Volveré pronto

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Me llené de impotencia cuando la vi recostada, repetía su nombre como un loco

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Me llené de impotencia cuando la vi recostada, repetía su nombre como un loco. Mientras corría hacía ella. Pude ver cómo había reaccionado a mi voz, me miró. Y justo cuando llegué a su lado, ella ya se había ido. No había alcanzado a detenerla. Ella se había ido.

Ahora sólo me quedaba su mano entre las mías. Estaba lleno de tantas emociones que no comprendía, sentí algo recorrer mi rostro. Estaba ¿llorando? Así es cómo lo llaman los humanos.

Yo, el gran señor de los muertos, estaba llorando por esa mujer tan terca de la cuál me había enamorado.

Sentí un toqué en mi hombro, quizás era ella. Luego escuché que Adam me decía que ella estaba ahí. Sentí un alivio momentáneo. 

Luego volví a sentir esa cosa que parecía enredarse en mi interior, y me apretujaba ese músculo que llamaban corazón.

Me levanté y traté de buscarla, aunque fue inútil, ella no estaba, no la veía y me preocupé.

  — Sólo vez a las almas que han muerto.—  Escuché, y tenían razón, Adara no había muerto. Sólo había sido separada de su cuerpo terrenal.

Mi reacción fue tardía, sentí una presión sobre mis labios, seguramente era un beso de despedida. Mi reacción inmediata fue ir a cerrar el espejo de la muerte.  

Pero de nuevo había llegado tarde. Al tratar de cruzar por él, era cómo si me topará con algo sólido. Adara seguramente la había cerrado desde el otro lado.

Traté de romper el cristal sin medir las consecuencias, pero nada le pasó, parecía que nada lo dañaba. 

Adara me había excluido de sus decisiones. Estaba enfadado, mi instinto era romper a cómo diera lugar aquel espejo, y traerla de vuelta.

De reojo vi la mesa que contenía las bebidas y sin pensarlo dos veces las aventé con rabia al espejo. Pero sólo logré que se rompieran en varios pedazos y los líquidos de diferentes colores se mezclaban.

De nuevo me acerqué al espejo y me dejé caer. ¡Un maldito segundo que hubiera llegado antes y hubiera podido detenerla!

Adara era tan terca. Me había abandonado, se había ido. Y no podía cuidarla, no iba a poder cuidar de mi dama.

Esa mujer me iba a volver loco, hacía que pasará por todos los sentimientos humanos. Y eso me volvía loco, no podía lidiar con ellos a la vez. Empecé a sentir un dolor en el pecho, en la cabeza. 

No me había dado cuenta que mis manos estaban recargadas en los pedazos de vidrios. Mis manos sangraban pero no le di importancia. Miré el espejo esperando verla, pero nada, sólo era un endemoniado espejo.

Recordé que aquel ser poco agradable había dicho que Adara me había dejado algo, además debía de ponerla cómoda. Iba a asegurarme de que la cuidarán cómo correspondía a la Dama de los Muertos. Lo mejor era mantenerla ahí oculta de todos, ella estaba vulnerable, y sería mejor mantenerla en el templo, y que nadie más supiera que la Dama de los Muertos se había separado de su cuerpo físico para evitar que quisieran atacarla.

Cuando la muerte se enamoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora