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Axel le llamaba la atención, aunque no osaría decir nada al respecto. Aun así, no podía evitar sentir una extraña sensación al tenerlo cerca, seguía siendo un desconocido, uno muy apuesto que estaba sentado, en esos instantes, en su sofá de color naranja envejecido y sucio. Se recordó a sí misma, al darse cuenta de ese detalle, que en cuanto se quedase sola debía sacar las fundas y lavarlas, sin falta. Le dedicó una sonrisa a cada uno de sus acompañantes, aunque la que le tocó a Axel era algo más nerviosa, como titubeante o incómoda. Una vez acomodada, le instó a hablar, tras asegurarse de que no quería agua ninguno de ellos. No tenía nada más que ofrecer, al fin y al cabo.

— Tan solo quiero que me digáis cómo son las cosas aquí. Aparte de que Ernesto es un dolor en el culo, obviamente —bromeó.

— Lo es —rió Chari—. Por lo demás, sólo estamos nosotras, y nos llevamos bien. La limpieza de la escalera la hacemos por turnos. Como es tan pequeño, se hace el bloque entero y así nos toca menos a menudo.

— Sí, además se ensucia poco al vivir tan pocos aquí —secundó Mara.

— Perfecto. A partir de ahora yo tendré que limpiar también, ¡y más que vosotras!

— ¿Cómo es que has comprado tres pisos? —Quiso saber Chari. Mara se mantuvo callada, no era mujer de chismorreo, no tendía a preguntar cualquier cosa que despertase su curiosidad y se limitaba a esperar, en la mayoría de los casos, que las respuestas llegasen por sí solas.

— Eso es algo largo de contar. Resumiéndolo... En realidad, no estaban vendidos, solamente aparecían con diferentes nombres aquí. El constructor me —buscó la palabra adecuada— estafó, y tras una larga temporada lo han obligado a compensarme y lo ha hecho entregándome estos pisos.

Aquello sonó extraño. Extraño y confuso, para ambas mujeres fue así, pero no le dijeron nada. Solamente asintieron para que supiera que lo escuchaban, por si se animaba a contarles algo más al respecto, pero no fue así. Él quiso revisar las cuentas con ellas ya que, por un lado, tenía los papeles de Ernesto en su poder pero, por otro, era un recién llegado a aquel lugar y dudaba aclararse a la primera sin dudas surgiendo a cada momento. Ellas accedieron gustosas y le ayudaron en cuanto pudieron. Mara se sentía ligeramente cohibida, pues debía dinero y no era agradable repasar cuentas poco boyantes a sabiendas de que tenía parte de culpa de que eso fuese así. Tras terminar y quedar conformes, procedieron a despedirse.

Axel no cejaba en su escrutinio a Mara, consciente de que ella no permanecía ajena a aquel detalle. Le agradaba observarla, se veía serena e incómoda a la vez; una mezcla curiosa, pensó. Las pestañas de la mujer, diferentes a las que acostumbraba a encontrar por ahí, se le antojaban hermosas. Ni largas ni demasiado cortas, pero muy espesas y de un color tirando a gris oscuro en lugar de negras; diferentes sin duda. <<Diferentes y preciosas>>, murmuró para sus adentros. Mientras se incorporaba, desvió la vista de las pestañas a las pupilas, y algo en él vibró. Sintió sus manos sudorosas, y cómo la respiración se le antojaba imposible durante dos segundos que le parecieron dos horas. Mara le sostuvo la mirada, sin percatarse del estupor que empezaba a dominar al hombre que la miraba aún, embobado en silencio. Ella se sintió desconcertada, ¿por qué la miraba de aquel modo? Parecía que jamás hubiese visto a una mujer o, al menos, no a una como ella. ¿Sería por lo sencillo de su apariencia? ¿Por lo desarreglada que iba? ¿Por qué?

Chari interrumpió el juego de miradas desconcertadas con un carraspeo, tras ello ambos reaccionaron instintivamente.

— Si ese bobo se atreve a meterse con vosotras de nuevo —empezó mirando la mayor parte del tiempo a Mara—, no dudéis en avisarme —les dijo—. Bueno —dudó, nervioso—, nos vemos pronto.

— ¿Cuándo vendrás? —Preguntó Chari, divertida por el raro actuar de los otros dos— ¿Vivirás aquí?

— Sí, pero no tengo claro en cuál de los tres...

✔️¡Ya era hora, Mara!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora