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Axel, irremediablemente perdido en los luminosos ojos de Mara y muy consciente de la realidad, habló sin detenerse mucho a meditar sus palabras.

— Mara, te juro, por lo más importante de mi vida, que no haré nada que te pueda dañar. Jamás, pero, si lo hago, si hay algo que te haga dudar de mí o sentirte insegura, debes decírmelo.

Ella, atenta a cada palabra, se perdió en su mirada y el sonido de su voz.

— Sólo tengo clara una cosa —Murmuró.

— ¿Qué? —Preguntó él.

— Necesito...

Dejó de hablar, tragó, quitándose un nudo de la garganta, y se lanzó a la tentadora, apetecible y deliciosa boca del hombre, con los ojos cerrados y el corazón abierto.

No estaba convencida de que aquello fuese buena idea, pero era lo que su cuerpo, y sobre todo su mente, le pedía que hiciera. Besó suavemente los labios del chico, sin pensar mucho más aunque inquieta porque él tardaba en responder. Todo aquello quedó a un lado cuando él la rodeó con sus brazos y una de sus manos se dirigió a su desordenado cabello. De ahí la guio hasta la nuca y la sujetó mientras profundizaba el beso y sus lenguas se encontraban e iniciaban un tórrido baile.

Al sentirle invadiendo su cavidad, la mujer gimió enfebrecida, pues no pudo esquivar el recuerdo de cómo, horas antes, había invadido todo su cuerpo. Tuvo la sensación de que su temperatura se elevaba, y no se equivocaba. Las piernas le flaqueaban y su corazón mostraba signos de haber enloquecido. <<Toda yo lo he hecho>>, pensó.

Confío en sus manos la tarea de demandar más de él, éstas se colaron lo justo y necesario bajo la cinturilla del pantalón del varón, cosa que lo hizo temblar.

— Pídeme lo que quieras, Mara... —Susurró sobre los rojos labios de la chica—. Lo que quieras, y te lo daré —Concluyó antes de besarla nuevamente.

— Mmm —Gimió ella antes de recuperar la libertad de su boca—. Por querer... Quiero todo y no quiero nada.

Él la observó extrañado, sin comprenderla bien, hasta que ella terminó de hablar: <<quiero sentirte así>>.

— Tenemos toda la mañana —Sentenció él.

— Entonces...

— Entonces, todo y nada, Mara.

Sonrió con picardía, ella se derritió ante su expresión y fue incapaz de dar respuesta más allá de una bonita y convincente sonrisa cómplice.
Un nuevo beso los unió y la espalda de la mujer contactó con la pared, donde Axel la acorraló y un nuevo asalto de lujuria se apoderó de ambos.

Un tiempo después, Mara estaba recostada en la cama, mirando el techo pero realmente no viendo nada. Su mente vagaba entre un sinfín de cosas sin acabar de centrarse en ninguna de ellas. Quería centrarse, pensar, organizarse, pero era incapaz.

Tan pronto estaba devanándose los sesos en busca de una solución al tema del piso, como pensando en la falta de empleo, en su hijo mayor, en sus ex o en Axel. Se sentía desesperada, asfixiada. No se veía capaz de solucionar ninguno de aquellos asuntos, y si no podía conseguirlo, ¿qué iba a hacer?
De pronto sintió decepción de sí misma, y un retorcido nudo se formó en su garganta. Necesitaba hablar con alguien, pero no tenía saldo en el móvil para llamar a su tía, a quien recurría cuando estaba en ese estado de angustia. ¿Qué podía hacer?

De pronto, una idea se abrió paso en sus desordenados pensamientos, cual rayo de luz en la oscuridad: podía escribir en el cuaderno. Hacía mucho que no trabajaba su ansiedad a través de la narrativa, y aquél parecía un buen momento para hacerlo.

✔️¡Ya era hora, Mara!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora