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Chilló frustrada, rasgando su garganta con la rabia liberada. El llanto era incontenible, tanto como los temblores que la dominaban. Clavó los dedos en sus muslos, como si hacerlo fuese a trasladar el dolor mental y la presión en el pecho a otro sitio y pudiera así sobrellevar mejor todo aquello. No sirvió, pero lo volvió a intentar. Chilló nuevamente, una y otra vez, hasta que le escoció la garganta. Seguía sufriendo. Hundió los dedos, las uñas se hincaron en su piel y la laceraron. Dolía, pero no arrebataba parte del otro sufrimiento, sino que se sumaba a él.

Estaba rabiosa, iracunda. No podía más. Se puso en pie y se lanzó sobre la mesa, arrasó con todo lo que había allí. Escuchar objetos estrellarse contra el suelo, romperse o rebotar, la distrajo un poco y la animó a hacerlo nuevamente. Esa vez, fue el turno de las estanterías. Cuando escuchó los cristales de los marcos de fotos quebrarse algo en ella cambió, se detuvo y empezó a reír sin más. Inició como una risa floja, tonta, inesperada, pero conforme los segundos pasaban iba tornándose algo descontrolado y desquiciado. Parecía ida totalmente.

Dando un par de pasos mientras reía pisó un pedazo de cristal. Miró hacia abajo, movió un pie y observó el desastre que había en el suelo mientras la risa iba desapareciendo poco a poco. Se agachó y recogió un pedazo de vidrio, uno de los más grandes, lo observó y dejó su mente vagar.

El timbre de casa sonó llevándola de vuelta a la realidad. Sin pensar en nada se dirigió a la entrada para abrir, estiró la mano libre y abrió la puerta. Justo entonces, su nombre se escuchó con tintes de espanto, resonando en todas partes, incluso en su cabeza.

Pareció detenerse el tiempo.

Mara observaba a la persona al otro lado, sorprendida por cómo había gritado su nombre, mientras la otra persona la miraba con espanto.

— ¿Qué demonios te ha pasado? —Preguntó.

Mara estaba desconcertada.

Axel se acercó un paso a ella y levantó lentamente una mano para quitarle el pedazo de cristal, a lo que ella reaccionó sin oponerse y mostrándose extrañada. No recordaba siquiera que lo tenía en la mano, ni tan siquiera haberlo cogido. Ambos miraron el pedazo de vidrio, con el que Axel creía que pretendía herirse a sí misma o, quizá, a otra persona. Por su mente pasó una imagen de Raúl.

— ¿Y tu ex? —Cuestionó algo preocupado.

— Raúl se fue con Marcos. Hace ya bastante rato.

Axel suspiró aliviado.

— ¿Estás bien? Estás hecha un desastre.

Mara dudó un instante, se miró cuanto pudo, pensó y después respondió: <<Diría que estoy bastante bien>>.

Y sonrió.

Axel no entendía nada. Tenía arañazos por todos lados, algunos incluso sangraban, el cabello hecho una maraña y parecía sofocada. Por no mencionar el cristal en su mano, donde había quedado un corte que teñía la piel de rojo.

Axel necesitaba hablar con ella, saber qué había sucedido, entender por qué estaba en aquel estado y asegurarse de que Raúl no le había hecho nada. Sin más dudas, preguntó. Mara lo invitó a pasar dentro de la vivienda y lo llevó al salón para mostrarle exactamente lo que había pasado de forma rápida y resumida: había estallado irremediablemente, había arrasado con el salón y se había quitado gran parte de la rabia que la atormentaba.

— Estoy bien, de verdad. Simplemente se me fue de las manos. He gritado y llorado, las marcas de las piernas me las he hecho yo misma, no Raúl, y aunque no lo recuerde ahora mismo es muy probable que me haya estirado del pelo. He roto todo lo que había a mi alcance, y ahora... Ahora estoy mejor que las últimas semanas. Ahora puedo pensar más claramente para ver cómo soluciono mis problemas. Y, ahora, toca limpiar —Tras esas palabras se encogió de hombros y sonrió. Axel vio esa sonrisa iluminar su rostro y llegarle a los ojos, y se tranquilizó.

✔️¡Ya era hora, Mara!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora