Róel: La Rebelión

16

Elizabeth

Estábamos en la orilla del río, al cual Elena había caído desde un acantilado. Víctor se lanzó a rescatarla. Este, tuvo que darle respiración boca a boca ya que al parecer trago mucha agua. Fue un momento un poco gracioso porque Henry pensó que Víctor estaba besando a Elena. El problema era que Henry, Elena y su otro hermano habían crecido lejos de la civilización, por eso no sabían muchas cosas, por ejemplo: ni él ni Elena, y supongo que su otro hermano, sabían nadar.

Después de unos segundos intensos, Elena comenzó a respirar. Víctor la levanto del suelo y la sentó con mucho cuidado. Todos estaban asustados, en especial Henry.

–¿Cómo te sientes?– le preguntó Víctor a Elena.

Víctor estaba aguantando a Elena por la espalda. Parecía estar muy interesado en saber cómo se sentía, o debería decir: en ella. Elena respiraba con dificultad y estaba aterrada.

–En el agua...– murmuró Elena respirando entrecortada y muy nerviosa.– Habían muchos...

–¿Muchos qué?– preguntó Víctor preocupado.

–Eran como...– Elena no pudo terminar.

Henry se acercó y la miro directamente a los ojos. Los demás permanecimos de pie mirándolos confundidos y asustados.

–¿Qué fue lo que paso?– preguntó Henry asustado.– ¿Qué viste?

Por un momento pensé que Elena no diría nada. Su mirada estaba perdida en algún terrible recuerdo.

–Cuando estaba luchando por permanecer en la superficie, algo me agarro por las piernas y me hundió. Por un momento no quise abrir los ojos... pero lo hice. El agua tenía una tonalidad roja y alrededor mío había muchas criaturas extrañas vestidas de negro y con los rostros desfigurados. Más bien parecían sombras– Elena estaba muy nerviosa.– Pero lo que más me asusto... fue cuando mire hacia abajo. La muerte era quien me había hundido, y continuaba arrastrándome hacia el fondo, el cual no se veía, todo era oscuro.

Sentí escalofríos. ¿Qué demonios estaba diciendo Elena? ¿Por qué vio eso? ¿Acaso estaba loca? ¿O era real?

–No entiendo– dije con toda sinceridad.

–Yo tampoco– concordó Víctor, quien aún sostenía a Elena.

Henry y Elena se miraban, Henry estaba pensando y Elena miraba a Henry esperando que hablara.

–Deben ser demonios. La muerte es uno de ellos– susurró Henry. Por suerte estaba cerca y lo pude escuchar.

–¿Demonios?– preguntó Víctor sorprendido.

–Creo que la muerte nos quiere llevar– mencionó Henry ignorando a Víctor.

–Eso suena... horrible– musitó Jennifer dando a demostrar el horror que sentía.

Yo pensaba lo mismo. ¿Pero cómo era posible que ellos vieran la muerte? Comencé a creer que estaban locos de verdad. Entonces recordé mis conclusiones de la noche pasada antes de dormirme.

–¿Ustedes le rendían tributo a...?– no pude terminar de hacer la pregunta.

Henry y Elena me miraron asustados. Mis amigos y mi novio también me miraban asustados, como si no quisieran que dijera lo que estuve a punto de decir.

–Durante toda nuestra vida nuestros padres nos dijeron que eso estaba bien– dijo Henry con la voz entrecortada.– Aunque en cierto punto, Elena y yo comprendimos que no estaba bien.