Era una chica, de no más de 7 años. Vestía un traje a la altura de las rodillas de color rosa bebé y calzaba unas pequeñas deportivas blancas con los cordones desatados. Un gordo chaquetón marrón le abrigaba y protegía del frío. Su largo pelo castaño estaba recogido en una cola de caballo. Felicidad era lo único que podía sentir viendo a aquella chica tomando fotos a un escaparate de una pequeña tienda de libros situada en alguna calle de alguna ciudad del mundo.
-¿Qué hace una niña tan pequeña como tú por estos lugares y para colmo sola?-le preguntó una anciana acompañada por lo que supuse que era su marido, a la chica que echaba fotos.
-¡Señora Williams! ¡Mira lo que mis papás me han regalado!-gritó la niña con una enorme sonrisa en el rostro, mostrándoles a ambos ancianos la cámara que tenía en sus manos.
-¡Vaya! Al fin tus papis te hicieron caso. ¡Me alegro mucho pequeña! Ahora podrás echar cuantas fotos quieras.-sonrió la mujer mayor.
-Lydia, querida, ¿sabes que no debes andar sola por las calles, cierto?-habló el hombre por primera vez.
-Lo sé, señor Williams. Pero mis papás salieron a ver a mis abuelos al pueblo, y no pude evitar venir a esta tienda para estrenar el regalo.-respondió la chica.
-¿Y tus hermanitos, querida?-preguntó el anciano.
-Sammy está cuidando de Marie. Le dije que tuviese cuidado con ella, pero ahora que lo dice... Creo que voy a volver ya.-dijo la pequeña niña mientras comenzaba a sentirse culpable.
-Ya has hecho que Lydia se sienta culpable... ¡Cómo eres, Leo!-regañó la mujer a su esposo-No te preocupes querida, puedes seguir disfrutando de ese hermoso regalo durante un ratito más. Nosotros ya volvíamos a casa, echaré un vistazo a tus hermanos.-respondió la mujer guiñándole un ojo a Lydia.
-Emma, mi amor, ¿no crees que Lydia es demasiado pequeña para que ande sola por las calles?-preguntó el señor Williams algo preocupado.
-A penas está a dos calles del vecindario, Leo. ¡Y estamos a plena luz! Sigue disfrutando, cielo. Ya cuidamos nosotros de tus hermanos.-respondió la anciana Williams.
Ambos ancianos se disponían a irse, cuando Lydia gritó de nuevo.
-¡Señor Williams, señora Williams!-captó la atención de ambos, que se giraron para ver a la niña-Mis papás me dijeron que os vais del vecindario. ¿Es cierto?-preguntó Lydia mientras su rostro se entristecía. La señora Williams se acercó a la chica del traje rosa una vez más.
-Sí, cielo. ¡Vas a tener unos nuevos vecinos! ¿No es genial?-preguntó la mujer intentando animar a la chica.
-Pero yo quiero que seáis vosotros quienes viváis en frente nuestra. Llevo desde que era pequeña entrando en vuestra casa como si fuese la mía.-respondió Lydia mientras dos lágrimas se escapaban de sus ojos.
-Lydia, pequeña, déjame decirte que tus nuevos vecinos tienen un hijo que creemos es de tu edad. ¡Seguro que querrá jugar contigo!-dijo Leo.
Los ancianos volvieron a despedirse de la chica del traje rosa, mientras esta disfrutaba con su nueva cámara.
Poco a poco fui abriendo los ojos, mientras la luz del sol impactaba en mi rostro. ¿Qué demonios acababa de soñar? ¿Quiénes eran Lydia, Leo y Emma? Aunque en el sueño pude distinguir perfectamente sus rostros, comenzaron a disiparse y acabé sin poder recordar siquiera un pequeño rasgo. Abrí los ojos completamente y miré a mí alrededor. No estaba en mi habitación, eso era seguro. Entonces noté que mi cabeza tampoco reposaba en una almohada. Giré un poco mi cuello para aclarar toda aquella situación, y entonces le vi. Dormido, totalmente despeinado y abrazándome fuertemente mientras mi cabeza descansaba sobre su pecho. Newt. Y, en efecto, no estaba en mi habitación, sino en la del chico rubio. De repente una sonrisa invadió mi rostro, pero pronto se disipó, tras escuchar un horrible grito que provino de la sala del cambio. "Gally", pensé.
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La corredora del laberinto (TMR Fanfic)
Fiksi PenggemarKatherine llega al Claro recordando tan solo su nombre. El temor y la desesperación por no saber nada sobre su vida anterior irá desapareciendo conforme vaya conociendo a sus nuevos compañeros. Poco a poco este temor será sustituido por unas ganas i...