Capítulo 29 - Y ahora ¿que? -

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31 de Octubre 2013.

- ¿Estás segura de empezar con esto Caro? – Vi el temor en los ojos de Alejandra.

- Es algo que me gusta y me ayudara en casos... - Pensé en la palabra exacta para que no se asustara. – En casos de extremo peligro que algún día podría ocurrir en nuestra vida.

- Pero para eso fueron las clases de defensa personal, pero... ¿Por qué quieres hacer el de francotirador? – tomo un trago de su café.

- Porque me gusta Alejandra... Así sabría disparar un arma. – Moví mi mano con angustia.

- ¿Le dirás a Franco y María? – ¡NO!

- La verdad... Es que ellos no lo entenderían como tú. – Le sonreí para calmarla. – Tu tío es una buena opción. – Su tío era la mejor opción, había sido francotirador de Afganistán por cinco años, después de ser aprendiz por unos cinco años.

Desde niña amaba los juegos de guerra y disparas armas de juguetes en las maquinas de juegos en el centro comercial cuando tenía doce años, a los dieciséis mi obsesión se volvió más frecuente, aprendí a reconocer mas de mil tipos de armas, hasta le pedí a mi papá que me llevara a la policía para practicar tiro con arma de fuego. Muy conmocionado mi padre se negó repetitivas veces, hasta que lo convencí, dijo que así ¨Mi manía acabaría¨. Eso jamás ocurrió. Quería más, me uní a las clases de defensa personal cuando cumplí los diecisiete junto a Alejandra y un año después a clases de detener armas blancas, pero quería más.

Estuve más de un año pensando en unirme al ejercito hasta que aclare mis ideas y no, no era lo mío, estar en uniforme y cumplir un mandato, quizás morir por una bomba o peor. Quería hacer mis propias reglas, convertirme en mi propia jefa, ¿Pero mi propia jefa de qué?

- Está bien Caroline, llamare a Edgar y le diré que quieres ser su aprendiz. – Sonreí al acto.

- Eres la mejor amiga que una chica como yo puede tener. – Mi sonrisa se encontraba de oreja a oreja. – Cuanto antes pueda empezar me avisas. Ahora me tengo que ir. – Me levante de la silla del café donde nos encontrábamos.

- Solo hazme un favor. - Me pare en seco y cerré los ojos... Aquí íbamos otra vez. – Deja de ser dealer, eso no te llevara a nada bueno.

- Eso lo deje ya hace dos años Alejandra. – La miraba estando de pie y ella sentada con su café en la mano.

- Dejaste de consumir hace dos años, ¡Pero aun sigues vendiendo esa porquería! – Su mirada era dura.

- Tú no eres mi madre Alejandra deja de seguir molestando con eso. – Se levanto de donde se encontraba sentada.

- Si, tienes razón, no soy tu madre ¿Pero sabes qué? – se acerco a mi. – Si sigues vendiendo drogas, te juro por lo más sagrado que tengo las pruebas necesarias para que estés un buen año en la cárcel y papa se encargara de eso. – mi estado de shock no era normal, ella jamás me había hablado así.

- ¿Qué? – me enoje.

- ¡Lo que oíste! Por más que necesites dinero o lo que sea, primero esta tú seguridad y esto no es nada bueno. Eres mi mejor amiga desde hace más de ocho años y te quiero. Lo hago por tu bien, puedes hacer mil cursos de tiro con arma de fuego con armas blancas defensas personales pero ya, una cosa es que hagas eso y otra muy diferente que te quieras volver un sicario, una matona o lo que sea, tratándote de meterte en esta vida de peligro, cuando eres una chica afortunada de ser, bella, inteligente y con una familia que te ama como nunca por ganar unos 100 dólares a la semana y arriesgar tu vida. Acaba con esto o yo acabare esto por ti y te aseguro que tu padre no te querrá ver más nunca en su vida si se entera de lo que haces luego de los sacrificios que él hace para pagarte los estudios y todas tus cosas. – Bajo la mirada y camino por mi lado derecho. – Esto es un ultimátum... Tienes una semana.

El Socio De Mi Padre ©️ Mapu Olivieri Donde viven las historias. Descúbrelo ahora