Estábamos todos sentados alrededor de la mesa, el silencio incómodo reinaba. Yo divagaba en mis pensamientos, y los demás creo que no se atrevían a dirigirle la palabra al señor de los muertos. Apenas se oían los cubierto al chocar con los platos.
Leo y Amelia comían como si estuvieran en cámara lenta, estaban conmocionados al ver al Dios de la muerte, sentado en mi comedor. Apenas si pestañeaban.
Yo estaba de lo más divertida, tenerlo ahora era algo perturbador, era lindo pero también hacia que mis sentimientos estuvieran totalmente fuera de control.
Mientras comía con el tenedor, lo miraba detenidamente. Esos ojos azulados, o grisáceos, creo que ese color cambiaba constantemente y ahora que era humano dependía de lo que sentía el cambio de color, pero siempre estaban entre estos dos colores, jugueteando con mi mente.
Sus labios eran delgados pero lo suficientemente perfectos para besarlos, eso me llevó a recordar esos besos fugaces. Y por supuesto el último. Esos recuerdos hicieron que casi me atragantará con un pedazo de las papa. Tosí un poco y luego tomé el vaso de jugo que estaba frente a mí.
Todos voltearon y miraron. Seguramente ahora por sus cabezas pensaban que yo era la que estaba intimidada. Si en realidad supieran mis lo que pasaba por mí mente, esperaba que Nahek no pudiera leer mis pensamientos ahora que era humano.
Recuperé la compostura y de nuevo me atreví a mirarlo. Estaba preocupado, lo supe cuando vi que su quijada estaba tensa. Eso hizo que su rostro que estaba delineado por dos lineas perfectas que lo hacían ver varonil se tensará, debía de dejar de verlo de esa forma.
Su pelo era espeso, lacio y le sentaba tan bien el platinado a pesar de que era algo moreno claro.
Su piel parecía más blanca de lo que en realidad era. Suspiré sin darme cuenta al ver que en su mano derecha llevaba el anillo oscuro de obsidiana que le había puesto aquella noche.
Aún recordaba sus palabras.
— ¿Y lo harás por mí Adara? —
Al recordarlo tragué el agua con ansiedad. Sonaba más inteligente mi plan y más fácil de llevar a cabo cuando no lo tenía cerca. Sin embargo ahora lo único que quería era besarlo. Quería amarlo como él quería.
Empecé a morder mi labio con nerviosismo, necesitaba pensar en algo, necesitaba pensar en mi familia. Los pensamientos de todos fueron interrumpidos por la voz de Nahek.
— Adara ¿podemos salir esta noche?—
¡Oh dios! Amaba cuando sólo él me llamaba así. Me hacia sentir unida a él. Claro que en realidad había muchas cosas que hacían que cayera como una tonta con él. Esos recuerdos de cuando le tenía terror al principio era algo lejano ya.
Amelia no se contuvo, en el fondo era igual de curiosa que yo
— ¿Adara?—
Dejé el vaso sobre la mesa y le contesté. Miré a Amelia, creo que estaba un poco arrepentida. Aún no se acostumbraban a la presencia de Nahek, no yo misma me había acostumbrado a su presencia, me perturbaba, me confundía. Me hacía pensar en cosas en la que jamás había pensado.
— Así es como me llama Nahek, es el nombre que me dio cuando era solo una bebé. Claro Nahek dijo algo menos romántico como "bola de carne humana"—
Yo lo dije un poco seria, pero también para ver si podía romper ese silencio incomodo y solo estar escuchando como chocaban los cubiertos con los platos.
Amelia fue la primera en reírse de lo último que dije.
— ¡¿En serio te llamo así?!— Dijo un poco sorprendida y divertida.
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Cuando la muerte se enamore
FantasyLIBRO 1 ¿Qué es lo que pasaría, si la muerte te perdonara la vida? ¿Si aquel ser extraño al que muchos le temen, pudiera ¿De verdad aquel ser es tan cruel y despiadado? O sólo es un ente que vaga solo en las penumbras, un ser odiado por muchos y...