Pasaron poco más de dos semanas hasta que Mara se reincorporó al trabajo. Había necesitado más tiempo del esperado para sentirse preparada para volver, pues debía poder hablar sin sentir dolor ni que la voz le saliese rasgada, no tener el cuerpo dolorido y no sentir a cada minuto ganas de llorar.
Durante aquel tiempo, Axel se encargó de los niños mientras ella descansaba, pues no quería pedirle a Raúl que se quedase tanto tiempo con Marcos ni mandar a Javier a casa de su tía, pues debía seguir yendo a la escuela.
Manuel estaba en prisión preventiva hasta la fecha del juicio, la cual era todavía un misterio. Se había perdido una orden de alejamiento para que no pudiese acercarse a ella, a los niños y a Axel. También se habían iniciado los trámites para retirarle la patria potestad sobre Javier, cosa que el niño no sabía todavía pues consideraban que era muy pequeño aún para explicárselo. Raúl no tenía idea de lo sucedido, pues Mara y él no habían hablado apenas ya que su relación era nula en aquellos momentos. A decir verdad, ella estaba bien con aquello, pues sentía que lo había sacado de su mundo al fin y le satisfacía pensar que únicamente hablarían por cosas relativas al hijo que tenían en común.
Javier parecía haber aceptado a Axel en su entorno sin oponer resistencia y aquello le resultaba extraño. Había preguntado al respecto, pero ninguno soltó prenda al respecto. Finalmente, se rindió y aceptó las cosas viniesen como viniesen.
En sus últimas visitas al psicólogo, las cuales ya había empezado a pagar religiosamente, habían tratado el tema de la agresión y la tormentosa relación entre madre e hijo. No estaba segura de cómo seguir adelante cuando tenía el convencimiento de que no había logrado nada positivo en aquel vano intento de arreglar algo entre ellos. A pesar de ello, no podía negar que estaba gozando de un breve tiempo de bonanza en lo referente a su relación con el niño, cosa que la sorprendía gratamente.
Lohabía escuchado llorar varias veces, encerrado en su habitación, y habíahablado con su terapeuta para ver si podía asistir a sesiones con el psicólogoinfantil que tenían en aquel consultorio, lo cual él había visto como algoadecuado y ya habían concertado una cita. Lo que Mara no sabía era cómodecírselo al menor.
Estuvo hablando con Axel del tema mientras desayunaban juntos y éste se ofreció a hacerlo en su lugar. <<Confía en mí, todo irá bien>>, dijo, y Mara lo hizo, confió en él sin dudarlo. Por la noche, mientras cenaban los cuatro juntos por primera vez, Javier se dirigió a su madre, haciendo que ella detuviese el movimiento de su brazo al alzar el cubierto.
— Mamá, si crees que debo ir a la consulta, lo haré —dijo mirándola con tranquilidad.
— Em... ¿Sí?
— Si tú crees que lo necesito, sí. ¿Cuándo tengo que ir? —Quiso saber.
— El jueves por la tarde —respondió con incredulidad.
El chiquillo asintió con la cabeza y comenzó a comer, mientras la mujer deslizaba su mirada de él al adulto sentado a la derecha del niño. Axel trataba de contener la risa por la reacción de su pareja, pero una leve sonrisa se dibujó en sus labios cuando sus ojos conectaron. Javier miró a su madre y después a Axel, le dedicó una amplia sonrisa y continuó comiendo. Mara estaba atónita. <<¿De qué me he perdido?>>, se cuestionó sin comprender qué había sucedido allí.
Axel durmió allí aquella noche, abrazado a aquella mujer que le inspiraba absoluta calma. Mara quiso hablar de lo de Javier, para saber cómo había conseguido que accediese con tanta predisposición, pero el hombre le dijo que lo hablarían en otro momento y que, aquella noche, solamente iba a haber silencio y un placentero sueño que les resultaba más que necesario.
Así pues, llegado el jueves, el niño visitó la consulta y salió de allí con los ánimos por los suelos, quizá por haber hablado de ciertos asuntos que le herían, pero no se negó a ir a la siguiente consulta por lo que su madre supuso que no había sido un trago demasiado amargo para él.
El tiempo pasaba y todo parecía estar en orden. Raúl se mantenía alejado de Mara, viéndola únicamente durante escasos minutos cuando recogía o llevaba de vuelta a Marcos. El niño seguía igual de risueño que siempre, cosa que a todos les daba cierta paz. Javier había cambiado por completo, pues respetaba a su madre y obedecía casi en todo. Se llevaba de maravilla con Axel, quien se alegraba mucho de ello pues, gracias a eso, podía pasar más tiempo con Mara. Ésta había presentado a Axel como su pareja y se sentía feliz de que nadie se hubiese opuesto o algo similar.
Tenía un trabajo estable, ingresos suficientes para pagar el alquiler —cosa que para ella no era negociable—, pagar los gastos médicos y de psicólogos del menor y suyos propios, y cubrir cualquier necesidad que tuviesen. A su lado había alguien que la valoraba como nunca nadie lo había hecho, no se sentía en deuda con nadie y sonreía al despertar por la mañana, agradecida de gozar de bonanza y calma tras tanto sufrimiento en el pasado.
Respecto a Manuel, el juicio fue como se preveía: una locura.
Poco le importó estar en un juzgado a la hora de gritar e insultar a Mara y compañía, tuvieron que llamarle la atención en varias ocasiones y, finalmente, se lo llevaron de la sala esposado. Lo declararon culpable de intento de homicidio y lo condenaron a siete años de prisión, debiendo pagar una indemnización a la mujer y quedando ratificada la orden de alejamiento.
Mara, escribiendo en aquellos cuadernos de colores que todavía utilizaba, meditó sobre todo lo sucedido desde que éstos llegaron a sus manos. Todo había cambiado sorprendentemente, mejorando a cada momento. Respiraba aliviada, sin tener problemas actualmente, y estaba conociendo a una nueva Mara que sabía marcar límites, que decía abiertamente lo que pensaba de las cosas y disfrutaba de su gente como hacía mucho no lo había hecho.
Tener una rutina entre el trabajo, los niños, la casa y su pareja, era todo lo que necesitaba y era feliz por tenerlo finalmente. Hay quien se aburre ante ese tipo de rutinas, por la monotonía, pero a ella la estimulaba y la impulsaba a seguir adelante. Seguía yendo al psicólogo, pues creía que no debía dejarlo hasta que no le quedasen heridas. Aunque todo fuese muy bien, seguía teniendo todos aquellos problemas del pasado dando vueltas en su mente y estaba decidida a superarlos por completo. Quizá costase trabajo, pero que lo iba a conseguir era un hecho.
Debía reconocer que se le hacía extraño no tener quebraderos de cabeza, pues estaba demasiado acostumbrada a no poder respirar bajo el yugo de los problemas que siempre la habían asediado, pero, como bien había dicho Axel no muchos días atrás, ya era hora de que las cosas le fuesen bien, de que tuviese calma, de que volviese a creer en el amor y de que disfrutase de la vida. Definitivamente, sí, ya tocaba.
<<¡Ya era hora, Mara!>>, exclamó con los ánimos por las nubes mientras, tras una buena jornada laboral, abría la puerta de casa y se encontraba a Axel jugando con los dos niños en el suelo, entre risas alocadas.
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✔️¡Ya era hora, Mara!
ChickLitMara, con dos hijos y una difícil situación sobre sus espaldas, se siente completamente sola. Siente que no ha vivido correctamente su vida, que ya es tarde y que jamás encontrará quien la quiera. ¡Menos a ella y sus dos hijos! Nuestra protagonista...