro, Manuel empezaba a abrir los ojos, cosa que el otro varón percibió y le hizo ponerse en guardia, dispuesto a defender a la mujer y al niño.

— Ni se te ocurra moverte de ahí o termino lo que empecé antes —amenazó.

— Tuviste suerte, me pillaste concentrado en otra cosa —se burló.

— Hijo de puta...

El tipo miró de soslayo a la que había sido alguna vez su pareja y sonrió.

— Mira, la putita quedó hecha mierda —dijo con sorna antes de reír.

— Eres un idiota —espetó su hijo.

— Oh, ¡vamos! Pero eras tú quien le deseó la muerte, ¿acaso no es así?

Axel no se sorprendió ante aquel hecho, pues la mujer se lo había contado con anterioridad, pero le pareció horrible que dijese algo así al niño. Y más en aquel momento.

— No puedo creer que seas tan desgraciado —pronunció.

— Te odio —anunció el menor. Mara tembló al escucharlo, pues recordó las veces que se lo había dicho a ella.

— Ahora va a resultar que te importa o que la quieres, cuando hace unas horas la detestabas.

— ¡Porque te creí! —Chilló con rabia mientras se ponía en pie—. Me mentiste todo el tiempo.

Mara apretó su mano, queriendo calmarlo, pero no sirvió de mucho. Siguió escuchando mientras lo único que deseaba era quedarse sola y llorar hasta no poder más.

En un momento dado, Manuel hizo un rápido movimiento dispuesto a lanzarse contra el niño, pero un furibundo Axel se lo impidió interponiéndose entre ambos.

— Ni siquiera pienses que te voy a dejar tocarle un pelo —sentenció, dejando sorprendidos al niño y a su padre.

— Tú no eres nadie, quítate y déjame darles una buena lección.

Javier, sin pensarlo detenidamente, hizo ademán de saltar sobre su padre para descargar todo lo que estaba sintiendo, pero Mara, en un rápido movimiento que le causó grandes dolores, envolvió a su hijo en un abrazo desde detrás y éste se quedó quieto de inmediato.

— No —logró decir—, tú no eres como él, hijo.

Entonces, el timbre sonó y el único que sabía quién llamaba era Axel. Él mismo fue a atender, quien abrió y quien cerró tras entrar la pareja de agentes. Entre el menor y Axel explicaron lo sucedido, mientras Manuel negaba y mentía queriendo salir de aquella sin afrontar las consecuencias de sus actos.

Finalmente, se lo llevaron detenido tras tomar nota de todo, instándoles a pasar por comisaría para formalizar la denuncia y realizar allí declaración completa. Necesitarían un parte de lesiones para la denuncia, así que Mara tendría que ir al hospital. Para organizarse correctamente, una agente acompañaría a Mara mientras los demás iban a comisaría.

Horas más tarde, de regreso en casa, Mara pidió estar sola. Llamaría a su tía para que fuese a por Javier y así podría descansar, pero esa idea fue descartada por Axel inmediatamente.

✔️¡Ya era hora, Mara!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora