El teléfono de Mara sonó y vibró sobre la mesa de la cocina mientras ella se encontraba revisando el interior de la nevera, decidiendo qué iba a cocinar aquel día. Cerró el frigorífico, tomó el teléfono y, sin reconocer el número, atendió la llamada.
Para cuando ésta finalizó, la mujer estaba sentada en una silla con una sonrisa estirando de sus labios. Contenta, retomó su anterior tarea y se decidió por unos macarrones gratinados ya que divisó dentro del electrodoméstico un paquete de carne picada y uno de queso rallado abierto.
Cuando cayó la noche y Axel llegó al edificio, fue en primer lugar a ver a Mara. Hasta doce días más tarde no volverían a tener una noche completa para ellos solos, pues Mara tenía a los niños y, según los puntos que habían acordado, esos días solamente se verían a ratos, mientras el mayor de los dos estuviese en clase. Él lo respetó desde el principio porque sabía los problemas que estaba teniendo la mujer respecto al chiquillo y comprendía que quisiese mantener las cosas de aquella manera.
Lo que Axel no entendía era el odio que le tenía el niño sin llegar a conocerlo. Había estado dándole vueltas y creía que, quizá, el chiquillo no había asumido bien la relación entre su madre y su última pareja, pues su padre había quedado a un lado. Pero, entonces, pensaba en que no había sucedido igual con la pareja del padre y quedaba confuso. ¿Por qué debía odiarle tanto sin razón?
Solamente podía esperar y confiar que con el paso del tiempo acabase aceptándolo. Una cosa tenía clara: iba a luchar por estar siempre con aquella mujer, y nada ni nadie más que ella y él tenían la capacidad de cambiar ese detalle.
Mara lo recibió con los brazos abiertos, literalmente, nada más entrar por la puerta. Lo envolvió en un abrazo mientras le daba un beso que lo pilló por sorpresa y, después, al separarse, comenzó a canturrear mientras bailaba cómicamente.
— Mañana tengo una entrevista —decía—. Ou yeah, ou yeah. Mañana tengo una entrevista.
Axel estalló en una carcajada al escuchar aquella cancioncilla y ver la forma en que se movía. Ella ni se inmutó y siguió a lo suyo por el pasillo. El hombre fue tras ella, preguntándole respecto a dicha entrevista.
Sonrió complacido al saber que era para el puesto de promotora que él le había comentado —y cuya solicitud él mismo le había llevado— y se alegró por ella. Estaba seguro de que podría conseguir el trabajo sin dificultad porque, al contrario que en muchos otros lugares, allí lo que más les importaba era la experiencia y ella la tenía.
Cenaron y vieron un programa de televisión antes de irse a la cama y tomar todo uno del otro. Estaba ansioso por sentirla y así se lo hizo saber con cada caricia, beso y estocada. Axel había sido afortunado al conocerla, estaba convencido de ello. Se complementaban en todos los sentidos y era maravilloso sin duda el tener a alguien con quien puedes ser tú mismo sin reparos. Lo mismo sucedía con ella, quien nunca se había sentido tan querida, valorada y deseada como lo hacía con él. No se trataba solamente de encajar sexualmente, aunque debía confesar que el sexo con ese hombre era realmente increíble, quizá, en parte, porque se desvivía en hacerla gozar a ella y no pensaba tan solo en sí mismo.
Solamente recordar sus labios sobre su piel ya era razón para perder la cordura. Con Raúl, por ejemplo, todo era monótono y a gusto suyo. Siempre cuando él quería, donde él quería y como él quería, y ella solamente podía conformarse. Pedir juegos preliminares, o simplemente pedir relaciones en un momento en que a él no le apeteciera, era causa de discusión porque él nunca estaba de acuerdo o no quería. Después, la mujer lo comprendió y ya, con los ojos abiertos, el fin de la relación llegó. Cuando se dio cuenta de que él tenía a otra —u otras, más bien— todo cobró sentido y la sumió a ella en un pozo negro donde todo le recordaba que era poca cosa, poca mujer, que no era suficiente y, por eso, él no se conformó con ella y buscó en otras, según las palabras del hombre, lo que ella no podía darle.
En cambio, Axel sentía todo lo contrario. Para él, Mara era demasiado, daba todo en cada momento, y tenía muy claro que nunca, jamás en la vida, sentiría la necesidad de buscar en otras aquello que le faltase pues nada le faltaba. Mara era como el sol, era puro fuego pero, al mismo tiempo, aportaba un sinfín de cosas buenas. Cuando pensaba en ella se decía que nunca la dejaría escapar, debería estar loco para hacerlo.
Mara despertó con la alarma del móvil, dispuesta a prepararse para la entrevista y bordarla, porque quería aquel trabajo. Llevaba un tiempo siendo más positiva, más alegre y sintiéndose más segura de sí misma, sin necesidad de fingir, y eso le encantaba. Se sentía cómoda consigo misma y eso, pensaba, se lo debía a aquel hombre que yacía a su lado. Lo observó, dejó un beso en su frente y salió de la cama dispuesta a comerse el mundo.
Tres días más tarde, comenzó a trabajar llena de ilusión y confianza. Tuvo que hacer ciertos arreglos para organizarse con Marcos, pero no hubo mayores complicaciones. Fue un primer día duro y extraño a la par que renovador y refrescante.
Pasado un mes, su periodo de prueba terminó y le confirmaron que continuaba en el puesto. No pudo estar más contenta, a decir verdad. Decidió que, como ya había cobrado, quería hacer algo con los niños. Quizá ir al cine o salir a tomar algo, pues debido a la situación anterior ya ni recordaban lo que era eso.
Y se le ocurrió también que, después de ese día, debía reunir un día a los niños -aunque el pequeño ya lo había visto en alguna ocasión- y a Axel, para que lo conocieran como su pareja. Lo complicado sería Javier, que seguía mal humorado, pero debería asumir que ella tenía derecho a tener pareja sin que fuesen sustitutos, como él decía, y que era su decisión y de nadie más. Comprendía que aún era un crío, pero eso no implicaba que iba a dejar que se comportarse como lo estaba haciendo. Y, sin duda, una de las cosas que más la molestaba era la imagen que tenía él de ella, habiéndola incluso llamado puta. Ella nunca se había comportado como tal, jamás había sido infiel, tampoco tenía parejas nuevas cada dos por tres y, mucho menos, llevaba hombres a casa para satisfacer sus necesidades sexuales. Nada de todo aquello que podría inducir a alguien a relacionar aquella palabra con una mujer, encajaba con ella. Entonces, ¿por qué su hijo la veía así? La respuesta era sencilla: Manuel.
Debería dejarle un par de cosas claras ahora que había aprendido a poner a la gente en su lugar. Sí, sin duda lo haría y, nada más y nada menos, que delante de su hijo. Quería que también entendiese un par de puntos y, aunque quizá después se sentiría mal por tal decisión, debía hacerlo con padre e hijo de una sola vez. Necesitaba solucionar aquel problema, necesitaba que le permitiesen ser feliz, y por su nombre que lo iba a lograr.
Sin más, envió un mensaje de texto a Manuel, instándole a visitarla cuando recogiese al niño aquel día, ya que necesitaba hablar con los dos. Se había decidido, y nadie la iba a parar.
A partir de aquel día, todo iba a cambiar.
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✔️¡Ya era hora, Mara!
ChickLitMara, con dos hijos y una difícil situación sobre sus espaldas, se siente completamente sola. Siente que no ha vivido correctamente su vida, que ya es tarde y que jamás encontrará quien la quiera. ¡Menos a ella y sus dos hijos! Nuestra protagonista...