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Mientras los remordimientos la carcomían por dentro, el crío habló de nuevo, siendo incluso más rudo que antes.

— ¡Te odio! —Exclamó—. ¡Te odiaré siempre!

— ¡Ya está bien! —Estalló ella—. Te estás pasando, mocoso —No pudo controlar su verborrea y habló sin freno—. Me estás hartando con toda esta gilipollez, ¿te enteras? No tengo porque consentirte semejante comportamiento, y como se vuelva a repetir te voy a dar diez como la que acabas de llevarte. ¡Estoy harta de que me trates como si no fuese nada! ¡¡Soy tu madre!! Javier, ¡tu madre! Por lo menos podrías fingir que te importa eso, y tener un poquito de respeto por el cariño que se te brinda.

Se sentía tremendamente acalorada y con el corazón acelerado hasta límites insospechados. Ni ella misma creía lo que salía por su boca pero, supuso, era algo que latía en su ser pugnando por ser puesto en conocimiento antes de que estallase y la dejase derruida.

El niño la observó en silencio, cauteloso. Tras unos segundos, los cuales se hicieron eternos para ambos, él volvió a hablar para decir, simplemente, que no iba a ir con ella a ningún sitio porque no quería seguir viéndola.

— Vístete —Ordenó ella, tratando de mantener la sangre templada, ya que fría era imposible—. Te quiero vestido en diez minutos, ¿me oyes? Y más te vale que te comportes. —Avisó mientras levantaba un dedo, en un gesto que no pensó, tratando de poner mayor énfasis a su oración.

— No quiero —Respondió con rotundidad—. Y menos ser educado con un tipo que no conozco.

— Es nuestro nuevo vecino, Javier, y hay que ser educado con la gente; no se puede ir por ahí pisoteando a los demás.

— ¿Es tu nuevo novio? —Inquirió el niño tras unos segundos de silencio.

Mara quedó desconcertada, con la vista fija en los ojos del niño y un extraño tic atacando su ceja izquierda. No podía ser que hubiese escuchado bien, pensó.

— ¿Pero qué...? ¡No! —Atinó a responder—. Sólo es el nuevo vecino. ¿De dónde sacas tamaña tontería?

— No sé, mamá —Recalcó la última palabra, imprimiéndole un tono jocoso—. Tanto interés en que sea educado con él es sospechoso.

— Pues no.

— ¿Es que acaso es otro sustituto de papá? ¿Otro más?

Aquello, para Mara, estaba resultando tremendamente insultante. ¿Acaso su hijo estaba sugiriendo que se liaba con cualquiera? Percibió que la vena que atravesaba su frente palpitaba furiosamente, lo que le indicó que su estado de nervios era más del que solía soportar. Debía poner freno a aquella tontería, o acabarían mal.

Tratando de aparentar que se estaba calmando, repitió que no era un nuevo novio, y su mente no pudo evitar evocar el recuerdo de la conversación que mantuvo con Axel. No eran nada más porque ella no quería porque, si la cosa dependiese de él, estaba claro que sería todo lo contrario. Se centró de nuevo en la pelea que venía teniendo con el niño, quien la miraba con odio y burla presente en los ojos, llameantes de enfado.

Ella, nuevamente, se sintió insultada y humillada cuando el niño abrió la boca. Fue tal su conmoción ante lo que dijo que salió del cuarto llevada por un ánimo tenebroso que no auguraba nada bueno. Se dirigió al salón y tomó el teléfono, marcó el número de su tía y, cuando tuvo respuesta, le pidió que bajase a buscar al niño y que se lo quedase hasta el día siguiente porque ella no podía permitirse el lujo de dejar que siguiera pisoteándola. La mujer, al otro lado, estaba desconcertada ante aquella petición. No era habitual que Mara actuase de aquel modo, parecía tremebunda. Mara no quiso contar más en la distancia, así que le prometió que, cuando llegase, le contaría la versión resumida de todo lo que acontecía entre las paredes de su hogar, si es que se le podía llamar así.

✔️¡Ya era hora, Mara!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora