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Henry

Ya había amanecido cuando llegamos a la entrada del túnel, la cual estaba detrás de la casa. Papá nos esperaba ahí.

Iba a ser un día soleado, ya en ese momento tenía calor. Aunque debía ser por la carrera que dimos.

Nos acercamos para que papá encerrara nuevamente en las jaulas a el chico. Llegamos y Erick tiro al chico en el suelo para que papá lo tomara.

Papá era un hombre alto, con ojos color café, y el cabello negro, corto como el de Erick. No era ni muy gordo ni muy flaco, estaba en peso normal. Tenía treinta y cuatro años ene se entonces. Su nombre era Ernesto Róel. Su poder era una perfecta visión, la cual no era de mucha ayuda. Yo me parecía mucho a él, y Erick solo en algunas cosas como en el porte al caminar y la nariz.

–Qué bueno, lo atraparon, no sería bueno que se escapara estando tan cerca el viernes. Bien hecho chicos– nos felicitó papá.– Son iguales a mí que en mi juventud. Hicieron un buen trabajo.

–Gracias papá– contestamos los tres a coro.

–Pero yo diría que aún lo haces muy bien, y lo podrías seguir haciendo bien por mucho más tiempo, solo tienes treinta y cuatro– dije.

Mis hermanos asintieron.

–Últimamente no nos has estado ayudando. Parece que te entro flojera o ya te dio la menopausia– se burló Elena.

–La menopausia solo le da a las mujeres– comenté con el ceño fruncido mirando a Elena, quien estaba a mi lado.

Elena me miro como si me quisiera dar un tortazo.

–Ese es el chiste– replico mirándome mal.

Cuando Elena cumplió sus quince años, papá dejo de ir a capturar personas. Siempre se quedaba haciendo otras cosas en la casa, o se iba a yo no sé dónde en una de las camionetas. Aunque siempre en las mañanas se quedaba atendiendo a los animales.

En el caso de mamá, se quedaba en la casa haciendo las tareas del hogar. Sobre todo haciendo comida. Siempre regresábamos hambrientos, y eso que muchas veces comíamos frutos del bosque.

–Ya les dije que lo hacen muy bien– se defendió papá, con una sonrisa.– Y si, aun soy joven pero ya estoy cansado. Desde que tengo conocimiento ando capturando personas.

No era excusa. Pero aun así se la dejábamos pasar. Mis hermanos y yo sabíamos cómo arreglárnosla para capturar personas, nuestros poderes eran muy buenos, sobre todo el de Erick, y su puntería. En cambio el de papá no le funcionaba mucho, así que se le hacía más difícil que a nosotros hacer esa tarea.

–Excusas– lo acusamos Elena y yo solo por fastidiar.

Todos se rieron excepto Erick, quien respiro profundo y miro en otra dirección.

De repente, mi estómago gruño. Todos me miraron sorprendidos, al parecer hizo demasiado ruido. Sonreí avergonzado.

–Bueno, será mejor que entren a ayudar a su madre a cocinar– nos ordenó papá. – Iré en cuanto termine con los animales.

Todos pusimos mala cara, sobre todo Erick. Ni a él ni a mí nos gustaba ayudar a mamá en eso, así que solo nos sentábamos a la mesa a verla como se movía por la cocina junto a Elena.

Nos dirigimos hacia la casa lentamente no teníamos prisa en llegar.

Nuestra casa era de madera, muy bien construida, debo decir. Tenía tres habitaciones, la de nuestros padres y la de Elena eran grandes, no mucho, pero comparadas con la pequeña habitación que compartía con Erick, eran enormes.

Róel: La RebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora