Capítulo 14

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—Ya veo que te has declarado— una voz grave y que conocía demasiado bien hizo que me separase de Gabi, además de que se me agotaba el oxígeno—. Bueno, no os interrumpo entonces —Víctor cerró los ojos y se metió las manos en los bolsillos, después siguió su paseo con una leve sonrisa.

Me encanta como dice que no nos interrumpe... Interrumpiéndonos. Pero así es Víctor, y de ese modo le tengo en alta estima, no cambiaría nada de él, ni de ninguno de mis compañeros.

—N-no sabía que sentías eso por mí... —Gabi estaba sonrojado hasta las orejas, se veía tan adorable—. Además, ¿por qué lo sabía Víctor antes que yo? Me parece injusto —protestó haciendo un mohín.

—A decir verdad, yo tampoco lo supe hasta hace unos días, y creo que seguiría sin saberlo de no ser por Víctor, él me hizo ver que te quería como algo más. Así que no te enfades porque él lo supiera antes que tú, es más, dale las gracias —le cogí las manos, blancas y suaves cual porcelana, y él se sorprendió un poco ante este acto. Comencé a dibujar círculos invisibles en ella, a sentir su piel bajo mis yemas. Desde que volví, hacer contacto con su piel hacía que una energía recorriese mi cuerpo de arriba a abajo—. Gabi, ¿recuerdas el día en el que ambos tuvimos  a una pesadilla? —pregunté mirándole directamente a los ojos, ya que antes  a mi vista estaba enfocada en sus delicadas manos. El mencionado asintió—. En ese desgraciado sueño, vivía cómo poco a poco te alejabas de mí. Tú pedías auxilio, yo trataba de socorrerte... sin éxito, porque lo único que lograba era que nos distanciáramos más y más —volví a fijar mi mirada en sus manos—. Gritaba y gritaba, todo se volvía de color negro y al final, cuando ya me sumía en un pozo de desesperación y oscuridad, le confesaba mis sentimientos a la nada, alzaba la voz declarando que te quiero... Aunque en aquel momento supuse que era como amigo... Ahora me doy cuenta, de que puede que ese sueño tuviese que ver con la angustia de que te separases de mí, algo me decía que no estabas bien antes ya de saber que se trataba de Escorpión, aunque esperaba que no fuese algo tan grave —pude percibir cómo Gabi ocultaba sus ojos ,que mostraban su sentimiento de culpa, bajo su flequillo. Esperé unos segundos, mi corazón latía demasiado rápido al pensar las palabras que iba a pronunciar, aunque ya suponía la respuesta debido a los acontecimientos anteriores—. Gabi, ¿tú qué sientes... por mí?

Alcé la vista, él también, encontrándose así nuestras orbes chocolate y cielo. Ambos quedamos hechizados por el color del otro, la conexión que sentíamos era tal que con tan solo una mirada el calor nos recorría de arriba a abajo.

—Cuando tú te fuiste al Gran Celesta —comenzó todavía enganchado a mis ojos—. Sentí un vacío, un enorme vacío, en mi interior. Estaba desanimado, no me apetecía hacer absolutamente nada, tan solo quedarme mirando el techo y preguntándome qué harías, cómo estarías, si me echarías de menos, si tú también pensabas en mí tanto como yo pensaba en ti... —estuve tentado a gritar que sí, que no lo dudase ni un segundo, que yo también lo había añorado muchísimo y que gran parte de mis pensamientos se los dedicaba a él, pero decidí esperar a que terminase lo que deseaba comunicar—. Entonces descubrí que no era solo amistad, descubrí que te quiero de un modo diferente al que quería al resto. No es solo amistad, no es solo querer, es amar.

—Gabi, claro que te he echado de menos. No hubo un solo día en el que no me acordase ti, en el que no extrañara jugar contigo o chocar el antebrazo... Eres la única razón por la que quería ganar, porque tú eres todo lo que necesito para sonreír.

Le abracé y le susurré en el oído: vamos al parque donde nos conocimos. Él se sorprendió.

—¿Para qué?

—Tú solo acompáñame —asintió, entrelazamos los dedos de una mano y caminamos juntos hasta dicho lugar, hacía demasiado tiempo desde que no íbamos.

~*~

—Ya estamos aquí —sentenció lo obvio nada más nos encontramos en la entrada.

—Sí. Hace mucho tiempo que no charlábamos tranquilamente en este parque —dije mientras guiaba a Gabi hacía un banco para que nos sentáramos juntos—. Lo que quería decirte era que... Gracias, Gabi.

—¿Eh? ¿Por qué? —ante mis palabras, alzó una ceja, perplejo.

—Por todo. Tú me enseñaste a jugar al fútbol el mismo día que nos conocimos aquí; me ayudaste a no arrancarme los pelos cada vez que peleaba con mis padres, que no eran pocas las ocasiones; a convertirme en un alguien más normal, en un verdadero niño, y no en un perfecto heredero de la empresa familiar; por consolarme al llorar y secarme las lágrimas cuando eso ocurría; por acompañarme al reír; por estar en las buenas y en las malas, en las que si me caigo tú me tiendes una mano; por ser mi primer amigo, el primero y el mejor. Gabi... De no ser por ti no sería ni la sombra de lo que soy, te lo debo todo. Por todo esto que acabo de decirte, gracias, aunque creo que deberían inventar una palabra que sea igual a un millón de gracias para expresar todo mi agradecimiento.

—Riccardo... No sé que decir.

—No lo hagas, ya sé todo lo que sientes hacia mí.

—¿Que te amo con locura?

Y en ese momento, justo en ese momento, fue cuando sentí que el mundo estaba bajo mis pies, que podía hacerlo todo, sentí como si mi corazón se fuese a salir de mi caja torácica. Sí, lo había dicho antes en cierta manera, y la sensación había sido la misma. Hay palabras y frases que llego a aborrecer por escucharlas demasiadas veces, pero esta... Esta estoy seguro de que no me cansaría, aunque la repitiese mil y una veces.

—Exacto —afirmé con una sonrisa que no pude contener. Vi reloj de reojo, y me di cuenta de que ya iba a ser la hora de comer. Si no llegaba a tiempo seguro que me regañaban, y Miriam se asustaría al ver que me retrasaba por lo puntual que suelo ser—. Ya va a ser la hora de comer, ¿vienes a mi casa?

—Está bien, total hoy no vienen mis padres a comer —me levanté del banco y le extendí mi mano hacia Gabi—. No soy una princesa para que me tengas que dar la mano.

—Para mí eres un príncipe —que mono está cuando se sonroja, es más tierno de lo que ya lo es de por sí. Aceptó mi mano y se levantó. Comenzamos a andar hacia mi casa hablando de trivialidades.

—¿Cuándo vas a volver a tocar el piano para mí?— dijo mirándome suplicante con sus grandes y brillantes orbes.

—Hoy mismo volverás a escuchar al gran y talentoso pianista Riccardo Di Riggo —posé una mano en el pecho y alcé la barbilla.

—No te olvides de lo humilde que es.

Los dos nos reímos. No soy vanidoso o egocéntrico, y él lo sabe, pero me gusta saber que la sonrisa de Gabi la he causado yo con una de mis escasas tonterías.

—Mis padres lo sabían, ¿verdad? —fue más una afirmación que una pregunta la que formulé cuando cesaron las carcajadas.

—No lo sé, supongo que sabrán que he usado Escorpión por sus "contactos". Si supieron que estaba en el hospital sabrán por qué.

—El único que aún no lo sabe es Arion, entonces.

—No creo que le siente bien, Arion tiene muy buen corazón y se preocupará demasiado. Probablemente me mirará con lástima, y eso es algo que te aseguro que detesto.

~*~

—Hola señoritos —hizo una leve inclinación—. Colocaré un plato más para el señorito Gabriel, la comida estará servida en 20 minutos —tan pronto como Miriam apareció cuando entramos, desapareció al alejarse de nosotros para introducirse en la cocina.

—Vamos a mi habitación mientras tanto, Gabi. Te debo un concierto privado.

—Sí, me lo debes.

Volveremos a jugar juntos al fútbol {TakuRan} [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora