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Mara estaba aburrida.

Algunos familiares y amigos habían llamado para felicitarla por su cumpleaños, esa era la única novedad del día.

Había ido a entregar el currículo y la solicitud, había hecho compra, las tareas en casa de Axel, las de la suya y la comida. No tenía a los niños, estaba sola. Mejor dicho, se sentía sola.

Comió con Axel, pero se vieron poco rato ya que él aquel día tenía turno partido. Y ahí estaba, a las ocho de la tarde tirada en el sofá mirando el techo. Sola, en silencio y sumida en un profundo aburrimiento.

En aquel estado acabó quedándose dormida en el sofá.

No mucho rato después, sintió una leve caricia en la mejilla y abrió levemente los ojos, un poco desorientada. Axel, agachado frente a ella, acariciaba su rostro con delicadeza mientras una dulce sonrisa estiraba de sus labios. Su mirada la hizo sonreír y temblar al mismo tiempo.

Estiró un brazo y lo llevó a su cuello, tirando de él hacia ella lo suficiente como para unir sus labios en un tierno beso. Fue suave y lento, pero también intenso y lleno de sentimientos. Axel apoyó las rodillas en el suelo, dispuesto a centrar sus esfuerzos únicamente en besar a aquella mujer.

Tras ello, Axel le dijo a Mara que le apetecía que durmiera con él aquella noche porque la había estado echando de menos y quería tenerla con él lo máximo posible. Ella aceptó sin problema, así que se dirigieron al piso del varón cogidos de la mano. Al cerrar la puerta, él la arrinconó allí y la beso con pasión.

— De verdad te he echado de menos —dijo, cogiéndole la mano y llevándola al salón.

Ella quedó estupefacta nada más poner un pie allí, donde se detuvo y se llevó una mano a la boca que había quedado abierta por el asombro. Finalmente, tras unos instantes, logró hablar.

— ¿Y esto? —cuestionó casi sin palabras.

— Feliz cumpleaños, amor mío —respondió con sencillez.

— Pero ¿cuándo has...? —no podía hablar, estaba realmente impresionada.

La estancia, a oscuras y decorada con velas y pequeñas flores, resultaba realmente bonita. Axel se acercó a la estantería y encendió el reproductor de música permitiendo que una melodía ocupase el espacio. Tomó nuevamente a la mujer de la mano y tiró hacia él, dejándola tan cerca que podía sentir su respiración en el rostro.

— Quería hacer algo por tu cumpleaños, ya que no querías un regalo no puedes negarme también una noche romántica, ¿no crees? —Habló en su oído mientras empezaba a bailar llevándola con él en el movimiento.

— Eres un tramposo, ahora ya no puedo negarme.

— Lo soy, lo reconozco —ambos rieron.

— No era necesario, lo sabes, ¿verdad? —cuestionó la mujer.

— Te equivocas, amor mío. Es necesario, te lo mereces. Y yo voy a darte lo que pueda y más, lo sabes, ¿verdad? —Retrucó él.

— Lo sé, cielo —se dieron un breve y casto beso—. Pero es que es... No lo esperaba.

— Me alegro —comentó él mientras la hacía girar y volvía a rodarla con su brazo—, porque quería sorprenderte. En realidad, no he trabajado esta tarde, estuve preparando todo y parecía que el tiempo no pasaba. Estaba ansioso por verte.

Ella, ruborizada, miró a su alrededor admirando el lugar. No se sentía capaz de mirarlo a los ojos, y lo peor es que no sabía por qué.

— Nena, mírame —pidió—. Sé que no querías un regalo, pero necesitaba que vieras que eres especial para mí.

— Axel...

— Quiero que dejes de hacer eso.

— ¿El qué? —Preguntó confundida.

— Creer que no lo vales. Creer que no mereces estos detalles. Creer que no eres importante —ella sintió un nudo en la garganta—. Porque sí lo vales —la besó en una mejilla—, sí lo mereces —besó su frente—, sí eres importante —besó sus labios.

La mujer escuchaba anonadada. ¿Cómo podía ser que él la conociese tan bien? Era increíble que pudiera conocer cada uno de sus pensamientos o miedos, aparentemente sin esfuerzo. Tenía razón, sentía todo aquello. Siempre lo había sentido, en realidad. Siempre lo había aprendido. Y nunca, jamás, uno de sus compañeros de viaje la había llegado a conocer tanto o había hecho algo como aquello para ella.

Nadie, jamás. O así había sido hasta que llegó él, cambiando las reglas del juego y mostrándole que podía ganar y ser feliz después. Haciendo cosas como aquella, dedicándole tiempo de verdad, diciéndole vez tras vez cuánto valía y significaba para él. Repitiendo eso hasta que ella se lo aprendiese también, porque ese era su gran objetivo por lo que podía ver: enseñarle y convencerla de que era más que simplemente Mara, que importaba a alguien y que no estaba sola. Y, sobre todo, que alguien podía amarla de verdad, con el corazón y el alma sin pedir a cambio de ese amor más que una sonrisa que le llegase a los ojos.

Quizá con Axel pudiera, al fin, sentirse valiosa.

— Mara, eres todo para mí —informó él sacándola de sus cavilaciones.

— Te quiero —musitó ella con la voz quebrada.

— Yo también, preciosa. Alegra esa cara, quiero verte sonreír esta noche.

La canción había terminado y, en su lugar, sonaba otra algo más movida. La sujetó de las manos y la hizo bailar con él, con diversión, con alegría, porque así la quería: alegre, feliz, risueña.

— Bella dama, ¿compartirá esta velada conmigo? —Preguntó con aires teatrales.

— Ésta y todas, mi señor. Le agradezco con fervor su invitación.

— Con fervor la quiero luego, en nuestro lecho, cuando retocemos entre las sábanas.

Estallaron en carcajadas ante lo cómico de aquello, aunque él lo había dicho muy en serio. Pretendía hacerle el amor hasta que saliera el sol, y lo iba a hacer con toda seguridad, porque aquella noche, esa mujer tan increíble, era solamente suya. Sonrió complacido ante aquel pensamiento, antes de llevarla a la mesa, retirarle la silla e invitarla a sentarse.

Había preparado él mismo la cena que consistía en una ensalada para compartir, crema de verduras, pescado al horno y, de postre, tarta de queso. Había vino también. Creía, orgulloso de su propio esfuerzo, que ella disfrutaría. Quería bailar con ella, disfrutar la cena, charlar, hacerle el amor sin pensar en nada más y, ya por la mañana, dormir abrazado a ella. No podía pedir nada más para ser feliz, solamente que ella también lo fuese.

✔️¡Ya era hora, Mara!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora