Tomé el primer autobús, que me llevaría de nuevo a casa, luego de caminar de la iglesia a la parada más cercana. Esa sensación de sentirme perseguida seguía ahí, aunque hacia todo lo posible por ignorarla, por distraerme, o tratar de encontrar una explicación que me brindara consuelo.
Subí con pasos accidentados y me dirigí a los últimos asientos. Me senté en una de las penúltimas filas, casi en seguida la lluvia intermitente, empezó a ser más fuerte. ¡Lo que faltaba, lluvia el día de mi cumpleaños! ¿Acaso podía empeorar?
Tal vez lo prudente no era andar sola por ahí, con una voz en mi cabeza que seguramente era una alarma roja de estar enloqueciendo. Ni si quiera podía contarlo a alguien. ¡Podría terminar en un psiquiátrico!
Me había obligado a mí misma a ignorar, a olvidar.
Por varias horas traté de controlar esas sensaciones que me mantenían anclada al suelo. ¿A que me estaba enfrentando?
La imagen del cuadro venía a mi mente, esa mujer rindiéndose a la oscuridad. A aquel ser, cuando me sentí mejor, me di cuenta que el sol en un par de horas iba a ocultarse, era horario de invierno lo que significaba que el sol se ocultaba a las siete de la tarde. Seguro mis padres estarían preocupados por que aproximadamente llegaría a mi casa a esa hora.
El chofer bajo la velocidad y puso a funcionar los parabrisas casi al tope. La lluvia era tan cerrada que no había mucha visibilidad. Todo se complicó cuando hubo un apagón. Todo quedo en la oscuridad y las luces del autobús no bastaban para iluminar el camino incierto que teníamos de frente. Apenas se podía ver el camino, de frente se veía una mancha oscura, una silueta que parecía un gran cuerpo que obstruía el paso. Al estar más cerca, demasiado cerca claramente se distinguía que era una camioneta boca arriba en el camino. Bloqueando el paso de los carros.
— ¡Frene! — Escuche que un señor le gritaba al chofer. Fue cuando volteé. Sentimos el jalón, pero el autobús siguió deslizándose. Todo fue rápido.
El chofer trato de girar el autobús para evitar el choque de manera frontal. El movimiento fue tan brusco que golpeé mi cabeza con el asiento delantero. En seguida sentí como chocábamos por el costado con la camioneta. El autobús deslizó aún más a la camioneta negra que estaba boca arriba. Al contacto varias ventas se rompieron, dejando que los pedazos del cristal salieran volando hacia todas partes. El rechinido de los autos era insoportable. ¡Estaba aterrada! ¿Iba a morir?
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Cuando la muerte se enamore
FantasyLIBRO 1 ¿Qué es lo que pasaría, si la muerte te perdonara la vida? ¿Si aquel ser extraño al que muchos le temen, pudiera ¿De verdad aquel ser es tan cruel y despiadado? O sólo es un ente que vaga solo en las penumbras, un ser odiado por muchos y...