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Llegó hasta la entrada y respondió al interfono. Su semblante volvió a mutar, esta vez a expresión de disgusto.

— Vale. ¡Javier, ya está aquí tu padre! —Anunció.

El niño corrió hasta la entrada con la mochila a cuestas y una gran sonrisa en el rostro. Mara quería darle un beso pero él se había estado portando muy mal con ella, eso hizo que se detuviera.

— Adiós —Le dijo únicamente.

El chiquillo la miraba enfadado, retándola con la mirada. Ni siquiera respondió a su madre cuando quiso pasar a su lado ignorándola.

— ¿Qué está pasando aquí? —Cuestionó Raúl, quien no había perdido detalle.

— Nada —Respondieron al unísono Mara y su hijo. Raúl arqueó una ceja y se cruzó de brazos.

— Que te cuente mi madre —espetó el menor—, aunque, bueno, ahora que tiene otro sustituto no creo que te quiera decir mucho.

Mara abrió la boca escandalizada. Raúl frunció el ceño y miró a ambos con expresión inquisidora. Javier sonrió socarronamente, había conseguido lo que quería. El timbre volvió a sonar, la mujer respondió molesta.

— ¡Ya va! ¿Cómo que te vas sin él como no baje ya? ¡Está cogiendo sus cosas! —Gritó antes de colgar furiosa el telefonillo—. Vete ya —Dijo a su hijo.

— Sí, sí... Tranquila, ya te dejo para que veas con cuál de los sustitutos te quedas.

Aquello fue el detonante. Mara levantó la mano y la estrelló contra la mejilla del crío. Le dolió en el alma, tanto o más que las heridas que él le estaba causando, pero tenía que pararle los pies porque aquello ya pasaba de castaño oscuro. Raúl, atónito, no podía mediar palabra.

La puerta se abrió y Javier se giró hacia Raúl, rabioso por el sopapo que había recibido decidió terminar de explotar.

— Está con el vecino —Raúl tembló ante aquellas palabras—. Ya decía mi padre que es una puta...

Dicho esto, cerró de golpe la puerta. Tal cual se cerró el timbre volvió a sonar. Al mismo tiempo Marcos comenzó a llorar. Mara explotó, sin importar nada ni nadie.

— ¡Que ya va, gilipollas! Como vuelvas a tocar el timbre te corto las manos, ¡pedazo de cabrón!

Colgó y, con los ojos llenos de lágrimas, corrió al salón para atender al pequeño de sus hijos. El chiquitín se calmó al momento de estar en brazos de Mara, a pesar del estado en que ella se encontraba. Raúl seguía observando, aquella no era la mujer que él conocía. No la recordaba llorando, no la recordaba gritando así a Javier, menos golpearlo, y para nada la había visto así de desquiciada con Manuel a pesar de las mil putadas que le había hecho.

— ¿Qué coño ha sido eso, Mara? —ella no respondió, sólo meció a Marcos— ¿Qué es eso de que estás con el vecino? ¿¿Qué vecino??

En aquel preciso momento se escuchó una puerta abrirse no muy lejos. El reconocimiento se abrió paso en la mente de Raúl y lo impulsó a salir corriendo. Mara lo vio y depósito a Marcos en el parque apresuradamente antes de correr tras él.

— ¡Tú! ¡Hijo de puta! —Gritó Raúl—. ¿Qué coño te has creído? —Mara llegó al lugar al tiempo exacto de sujetar a Raúl que parecía querer golpear a un Axel confuso— ¿Que podías meterte entre las piernas de mi mujer y yo me iba a quedar callado?

— ¿Mujer? —Cuestionaron Axel y Mara.

Axel vio como Raúl se escapaba de Mara para tratar de lanzarse sobre él, creyó que le atizaría, pero no llegó a suceder. El golpe lo recibió ella al interponerse.

✔️¡Ya era hora, Mara!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora