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Elizabeth

–¡No puedo creer que estemos aquí encerrados!– fue lo primero que oí cuando comencé a recuperar el conocimiento.

Definitivamente debía ser Jennifer por su voz chillona.

Yo estaba tirada en el suelo en los brazos de alguien, supuse que era Bill ya que sentí su delicioso aroma cerca de mí. Además de que eran unos brazos fuertes. Aunque Nick también lo era, él no me tomaría en brazos estando Bill cerca.

–Está despertando– notó Ángela, le reconocería la voz donde sea.

–¿Elizabeth, mi amor, me escuchas?– me pregunto mi amado novio.

Entonces pude abrir los ojos y aunque al principio veía borroso, pude comprobar que era Bill quien me tenía en brazos. Todos estaban cerca de mí observándome con mucha preocupación reflejada en sus rostros, también note miedo.

–¿Hay, se estará muriendo?– pregunto Jennifer aterrorizada, me dieron ganas de contestarle pero decidí no malgastar energías en eso.

–No porque ya abrió los ojos– oí a Nick contestándole con intolerancia.

Entonces por fin me sentía capas de poder articular algunas palabras.

–¿Qué me paso, dónde estoy?– pude hablar, aunque no sé si me entendieron por qué no tenía mucha fuerza.

–Estamos en un túnel, la chica y los hombres extraños nos trajeron hasta acá y nos enceraron– me contestó Bill con una voz dulce, pero, nerviosa a la misma vez.

Entonces sentí como si nada me hubiera pasado.

–¿Qué?– pregunté mientras me sentaba, Bill me ayudó.– ¿Esa gente está loca como nos va a encerrar aquí?

Aunque estaba sentada y sentía que me podría mantener así, Bill me aguanto pasando su brazo izquierdo por mi espalda, puso su mano derecha sobre mi muslo derecho. ¿Estaba tratando de consolarme? Parecía que quería otra cosa.

Todos me miraron sorprendidos. De repente sentí otro mareo y si no hubiese sido porque Bill me tenía agarrada, me hubiese caído.

–Creo que deberías recostarte– dijo mientras hacía que mi cabeza se acomodara en su pecho. Me sentía segura ahí, pero no podía dejar de escuchar y mirar lo que sucedía a mí alrededor.

–No creo que solo sea locura– dijo una voz masculina, venia de la otra jaula.

Todos nos volteamos -yo solo moví la cabeza- y vimos a tres hombres sentados en la otra jaula. Uno era bajito, el otro mediano y el otro alto. Daban algo de gracia ya que estaban sentados en ese mismo orden. Estaban tan asustados como nosotros.

–Me llamo Víctor– lo dijo con mucho orgullo– y ellos son mis amigos Jesús, y Leo. Esa gente nos atrapo ayer por la tarde cuando íbamos a acampar en el bosque.

Jesús era el chico alto, y parecía ser un buen chico, de esos de buena familia, estudioso y con muy pocos problemas. En cambio Víctor, el chico de estatura mediana, y Leo, el bajo, me parecieron ser chicos de esos de pandilla, tenían cara de ligones y no parecía que andaban en buenos pasos, aunque debo admitir que eran mucho más guapos que el otro.

Todos nos quedamos asombrados, nadie le había preguntado, al parecer estaba buscando conversación. Al final Bill rompió el silencio, nos presentó a todos, y luego le contó nuestra historia, de a dónde nos dirigíamos y como nos capturaron.

–¿Tu eres Jennifer, la que hace muchas fiestas?– preguntó Víctor señalando a Jennifer. Vaya, Víctor había ido a las fiestas de Jennifer, aunque no era raro porque: ¿Quién no había ido a una fiesta de Jennifer?

Róel: La RebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora