Dos columnas circulares custodiaban en cada lado la pirámide. Una gran escalinata con piedras grises como el mercurio, te llevaban hasta la parte superior del templo. Me daba vértigo ver hacia abajo, la parte fácil era subir pero para bajarlas, me imaginaba como gato sujetándome con fuerza para no caer, aunque pensándolo bien, un gato tenía agilidad y no tenía miedo a las alturas. No era para nada como un gato.
Debían ser cerca de un centenar de escalones. Pero ahora eso era lo que menos me daba pánico sino más bien aquellas figuras sepulcrales. Tal parecía que de a poco todos se volvían un poco más nítidos, y podía ver esos colores hermosos y brillantes de los adornos que llevaban, plumas y piedras de diferentes colores.
Aquella ciudad pérdida en el tiempo estaba volviendo a la vida, después de mucho tiempo. Lo que más me impresionaba eran los colores y la majestuosidad de esas pirámides, construcciones tan grandes y perfectas.
Se me hizo un nudo en el estómago no podía hablar. El Tlahtoani me había dicho que me acercara, para ello le pedí a Leo la mochila que llevaba, no podía llegar con las manos vacías, después de todo estaba en tierra de los muertos, en el templo de los muertos, para ser exactos, aunque algunos lo llamaban el templo de las calaveras, ya que a los lados en las columnas se encontraban incrustados dos cráneos humanos, creo que eran los custodios del templo.
Las palabras de la muerte no tenían sentido, ni se convertirían en realidad, para mí una cosa era que yo pudiera ser la Dama de la Muerte, pero otra muy diferente era ser la Dama de los Muertos. Aunque no había reparado en ello, es decir, no había puesto a pensar en todo lo que venía en el paquete si aceptaba ser la Dama de la Muerte.
¿Hasta qué punto podía cumplirlo? Por supuesto que no quería ser la Gobernadora de aquel reino. Ni siquiera podía conmigo misma, con mi propia existencia. ¿Cómo pretendía que yo pudiera tan siquiera pensar en ello? Y luego estaba la parte de ser su amante. ¿Amante? ¿Que era exactamente lo que eso significaba para la Muerte?
Aquellos pensamientos me torturaban, mientras yo subía la gran escalinata. Al llegar todos seguían inclinados ante mí excepto el Tlahtoani. Saque las cosas y me arrodille ante el para presentar mis respetos.
Adam quien estaba ahí presente se acercó y me ayudó a sacar las cosas. Mientras el Tlahtoani había dicho algo que no había comprendido, mi idioma y la suya no eran el mismo.
—Si te esfuerzas podrás entenderlos, eres su dama Adara, los muertos hablan el mismo idioma, no hay límites al morir, si tú quieres podrás entenderlo, lo que él hable lo escucharás en tu idioma, y lo que tu hables él, lo va a entender. — Escuché decir a la muerte en mi mente.
Y seguro también estaba al tanto de mis pensamientos de antes, ¡Dios a veces olvidaba mi falta de privacidad!
— ¿Y cómo se supone que funcionará esto? ¿Es una...bo..da ? ¿Un qué? Por qué no creas que entre tú y yo... — Ni si quiera podía decir la palabra. Me sentía como solo un objeto con el cuál negociaban, como si no tuviera voz, como era antes, cuando los matrimonios eran elegidos por conveniencia, así no se conocieran los novios.
ESTÁS LEYENDO
Cuando la muerte se enamore
FantasyLIBRO 1 ¿Qué es lo que pasaría, si la muerte te perdonara la vida? ¿Si aquel ser extraño al que muchos le temen, pudiera ¿De verdad aquel ser es tan cruel y despiadado? O sólo es un ente que vaga solo en las penumbras, un ser odiado por muchos y...