Sol Eclipsado

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Tal y como había ordenado Aslan, él y su hermana salieron muy temprano en un coche de caballos hasta la frontera de Solandia con Calormen. Mientras tanto, el camino se le hizo eterno al sumo monarca: Susan no acababa de creerse que de verdad estuvieran allí y su estancia eran intervalos en los que o hablaba de cotilleos y ropa o se ponía a llorar de desesperación creyendo que se había vuelto loca.

Cuando llegaron a la ex fortaleza calormena, era casi de noche. El nombre de la fortaleza era Sol Eclipsado y al bajarse del coche de caballos no hubo un gran recibimiento, pero Peter no esperaba menos.

Los solandianos se parecían a cualquier humano, solo que tenían marcas azules alrededor de todo el cuerpo como si fueran tatuajes (solo que eran parte de su pigmentación de forma natural) y sus ojos eran capaces de ver en la oscuridad

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Los solandianos se parecían a cualquier humano, solo que tenían marcas azules alrededor de todo el cuerpo como si fueran tatuajes (solo que eran parte de su pigmentación de forma natural) y sus ojos eran capaces de ver en la oscuridad. Algunos decían que eran un pueblo descendiente de las antiguas ninfas narnianas.

Les recibió sin embargo un hombre de unos treinta años con la piel blanca casi traslucida, sin ninguna arruga en su rostro y el pelo blanco echado hacia atrás. Sus ojos eran azules celestes y brillaban como diamantes. No era solandiano y a Peter le recordó vagamente a la Reina Blanca.

Pero vestía con el uniforme solandiano (que era una camisa marrón con hombreras y con mangas ajustadas hasta las muñecas y unos pantalones también marrones) así que debía pertenecer a ellos de algún modo.

—Bienvenido seais Rey y Reina de Narnia—dijo con una reverencia.

El rey Peter le miró extrañado.

—¿No iba a recibirnos Tal Ceres?—dijo refiriéndose al regente al que le asignaron Sol Eclipsado, la autoridad máxima en la fortaleza.

—La regente Tal Ceres está en una reunión muy importante y no puede atendenderles ahora—dijo intentando esbozar una sonrisa, aunque al parecer le costaba.

Peter pestañeó varias veces, no se esperaba que Tal Ceres fuese una mujer.

—¿Y nos traen a un mayordomo a recibirnos?—preguntó Susan mientras estiraba las piernas.

El hombre la miró.

—No soy un mayordomo, soy el Capitan de la Guardia de Sol Eclipsado y mi nombre es Hier—dijo molesto por las palabras de Susan.

Ella se rio y le puso una mano en el hombro.

—Vale, vale amigo ¿Qué tal si nos enseñas el lugar?—respondió riéndose.

Hier miró a Peter y luego se dio la vuelta esperando a que le siguiesen. Peter se volvió a su hermana.

—Pero ¿¡Qué modo de comportarse es ese!? ¡Eres una reina Susan Pevensie! ¡Y debes comportarte como tal!—medio susurró y gritó mientras seguía a Hier.

Susan parecía tomárselo todo en broma.

—Oh, vamos, Peter, esta es mi fantasía y haré en ella lo que yo quiera—respondió sonriente.

Las Crónicas de Narnia: Perlas del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora