¿Quieres saber?

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Al despertar me parecía un sueño lo que había vivido. Sobre todo el haber tenido las agallas de hablar de frente con Nahek. Podía sentir como el calor en mis mejillas las hacia verse rosadas, y ese calor que sentía acumularse en mis mejillas, cada vez que estaba en una situación incómoda.

Vi  luz inundando ese gran salón. Era una ilusión de un cielo azul, un amanecer bello. Seguramente ese no era el cielo que veíamos desde la Tierra. ¿o si era posible?

Nahek ya no estaba a mi lado, fue irresistible la idea de estirarme, así que me rodé de forma que quedará boca abajo y estirar mi cuerpo, estaba un poco entumida. No estaba acostumbrada a dormir con alguien a mí lado.

  — ¿Despertaste?—  Escuché la voz de Nahek.

— No aun no.— Le contesté. Debía levantarme, no quería enfrentarme a lo que venía, y eso era parte del problema.

Teníamos que explicarle a Isa que sucedía, en medio de la confusión ella había aceptado ayudarnos e incluso atenderme de contrabando.

Por cierto aquella herida estaba prácticamente sana. Parecía un rasguño insignificante a como lo recordaba. Iba a quedar una cicatriz débil pero estaría ahí para recordarme ese episodio.

Luego tendría que ir al hospital y tratar de evitar a Amelia para que no me presentara a sus padres. Y tendría que empezar a buscar una forma de traer de vuelta a Leo.

Todo eso podría esperar, solo quería un momento de paz y tranquilidad.

 — ¿Entonces seguro me contesto alguna otra chica loca que se ha infiltrado en mis dominios?—  Dijo con ironía y divertido Nahek.

Me gire para levantarme y poner cara de enojada. Nahek se acerco a mí. Y me jaló hacia él.

— Quizás si fuera otra chica, por que tú nunca me hubieras dicho lo de anoche Adara.—

Nahek estaba feliz, su rostro reflejaba ese sentimiento humano. Y era bueno verlo así, aunque me asustaba, esa felicidad me daba miedo. Era demasiado bueno para ser real.

— No podía seguir tratando de ocultarlo. No se supone que lo supieras, aun no. Pero esa es la verdad. Hice muchas locuras para negar lo que sentía por ti, para que no lo descubrieras. —

— Lo importante es que al fin lo sé. Lo sé de tu propia boca. —

No quería romper el momento feliz. Pero no podía evitar pensar en ese futuro desastroso que era la consecuencia de que yo me entregara a la muerte. Y lo había hecho, me había enamorado de él.  Me quedé callada, guardé mis pensamientos solo para mí. Para no arruinar estos momentos.

— Te amo Adara, y no dejaré que te alejen de mí. Eres mi dama y mi deber es protegerte.— 

— Tú deber también es mantener el equilibrio, también es el mío.—

Y también debía de proteger a Nahek, en ajedrez la dama es de las piezas más importantes, defiende al rey hasta el final. Y yo defendería a Nahek. Había tratado inútilmente protegerlo al no admitir lo que sentía por él, pero ahora ese primer intento por protegerlo había fallado. Sin embargo al recordar su rostro cuando dije esa pequeña frase, pero poderosa, con un gran significado, cuando le dije que lo amaba, su rostro cambio. Y ese momento difícilmente saldría de mi cabeza.

Mientras esos pensamientos nada positivos inundaban mi cabeza como si fuera un panel de abejas, solo una cosa me dio tranquilidad. 

Nuestras miradas se cruzaron, sus ojos eran de un azul intenso, delineados por matices plateados. Su mirada estaba sobre mí y eso me hacía sentir extremadamente nerviosa. Y al mismo tiempo me daban una tranquilidad indescriptible. 

Cuando la muerte se enamoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora