Me recosté estaba nerviosa. Le había ordenado al Tlatoani que hiciera la ceremonia.
Esta consistía en ponerme en un estado de inconsciencia. Mi alma iba a ser desprendida de mi cuerpo, ya que sólo esta podía acceder a la prisión dónde se encontraba Leo.
—Serás la Bella Durmiente de este siglo.— Dijo Canek con ironía.
— Promete que cumplirás con lo que te pedí.— Le dije con seriedad haciendo caso omiso a sus comentarios.
— Lo haré, tenemos un trato ¿no?— Dijo Cahek. Yo sólo asentí.
— Ahora relájate. Cierra los ojos y déjate llevar. Vacía tu mente, y concéntrate en ese lazo que te une con él.— Me dijo el Tlatoani.
Cerré mis ojos y sentí cómo temblaban levemente mis manos, estaban frías.
— No creas en todo lo que ves. Y no tengas miedo, al menos no dejes que se apoderé de ti, eso hará que te encuentren más rápido. Al principio verás tu propio concepto de infierno para tratar de intimidarte.— Me dijo Canek como advertencia.
— Empezaré a creer que te preocupas por mí. — Dije con ironía, sabía que en parte lo hacía, no quería que su oportunidad de lastimar a Nahek desapareciera.
— Guarden silencio.— Nos reprendió el Tlatoani.
Se empezaron a oír unas caracolas y el sonido de algo que parecían semillas cayendo.
El olor del carbón, mirra y copal inundaron todo el espacio. Había una vibra diferente, quizás estaba imaginándolo, pero sentí que mi cuerpo se iba aligerando.
— Cuando estés fuera de tu cuerpo, irás por el espejo. Y deberás cerrar la puerta desde adentro para evitar que Nahek vaya trás de ti. — Repetí lo que Canek me había dicho.
— Cuando llegué al último número, dejarás tu cuerpo.— Me adviertió el tlatoani. Las caracolas no eran ya lo único que sonaban, se empezó a escuchar el sonido de un tambor.
— Ce...— Al momento que había pronunciado esa palabra el tlatoani se escuchó el primer sonido del tambor. Sentí cómo mi corazón alentaba su latido. Lo cuál me asustó.
— Ome— Siguió un segundo ruido producido por el tambor. Supuse entonces que estaba contando en ese idioma ajeno a mi entendimiento.
— Yei— Un tercer sonido proveniente del tambor se escuchó. Sentía mi mente adormecida, cómo si me hubiera tomado toda una botella de tequila. Falta me hubiera hecho para tomar valor.
— Nahui...Macuilli... Chiacuace... Chicome... Chicueyi...—
Justo en el que debería ser el ocho, escuché la voz de Nahek. Lo que hizo que volteara de forma inconciente y abriera los ojos. Aunque los sentía pesados, tenía mucho sueño y mi cuerpo no me respondía del todo. Con mucho trabajo quise levantar mi mano para alcanzar a tocarlo.
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Cuando la muerte se enamore
FantasyLIBRO 1 ¿Qué es lo que pasaría, si la muerte te perdonara la vida? ¿Si aquel ser extraño al que muchos le temen, pudiera ¿De verdad aquel ser es tan cruel y despiadado? O sólo es un ente que vaga solo en las penumbras, un ser odiado por muchos y...