¡Corre!

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Estaba tan asustada, mis dedos se sentían rígidos apenas podía controlar mi agitada respiración, que contrastaba con la sensación de opresión en mi pecho y hacía que tuviera la sensación de estarme asfixiando

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Estaba tan asustada, mis dedos se sentían rígidos apenas podía controlar mi agitada respiración, que contrastaba con la sensación de opresión en mi pecho y hacía que tuviera la sensación de estarme asfixiando. Me faltaba el aire y eso me hacía entrar más en pánico.

Era probable que fuera debido al golpe provocado por la caída. Para tratarse de un mundo más espiritual, y no tener un cuerpo físico, todo se sentía tan real, lo suficiente para sentir el dolor que recorría mi cuerpo de pies a cabeza. Me sentía agotada, pesada. Miré esos ojos cafés en ellos podía ver una gran preocupación. Leo estaba aún más exhausto que yo, y se había llevado la peor parte al caer por un risco cuando huíamos de unos seres que no había visto jamás o imaginado. Seres que poseían cráneos alargados, cuerpos delgados y altos, con piel de serpiente. En el cráneo llevaban restos de lo que parecían un penacho. Lo que debían ser manos, eran más parecidas a garras de un halcón.  Aquellas mismas habían dejado algunos rasguños que ardían en mis brazos.

Cuando corríamos en medio de aquella niebla, resbalamos y caímos sin más. Leo alcanzó a agarrarme y me abrazó lo que me protegió de la caída. Leo estaba agitado, y su respiración era arrítmica.

Aquellas figuras nos habían tomado por sorpresa cuando estábamos cerca del río, íbamos a tomar la balsa para cruzarla, pero aquellos seres aparecieron en la orilla, parecían custodiar el río de los muertos.

Aquello era algo impresionante, toda la orilla estaba custodiada por aquellas criaturas, primero pensamos en sólo observar, lo hicimos por un buen rato, hasta que llegamos a la conclusión de que no se moverían ahí. Era estremecedor su aspecto, te hacían estremecer, parecían estatuas.

— ¿Crees que se vayan a mover?— Preguntó Leo, más bien para que le confirmara en voz alta lo que ya sabíamos.

— Si, claro. Irán a traerte unas margaritas.—  Dije con ironía.

—No sería mala idea— Contestó con desdén, mientras yo le contestaba con un codazo.

—No creo que les guste la idea, y además necesitamos salir de aquí antes de que nuestro amigo con máscara blanca se presente, creo que sólo queda correr e intentarlo. El camino hacía la balsa esta libre y ellos están quietos.— Interrumpí a Leo.

— ¡Claro! Al menos hasta que decidan ir tras nosotros.— Dije algo histérica. En realidad la idea de ser apresada por esas cosas no me encantaba. Tan sólo ver ese aspecto de piel de algún reptil, me daba un ataque de pánico. 

Además estaban las alucinaciones con Leo, y no me hacían nada bien, había tratado de ahorcarlo, había desvariado que lo besaba ¿cuál sería la siguiente locura con él? MI infierno personal quizás también podría ser sentir algo por Leo, sería traicionar a Nahek. Quizás eso explicaría esas alucinaciones con él.

  — Creo que nuestras opciones se reducen a esperar una eternidad aquí a que se muevan o...—  Leo me interrumpió.

— Enfrentarlas.—  Dijo él, mientras yo asentía. No sé que era más aterrador, enfrentarse a esas criaturas o aquel ser de máscara blanca, que además parecía jugar con nuestras mentes. La otra vez mientras estaba durmiendo había terminado con mis manos alrededor del cuello de Leo, quería tratar de asfixiarlo. Los ladridos de Dante me despertaron de aquella pesadilla. 

Cuando la muerte se enamoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora