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Elena

Estaba trepada en un árbol recogiendo algunas frutas. No tuve que buscar mucho un árbol con frutas, habían varios en el área, por eso ya casi acababa. Cada vez que lograba coger una fruta la tiraba en el suelo. En ese momento, tire una.

–¡Auch!– se quejó alguien desde abajo.

Había estado tan concentrada en lo que estaba haciendo, que olvide prestar atención a los ruidos de mi alrededor. Me asuste inmediatamente, pero, la voz se me hizo familiar, y no era la de alguno de mis familiares. Mire hacia abajo con cuidado de no ser visible, y vi uno de los chicos, de hecho era el que se había escapado la mañana pasada, aquel que me miraba de forma extraña.

Él me había localizado y me miraba mientras se pasaba una mano por la cabeza. Me sonrió y yo le devolví una sonrisa avergonzada.

Baje del árbol lo mas rápido que pude.

–Lo siento, no mire hacia abajo– me disculpé mientras me bajaba del árbol.

–No te preocupes, solo vine a ver si necesitabas ayuda– comentó mientras recogía las frutas buenas.

Yo toque el suelo en ese momento. Él me miro de esa forma extraña, con una expresión serena, como si me contemplara. Sentí algo muy extraño al mirar sus ojos, fue como una corriente que congelaba cada parte de mi cuerpo. Fue la primera vez que lo sentí. Algo pasaba.

Él tomo aire ruidosamente mientras dejaba de mirarme. Estuve a punto de preguntarle porque me miraba así, pero hablo antes que yo.

–Creo que aún no nos presentamos. Mi nombre es Víctor– su sonrisa me dejo aún más helada. ¿De dónde había salido este chico? Ah claro... mis hermanos y yo lo atrapamos hace dos días. ¿Acaso era el quien me estaba atrapando con esa mirada y esa sonrisa?

Aparte mi mirada de sus ojos solo para mirarlo desde sus pies y terminar nuevamente perdida en su mirada. Por supuesto que esto debió ser algo incómodo para él, pero, no me importo. No me había fijado bien, pero Víctor era realmente... guapo. Era musculoso, y tenía unos ojos hermosos.

Me quede muda por un momento. El frunció el ceño al ver que no respondía.

–Mucho gusto, el mío Elena, aunque... creo que ya lo sabías– me sentía extraña hablando con él.

Otra vez nos miramos directamente a los ojos, y sentí lo mismo que había sentido hacía unos momentos.

–Si así es– acertó mientras me observaba.

Había alzado su camisa y había puesto las frutas en ella. Mire su abdomen desnudo y casi tuve que acercarme al árbol y aguantarme del tronco. Era como el de cualquier modelo de las revistas que veía junto a mi madre. Por un momento quise saber cómo se sentiría al tocarlo, pero, me contuve, ya que eso sería completamente inadecuado.

–¿Crees que sea suficiente?– pregunté apartando mi mirada antes de que mis manos me traicionaran y lo tocaran.

El me miro directamente a los ojos, igual que yo a él... otra vez.

–¿Qué cosa?– en ese momento se le cayeron todas las frutas, digo creo que fue eso, porque solo miraba sus ojos, igual que el a mí.

–Las frutas– en ese momento ambos nos inclinamos para recogerlos.

De repente nuestras miradas se encontraron otra vez. Oí como su corazón comenzó a latir más rápido. Ambos comenzamos a reír estúpidamente, como dos tontos.

Róel: La RebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora