Capítulo 1

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No me podía creer que después de tanto tiempo volviese a la Tierra, aún no me creía que hubiésemos ganado el Gran Celesta.

Miraba por la ventana, observando aquel maravilloso paisaje de estrellas que puede que no volviese a ver.

—¡Riccardo!

—¿Sí, Terry?

—Llevo llamándote cinco minutos y no me has hecho ni caso, ¿en qué narices piensas?

—Disculpa, Terry, estaba sumido en mis pensamientos ¿qué querías? —pregunté aún mirando por la ventana.

—Los chicos preguntan si te parece bien jugar un partido de fútbol con vuestros compañeros del Raimon el domingo.

Desvié mi vista de la ventana hasta los ojos de Terry. Mostraban una expresión de fastidio, como siempre.

—Por mí genial.

—Estupendo, iré a decírselo a los demás. Tú sigue en tu mundo, que se te da genial meterte en él —asentí, este muchacho era incorregible.

Volví a alejarme de todo y de todos, solo mirando la galaxia, pensando en volver a ver al chico de cabellos rosaceos. Recuerdo como si fuese ayer cómo conocí a mi mejor amigo.

Flashback:

Como odiaba estar siempre solo en esta gigantesca casa, ¿para que quería yo todo este espacio si no tengo amigos con los que compartirlo?

Madre y padre siempre estaban fuera y me dejaban al cuidado del servicio, si no fuese por las fotos de mi madre cuando estaba embarazada, pensaría que era adoptado. Yo solo les interesaba como heredero de los Di Riggo y para aprovecharse de mi talento con el teclado, para obtener a costa de su prodigioso hijo.

Yo no me sentía un niño de 6 años normal, los niños de 6 años normales salían de sus casas, no tenían que comportarse en todo momento correctamente, jugaban al fútbol con otros niños, salían con sus padres, podían llorar o enfadarse y señalar con el dedo índice. Ese día estaba mas decaído de lo habitual, así que le pedí a Miriam que me llevase unos minutos al parque.

—Miriam, Miriam... ¿puedes llevarme un ratito al parque? —pregunté tirándole de la falda del vestido.

—Señorito, ya sabe que tengo que obedecerle en todo momento... Pero no creo que sus padres le hubiesen dejado salir.

—Pero mis padre no están —puse la carita mas adorable que podía y me puse de puntillas.

—Bueno... si me pone esa carita, ¿cómo decirle que no? Pero no se lo diga a sus padres, ¿vale? —guiñó un ojo y puso el dedo índice sobre su boca. Yo solo pude asentir lleno de alegría—. Voy a preparar su merienda y se la comerá en el parque.

Subí a mi habitación muy feliz, deseoso de salir de esta maldita mansión, de respirar aire fresco. Quería ver los rostros de la gente con sus distintos estilos de ropa, ya que en la mansión solo veía los uniformes blancos y negros de las mucamas.

Cuando la merienda estuvo preparada, Miriam y yo nos dirigímos al parque. Llevaba un balón de fútbol en las manos, dispuesto a soltarlo nada más llegase parque y darle unas pocas patadas, aunque no se me daba demasiado bien.

~*~

Intentaba que el balón no se separase de mis pies, pero era en vano. El balón se escapó por enésima vez de mis pies y acabó al lado de un banco, en el cual se encontraba un niño que lloraba. Los cabellos de ese niño eran de un color muy extraño, nunca había visto a alguien con el pelo rosa.

—Miriam, vuelvo en seguida.

—Vale señorito, pero no se aleje demasiado —la joven se quedó sentada sin apartar la vista de mí.

Fuí al banco y cogí el balón. Tras este acto me acerqué lentamente al niño y me senté a su lado.

—¿Qué te ocurre? —a pesar de que nunca había hecho amigos no era nada tímido, estaba acostumbrado a relacionarme con muchas personas debido a mis conciertos de piano o a los amigos que invitaban mis padres a la mansión.

—M-Me he perdido —que voz más bonita tenía aquella persona.

—Oh... No te preocupes, tengo una idea, ¿te sabes su número?

—Sí —el niño se secó las lágrimas con la manga de su jersey naranja y me miró. Jamás había visto unos ojos tan bonitos, eran de un color azul muy intenso, parecían el mismísimo cielo.

—Bien, entonces iremos a mi casa y llamaremos a tus padres, ¿está bien? Venga, deja de llorar —le sonreí ampliamente.

El niño sonrió, por un momento me pareció un ángel.

—¿Cómo te llamas? Yo soy Gabriel García, pero llámame Gabi. Me acabo de mudar y aún no conozco demasiado la zona o a las personas que aquí viven.

—Me llamo Riccardo Di Riggo. Te enseñaría las calles, pero me temo que no salgo demasiado de casa, así que no soy el más indicado.

~*~

—-Señorito, los padres del señorito Gabriel vendrán en seguida y le agradecen profundamente su ayuda, estaban muy preocupados.

—Fantástico —sonreí y subí a mi habitación, donde le pedí a Gabi que me esperase. Miraba el piano ensimismado.

—¿Te gusta mi piano? —le pregunté, entonces salió de su trance.

—Sí, muchísimo... Pero no sé tocar, solo escucho. ¿Y tú? ¿Sabes tocar?

—Claro, ¿por qué sino iba a tener un piano en mi cuarto?

—Tu casa parece un castillo, me encanta —comentó cambiando totalmente el tema de la conversación. Fruncí el ceño y puse morritos, cruzándome de brazos.

—Pues yo odio esta casa, siempre estoy aquí encerrado y solo.

—Si quieres... puedo venir otro día.

Parpadeé un par de veces, mi expresión de fastidio desapareció. Nunca venía nadie a casa, me emocioné mucho, podría hacer un amigo, alguien con quien compartir todo, alguien con quien no me sentiría solo... Por fin sería un poco más normal, más niño.

—Me encantaría.

—Oye, juegas al fútbol, ¿no? Antes, cuando estaba en el banco, vi que se te escapaba el balón. A mí es lo que más me gusta en el mundo —una vez más cambió de tema drásticamente. Sonrió cerrando a su vez los hermosos ojos azules que poseía.

—Bueno... Jugar lo que se dice jugar... Más bien intento que no se me escape el balón de los pies...

—Pues, el siguiente día que venga te enseñaré a jugar —a continuación volvió a cambiar repentinamente de tema, como antes. Gabi me parecía muy inquieto—. ¿Podrías tocar el piano un ratito? Me encanta su sonido, quiero saber cómo tocas.

Asentí y me dirigí al piano, donde me senté en la banqueta y empecé a tocar una melodía. Gabi miraba como mis dedos se fundían con las teclas y producían un sonido digno de escuchar, aunque esté mal que yo lo diga.

Sus padres pronto vinieron a buscarle, sin embargo al día siguiente volvió, sonriendo como el día anterior cuando agitó su mano para despedirse.

Salimos al jardín con mi balón, que estaba totalmente nuevo dado el poco uso que le daba.

—Tienes que intentar pasar sin que te quite el balón —me dijo Gabi.

Me pareció algo sencillo, hasta que descubrí que Gabi era un defensa excelente, siempre conseguía quitarme el balón, yo ya no sabía qué hacer para ganarle.

Los días pasaban y él seguía quitándome el balón como si nada. Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, hasta que el hecho de que Gabi viniese se convirtió en lo mas normal para todos.

Fin del Flashback.

—Por fin nos volveremos a ver, querido amigo —pronuncié en un susurro.

Volveremos a jugar juntos al fútbol {TakuRan} [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora