Caminaba custodiada por aquella bestia, mi corazón palpitaba con fuerza. Quería desmoronarme, pero debía de enfrentar mi destino con valentía, tenía una razón para hacerlo. Tenía a Nahek, debía de ser una reina a su altura, debía de convertirme de una buena vez en la gobernadora del Mictlan. Era su esposa y su dama, si debía de hacer una jugada de sacrificio, la haría.
Caminamos por los pasillos, a la vez que todo se oscurecía. Todo a su paso era consumido por la oscuridad, ahora entendía más porque la llamaban así. Ella tenía la capacidad de dar vida, pero también de destruirlo todo, al final de este se veía una luz radiante, azulada.
Lilith iba adelanté caminando con orgullo. Mientras su larga cabellera que cubría su cuerpo, se movía junto con sus caderas. Era mucho más alta que yo, quizás ser diosa tenía que tener sus ventajas.
Llegamos a una torre, reconocí la iglesia que se encontraba en la zona central de la ciudad, esta estaba a un costado de aquella construcción que estaba formándose. Sentí rabia de ver la ciudad destruida al menos la iglesia que había conocido de niña seguía intacta, aunque quizás no lo seguiría por mucho.
El suelo vibró y vi como de esta se desprendía un polvo fino que poco a poco iban convirtiéndose en una mesa sólida y una silla en medio de gran tamaño asemejando a un trono. La mesa era enorme, después vi que varios humanos como robots marchaban con comida preparada. Lilith los había tomado como esclavos. Ellos tenían la mirada pérdida, como si para ellos esto solo fuera una pesadilla. Tragué saliva y apreté mis puños y mandíbula.
—¡Vamos de algo tenían que ser útiles! Además yo misma cree cada una de esas delicias, frutas sobre todo. Son exquisitas, mi gusto por las fresas o por aquella fruta color naranja y jugosa. Es un lástima que esto vaya a desaparecer con este mundo, o quizás no. Quizás aún haya algunos ejemplares en la corte de los dioses, porque amaban mis creaciones, de eso si nunca se quejaron.
Ven Adara, siéntate a mi lado.— Esta vez volteó a verme, e hizo una mueca de disgusto.
— Querida te hace falta algo más... Más elegante, ¿así dicen ustedes no?— Dijo mientras me miraba de pies a cabeza, me sentí intimidada, desnuda, pero no bajé la cabeza, mi orgullo podía más, debía de poder más. No debía de mostrar debilidad. Así que no esquivé su mirada.
— Es mejor que vistas a la altura querida.— Me dijo mientras sentí cosquillas en el cuerpo.
Mi cuerpo se iba rodeando de piedras preciosas y telas. Era como una versión creepy de un hada madrina. De pronto me vi envuelta en un bello en un bello vestido largo de manta, mientras que en mi brazo había una joya plateada serpenteando hasta llegar a mi cuello.
— Ahora si pareces una reina Adara. Además está es una cena en tu honor, en mi honor, mereces estar vestida a la altura.
Tenía ganas de quitarme todas esas joyas innecesarias. De salir corriendo o mejor aún clavarle uno de esos cuchillos que estaban poniendo en la mesa. De pronto me asusté más por mis pensamientos oscuros, que por ella.
— Siéntate.— Dijo con un tono calmado, mientras ella iba hacia la parte central, a tomar el lugar de aquel trono, era muy parecido a aquella base en la que había dormido mientras estaba atrapada en el infierno. No quería obedecerla, y ella lo notó. Su mirada se tornó oscura y volvió a decir lo mismo, está vez con un tono autoritario. No quería obedecerla, pero mi cuerpo se movía contra mi voluntad. Comprendí entonces que podía hacerme cumplir sus ordenes a voluntad. Definitivamente ella era mucho más fuerte que yo.
<<¿Qué pensabas? ¿Que tendrías una oportunidad Adara?>> Pensé para mí misma, mientras mi cuerpo se sentaba junto a ella, todo me dolía, quería resistirme pero no podía. Aunque sí la miraba con odio.
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Cuando la muerte se enamore
FantasyLIBRO 1 ¿Qué es lo que pasaría, si la muerte te perdonara la vida? ¿Si aquel ser extraño al que muchos le temen, pudiera ¿De verdad aquel ser es tan cruel y despiadado? O sólo es un ente que vaga solo en las penumbras, un ser odiado por muchos y...