Las oscuras nubes ocultaban el inmenso cielo azul de la ciudad de Inazuma. Tenían un aspecto aterrador, pareciera que todas las personas de esta pacífica ciudad hubiesen obrado mal y ahora, las nubes, les harían pagar las consecuencias, descargando sobre nosotros su rabia. Sin embargo, aquellas nubes no traían consigo desgracias, traían algo hermoso, algo que siempre me fascinó.
Nieve.
Los diminutos y gráciles copos de nieve se iban posando sobre las aceras y tejados de la ciudad. Siempre adoré los copos de nieve, para mí eran como mini personas vestidas de telas livianas y blancas, ya que cada copo es diferente de los otros, es único, al igual que nosotros. De ahí mi comparación.
Nunca supe por qué me atraía tanto el invierno. Tal vez porque en invierno es cuando nací, por lo maravillosa que es la nieve, porque me gusta el frío... O quizás, y lo que es lo más probable, es porque en invierno le conocí a él, conocí a Gabi.
Cerré la ventana, ya que, por mucho que me gustara observar las danzas de los copos, el frío comenzaba a calar en mis huesos.
—Señorito —escuché una voz al otro lado de la puerta, acompañada por los típicos golpes que se le dan para pedir permiso para entrar. Sé quien es la propietaria de la voz, ese acento francés es demasiado marcado y bonito como para no reconocerlo.
—Adelante, Collete.
—Espero no interrumpir al señorito, pero hay alguien que quiere verle —habló la rubia abriendo la puerta y asomando tímidamente su cabeza por ella.
—¿Quién es?
—El señorito Víctor —la presencia del de ojos ámbar en mi hogar no era habitual, he de admitir que en aquel momento su visita despertó mi curiosidad.
—Bien. Dile que venga a mi habitación, por favor.
Collete se incluyó levemente y abandonó la estancia. Ella era una de las sirvientas a las que más apreciaba, aunque ninguna superaba a Miriam. Además puedo practicar mi francés con ella y era de mucha ayuda para mis exámenes de dicho idioma, por no mencionar que ella se veía realmente feliz al hacerlo, debía añorar mucho Francia, y hablar su idioma seguramente que fuese una forma de sentirse más cerca de su hogar.
—Hola, Riccardo ¿estás mejor? —Víctor entró en mi habitación y, como si fuese su casa, se sentó con las piernas cruzadas en uno de los sofás. No me importó ni sorprendió, era algo que me esperaba, él no suele andarse con rodeos.
—¿Mejor? Si no he enfermado, no comprendo tu pregunta.
—No te hagas el tonto —sus ojos ámbar se clavaron en mí con dureza, parecían los de un gato. Estaba esperando una respuesta a su pregunta, y con esa mirada me dejó claro que no estaba para bromas—. Sabes perfectamente a lo que me refiero.
—No lo sé, intento confiar en él, de verdad que lo intento, pero es difícil viéndolo en esa maldita camilla, es difícil al ver que sus posibilidades han bajado. Su vida se escurre entre mis dedos como la arena, no puedo soportarlo más... Tengo mucho miedo, Víctor. Lo último que quiero es que le ocurra algo, no sería capaz de vivir sin él.
—Tus sentimientos son normales, cualquier persona sentiría angustia y hemos en estas complejas circunstancias —aseguró cerrando sus ojos y apoyando su cabeza en su puño, el cual a su vez descansaba en el reposabrazos del sofá.
—Lo sé, pero aún sabiéndolo... Me siento un cobarde. Debería ser yo quien le consolase, debería ser su apoyo, sin embargo el que se desmorona soy yo y él es quien no me deja caer.
—Aleja esos pensamientos, Riccardo. Tú no eres débil ni cobarde, solo un adolescente enamorado —sonrió dulcemente sin llegar a ensenar sus dientes, como si la imagen de alguien apareciese en su mente y corazón. Abrió sus ojos y, con un entusiasmo extrajo para ser el, preguntó:—. ¿Qué tal si salimos a dar un paseo? Para distraerte un poco.
—¿Ahora? Pero está nevando —miré hacia la ventana, los copos seguían cayendo lentamente.
—¿A ti no te gustaba la nieve?
—Touché. Está bien, vamos, pero antes voy a coger un abrigo.
Me encaminé hacia el armario y escogí uno entre mis múltiples abrigos, concretamente uno marrón y con una gran capucha llena de pelo. Bajamos y ambos nos despedimos de Collete y de Miriam, quienes se aseguraron de que estuviésemos bien abrigados, como dos madres preocupadas por sus pequeños. Por fin salimos de la mansión y nos sentimos aliviados al ver que la nieve todavía no era demasiado densa y alta en las calles, así que se podía caminar sin mucha dificultad.
Llegamos al campo de la rivera charlando animadamente, pero mientras pisamos el primer escalón que daba al campo de fútbol, visualizamos a lo lejos dos figuras familiares: el entrenador Evans y el entrenador Blaze. Estaban hablando de algo, pero no conseguimos oír bien lo que decían y sus rostros parecían preocupados. Subimos el escalón y corrimos sin ser vistos hasta estar detrás de un muro, parecía que lo que hablaban era de suma importancia y seguramente no querrían que nos implicáramos.
—¿De qué hablan? Parecen preocupados —le pregunté a Víctor, como si el supiese la respuesta.
—Si te callas quizás lo escuche —«borde», pensé.
Nuestros oídos paulatinamente se iban acostumbrando al bajo volumen de nuestros entrenadores, así que al final conseguimos escuchar la conversación.
—Entonces... ¿A quienes pretenden capturar? —la voz del entrenador Evans.
—Según la investigación, a Arion, Víctor y Riccardo —me dio un vuelco al corazón. ¿Capturar? ¿Para qué? ¿Quién?
—No lo conseguirán, jamás conseguirán acabar con el fútbol, y menos si los utilizan a ellos tres. Aman este deporte con todo su corazón, no lo lograrán.
—¿En serio crees eso, Mark? Disponen de la última tecnología de control mental.
—Pero no hay nada que pueda controlar un corazón puro o unos sentimientos sinceros, como los de ellos tres. Su organización nunca lo logrará, estoy segurísimo, así que tranquilo. Todo saldrá bien.
—Si tú lo dices será verdad....—percibí como suspiraba, rindiéndose ante la cabezonería de su amigo—. De todas formas, no dejaré que nadie les toque un pelo, contrataré un equipo de vigilancia.
Nos alejamos unos metros de nuestro escondite sin comprender del todo la conversación.
—¿De qué narices estaban hablando? —no comprendía en lo más mínimo la situación.
—No tengo ni idea, pero sea quien sea, como toque a Arion, aunque sea con un simple pétalo de rosa, se va a enterar de lo que vale un peine.
—Vaya, ya veo —sin poder evitarlo, sonreí
—No me gusta esa sonrisa, ¿en qué estás pensando? Tus insinuaciones te las puedes guardar donde te quepan.
—¿Yo? Nada, nada, hombre.
—Es mi mejor amigo, normal que actúe así, tu harías lo mismo por Gabi, así que no pienses cosas raras.
—Cierto, aunque Gabi no es solo mi amigo, es mi novio... —elevó las cejas sonriendo.
—De saber esto no hubiese ido a tu casa, pero nos estamos desviando del tema, esto no es importante... El es caso es: ¿de qué hablan los entrenadores? ¿Quién nos quiere secuestrar?
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¡Oh Dios mío! No me digáis que Riccardo no está bien sexy en la foto, me encanta *-*
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Volveremos a jugar juntos al fútbol {TakuRan} [EDITANDO]
FanfictionGabi está en peligro, pero no es por alguna enfermedad extraña o por un cáncer. No, es algo peor, algo que hizo por una promesa, una promesa que hizo por amor. Hay personas que odian el fútbol, que quieren acabar con él, sobre todo una mujer que suf...