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Henry

Me levante y corrí a afuera aun sin saber si había sido real o si solo fue parte del sueño. Llegué hasta la puerta principal tan rápido como el viento.

Cuando llegue al balcón, mi madre y mi hermana estaban ahí. Papá tenía el rifle y Erick estaba a su lado, ambos parados afuera, como a diez pies del balcón. Más adelante estaba el chico que se había escapado por la mañana junto con sus dos amigos uno de ellos estaba en el suelo. Al parecer papá le había disparado.

–¿Cómo se atreven? ¡Lo mataron!– grito llorando el chico que se había escapado esa mañana. El otro parecía estar en un estado de shock.

Mire al horizonte y note que el sol estaba a punto de esconderse. Me estuvo raro que Elena no hubiese ido a despertarme para ir a la represa. Debió haberse entretenido con la ropa nueva.

–Es la segunda vez que escapas, agradece que ese disparo no fue para ti– mencionó papá, mientras, caminaba hacia donde estaban los chicos.

–Ustedes son malos– dijo el otro chico horrorizado.

Me encamine a donde estaba mi papá y mi hermano, quien tenia un gesto sereno. Eran muchas las personas que habían logrado escapar, pero casi nunca papá les disparaba. El rifle solo se utilizaba para amenazar. Papá debió estar de muy mal humor ese día. Él nunca había hecho algo así. Me molesto que lo hiciera, una cosa es sacrificar y otra asesinar.

–Erick... Henry, lleven a estos tipos de vuelta a las jaulas y verifiquen a los otros. Quítenles todo lo que sirva para abrir los candados– ordenó papá.

Erick tomó a ambos sujetos por un brazo y nos encaminamos al túnel. Los pobres intentaban resistirse a la fuerza de Erick. Como si eso fuera posible.

Cuando entramos los otros estaban aterrorizados, se quedaron callados pegados a la pared. Erick empujó los chicos dentro de la jaula y la serró. Ambos azotaron con la pared. Escuche un quejido muy bajo.

Él que escapo esa mañana según se dio contra la pared, así mismo bajo por la misma hasta sentarse en el suelo poniendo su cabeza entre las piernas y sus brazos sobre la cabeza. El otro se quedó de pie con la mirada fija y penetrante en nosotros. Su mirada era puro odio.

–¿Y el otro chico?– preguntó la chica bonita con la voz temblorosa.

–Paso al otro mundo– contestó Erick malhumorado, como siempre.

Erick se acababa de voltear para mirar a los demás que estaban en la otra jaula.

La chica se tapó la boca horrorizada y las otras dos chicas la abrasaron.

–¿Qué nos quieren hacer? ¿Por qué no nos dejan ir?– exigió el chico cojo, quien se acercó a Erick lo más que le permitió la reja.

Ya no cojeaba tanto. Realmente tuvo suerte. Varias veces Erick había roto piernas y brazos cuando las personas hacían el papel de valientes.

–Eso no te importa. Ahora dennos esos aretes que tienen en las manos, estoy seguro que eso están utilizando para intentar abrir el candado– pidió Erick.

El chico le dio el arete, Erick lo tomo y luego se volteó para mirarme.

–Henry, quédate aquí y vigílalos– me ordenó.

–Pero...

–¡Solo hazlo!– sentí como si algún animal me hubiera gruñido.

Me iba a quejar porque tenía pensado salir para ir con Elena a la represa, ya que tenía muchas cosas de hablar con ella. Pero Erick era mi hermano mayor, y la verdad es que muy en el fondo sabía que tenía que quedarme, quisiera o no.

Róel: La RebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora