Róel: La Rebelión

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Elena

–Henry es nuestra única esperanza– susurro mamá antes de soltar su abraso.

Me miró fijamente. Sus ojos estaban cansados de llorar. Seco mis lágrimas y luego sonrió con esperanza.

–Sé que él nos rescatará– dijo mamá.

No me quería engañar. Eran muy pocas las probabilidades de sobrevivir.

Dadas las circunstancias, supuse que seriamos sacrificados esa misma noche.

–Espero– hablé.– Con Erick así, no creo que podamos sobrevivir a esto.

–Te equivocas– dijo el hombre.

Lo mire automáticamente. Estaba agarrado de las rejas y me miraba. La mujer también me miraba, solo que un poco más lejos. Sentí como las manos de Víctor tocaban mis hombros. Mamá lo miro y frunció el ceño.

El hombre iba a hablar pero mamá interrumpió.

–¿Que sucede aquí?– preguntó mamá mirándonos a Víctor y a mí. Víctor retiro sus manos automáticamente. Mamá sonrió.

–Por eso los capturaron juntos– supusó mamá.

Mamá se acercó a Víctor y le toco el rostro. Miro fijamente sus ojos.

–No solo puedo hipnotizar a las personas al mirarlas a los ojos– susurró mamá aun observando los ojos de Víctor. – También puedo ver cómo son en su interior. Algo que todo este tiempo me hacía sufrir. Y veo que tu corazón es...

Mamá miro fijamente los ojos de Víctor, como si viera lo más maravilloso del mundo. Lo que realmente para mí lo era.

Sus ojos... Era lo más hermoso que había visto. No era por su tonalidad o alguna otra cosa que tuviera que ver con su aspecto. Era lo que me hacían sentir. Amor, protección, calentura, esa extraña sensación de querer quedarme ahí mirando sus ojos para siempre.

–Me alegra que hayas encontrado a un joven tan sincero. Con un pasado tan horrible como el tuyo. Pero que esta tan arrepentido como tú. Eres hermoso Víctor.

¿Cómo mi madre sabia su nombre? Que yo recordara en ningún momento lo habíamos mencionado.

Tal parece mamá se dio cuenta de mi confusión.

–Puedo ver muchas cosas en los ojos de las personas, hija. No lo había dicho, realmente siempre fue mi secreto.

Estaba más que sorprendida.

–¿Por qué no lo habías dicho?– pregunté.

–Creo que es el poder que Dios me concedió– explicó mamá.– Siempre muy en el fondo quise salir de esa religión. Para empezar, entre solo para que no me mataran. Además que tu padre me gustaba. Pero realmente, siempre continúe creyendo en Dios. Solo que si demostraba hacerlo, tendría que morir.

Abrasé a mamá.

–Gracias por ser mi madre,– susurré– y por estar con nosotros cuando más te necesitamos.

–Por supuesto hija– mamá acarició mi cabello.

Solté el abraso.

Mamá llevo mi mano hacia la de Víctor. Miré a Víctor y le mostré una sonrisa. Él me la devolvió. Pareció avergonzarse un poco.

–Hay algo muy extraño en ustedes. Un amor muy intenso, como si llevaran años de conocerse. Es como si hubiesen nacido para estar juntos.

Las palabras de mamá fueron como muchas agujas espetándose por toda mi piel.