Capítulo 26

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Tris POV
No puedo creer lo que estoy viendo. No es real, no puede ser real. Veo a Peter en el suelo, con sangre, herido, no se mueve. Se me hace un nudo en la garganta. Peter: un gran amigo, que me salvó la vida, que haría todo por mí, que me ama, está muerto. No, esto no puede ser posible. Esta debe de ser una pesadilla, Tobias está igual de asombrado que yo. No resisto y rompo en llanto, hincándome a un lado de Peter, llorando, sosteniendo su mano. Tobias me abraza.

—¡NO!—grito más fuerte de lo que pretendía—déjame sola.

Tobias me suelta y decido no verlo, hasta que pasa otro tren y salta veo su cara, llena de lágrimas. No es su culpa, pero no quiero consuelos. No veo a Natalie. Pero no me importa, seguro que Tobias o alguien más la fue a buscar, o si no, ya debe estar a salvo. Sigo sin creer esto de Peter. Me limito a recostarme sobre su pecho y llorar lo más fuerte posible, lo quiero mucho.

Escucho unos sollozos detrás de mí: Natalie. Sin embargo no la veo, sigo llorando por Peter. Me sorbo la nariz.

—Ve con Cuatro—digo

—Pero es q...

—¡TE HE DICHO QUE TE VAYAS CON CUATRO Y PUNTO!—grito, de nuevo, más fuerte de lo que pretendía. Rompo en llanto de nuevo y me aferro a Peter.—Perdón, ¿sabes? No era mi intención gritarte y...

—¿A dónde se fue el número?—dijo, ya no está triste ni llorando ni nada. Sólo está seria, con los ojos sin lágrimas.

—Al tren de allá—digo señalando con la cabeza al tren que ya va muy lejos.

—Adiós—dice en un tono cortante, como si nada hubiera pasado.

Cierro los ojos y sigo llorando, lamentándome de haberme ido. Si no me hubiera ido, a buscar a David, Peter no me habría buscado, y nada de esto habría pasado. Nada.

—¡NOOOOOOO! ¡PETER, TODO ES MI CULPA!—grito llorando lo más fuerte posible.—¡PETER NOOOOOOOOOOO!

Lloro y lloro cada vez más y no puedo superar esto, y jamás lo haré, porque esto, no se olvida, jamás.

Tris tranquila

Repite una voz dentro de mí.

Tienes que hacer algo

Dice más fuerte. Y tiene razón, no me puedo quedar aquí lloriqueando como maniática. Empiezo a darle respiración boca a boca, hasta que me doy cuenta de que no va a funcionar. Lo cargo, resisto el llanto y me subo a otro tren. Planeo regresar e intentar que lo salven, sólo pueden salvar a uno, y no quiero que ese sea mi hermano. Ya sé, Peter no está vivo y yo quiero que lo salven, pero a lo que me refiero es que intenten revivirlo o hacer algo con sus inventos eruditos que hacen una infinidad de cosas. Mientras el tren corre, vuelvo a llorar, esta vez más tranquila, y sostengo la cabeza de Peter con un brazo, mientras le acaricio el cabello y lloro, mirándolo a los ojos. No mal interpreten, no me gusta ni nada de eso, pero lo aprecio mucho y no superaré lo que acaba de pasar.

—Peter, no me dejes, te lo suplico, por favor Peter—digo, mientras paso mi dedo pulgar por su pómulo, llorando.—No ahora Peter, por favor.

Tomo su mano, y entrelazo sus dedos con los míos, de nuevo me recargo en su pecho y vuelvo a sollozar, con ese incómodo nudo en la garganta. Cierro los ojos y espero a que este horrible momento pase, pero nunca lo hará. Me quedo dormida, con la cara empapada de lágrimas.



Cuando despierto estoy llegando a donde están los demás, por lo que calculo, dormí una hora, así que debí pasar unas cuatro veces por aquí, sin darme cuenta. Cargo a Peter, de nuevo con ese nudo en la garganta, y salto del tren. Corro con Peter hacia la enfermería, donde curé a Natalie, y entro rápidamente.

—¡HAGAN ALGO!—grito y rompo en llanto, esta vez no tan fuerte pero nada bajo al parecer, ya que todos me miran.

—Mira Beatrice, si quieres salvar a alguien tienes que elegir: Caleb o Peter.—dice Jeanine, nada alarmada, sin haberse preocupado por Peter.

—¡Peter!—grito, Christina me mira y sus ojos se ven tristes, cristalizados, como jamás los había visto.—Decido que salven a Peter, aunque algunas personas no estén de acuerdo—digo, agarro una chaqueta de piel negra, me voy sin más, sin observar, sin pedir explicaciones. A un lugar.

Escucho unas pisadas detrás de mí: Will.

—¿Qué quieres?—le digo en un tono de voz cortante, sin voltearlo a ver.

—Dijo Jeanine que te avisara que iba intentar salvar a ambos.

—Bueno pues gracias, ahora adiós.

Corrí y corrí hasta llegar al tren, quiero libertad. Me subo al tren y me dirijo, a mi hogar: el experimento. Voy a la sede de Osadía, a expresar todos estos sentimientos, dejarlos salir. Llego y salto del tejado, hacia la red. Recuerdo ese momento. "—Primera saltadora ¡Tris!—dijo Tobias—Bienvenida a Osadía" ese momento es inolvidable. Salgo de la red y me dirijo hacia la Noria, donde escalé con Tobias "—¿Tienes miedo a las alturas?—pregunté —Todos le tenemos miedo a algo—respondió Tobias" escalo la Noria y me pasa por la cabeza la idea de lanzarme desde aquí, por todo el sufrimiento que sigo teniendo dentro. Pero no lo hago, al menos no ahora...

Bajo de la Noria y decido ir al edificio Hancock, a la tirolina. Quiero sentir el aire correr por mi piel de nuevo, sentirme libre, sentirme osada. Corro hacia el edificio y me canso antes de llegar, tomo un descanso y paso caminando, creo que es algo mejor para relajarme un poco. La ciudad está totalmente vacía. Es como si mi hogar no existiera. Sigo caminando, mientras me arrepiento de no haberme tirado de la Noria. Llego al edificio Hancock, subo corriendo, porque ahora tengo energías, y llego a la punta. Como sólo está el cable y ya no hay más de qué agarrarse, agarro mi chaqueta, la coloco encima del cable y agarro los extremos de las mangas. Y por fin, me lanzo. Caigo bien, unos 7 metros de altura, porque me solté antes, pero caí de pie. Atrapo mi chaqueta y me la amarro a la cintura. Corro hacia el último lugar que quiero visitar: El abismo. Para recordar esos momentos, con Tobias, y si hay posibilidades, para ya no vivir. Llego a la orilla, donde fue mi primer beso, y lloro. Me siento en las rocas y escondo mi cara entre las rodillas, rodeándolas con mis brazos. No dejé que me consolara, si lo hubiera dejado, estaría con él, aquí. Recordando el pasado, y reviviéndolo.

Escucho algo detrás de mí: él, Tobias.

—Supuse que vendrías aquí—dijo, esbozando su sonrisa encantadora de siempre. Lo abrazo, y me limito a llorar, que es lo único que puedo hacer.

Después de un rato, de estar en sus brazos sollozando, me separo. Me mira a los ojos.

—¿Recuerdas?—dice y me besa. Exactamente en el lugar donde nos habíamos besado, la primera vez. El aliento nos separa—¿Quieres volver ya?—dice, rodeándome con un brazo.

—No... No quiero saber qué es lo que pasó.

Y sé que no quiero volver, cuando menos no ahora, ahora que es mi oportunidad. Ahora que estoy justo frente al abismo...

Es real, y no lo es (Divergente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora