Revolver

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Tanto como Ghemor, Tarkaan Tellan y las concubinas, incluyendo a Aleeya y Kalhed se quedaron en silencio.

—¿Gran Tisroc? ¿Qué habla?—preguntó Tarkaan Tellan.

El Tisroc miró sonriente a sus vasallos.

—Pero por la gloria de Tash, ¿es que no los reconocen? ¿Jamás os habéis parado a contemplar los cuadros Narnianos?—preguntó el Tisroc enfadado y ante el silencio de sus dos acompañantes, se enfureció aún más. El Tisroc era un hombre gordo y medio calvo, con una larga barba plateada, piel olivácea y ojos negros—Y ¿Qué hacíais en mi harem, reyes Narnianos?

Edmund y Lucy se miraron nerviosos, pero ninguno bajó la espada.

—Suelta a esa muchacha ahora mismo—ordenó Edmund.

El Tisroc no entendía que pasaba. Miró a Aleeya.

—¿A esta? ¿Por qué es tan importante para su majestad?—preguntó el Tisroc cogiéndola más fuerte.

—Viejo bastardo, suéltala ahora mismo—ordenó ahora Kalhed.

Edmund y el calormeno apuntaron con sus espadas al tisroc.

—¿Y qué pasará si no lo hago?—preguntó el viejo Tisroc.

Entonces Edmund en un rápido movimiento se acercó al Tisroc y le cogió por el cuello, poniendo su espada en él.

—Pues que le rebanaré el cuello—dijo el Rey narniano.

Tarkaan Tellan se quedó de piedra esperando que el Tisroc le diera una orden.

—Está bien, Aleeya ve con estos jovenes—dijo el Tisroc.

La chica se fue junto a su hermano y se abrazó a él como si fuera un animal indefenso. Entonces Kalhed se acercó y le pegó un golpe que lo dejó inconsciente en el suelo. También le hicieron lo mismo a Tarkaan Tellan. Después se quedaron mirando a Ghemor.

—Dejémosle en paz—dijo Edmund, viendo que no había hecho nada por defender a los suyos y por lo que había oído, seguramente solo sería un pobre esclavo—.Aprovecha esta oportunidad amigo, se libre.

Dijo Edmund como último consejo. Escaparon del harem los intrusos y ya de paso, todas las esclavas sexuales también lo hicieron. Se dio la voz de alarma cuando ya se encontraban fuera del palacio, adentrados en la ciudad.

***

Susan repartía comida a los niños junto a Nog. El fauno les había dado la comida y bebida de su tienda, a cambio de que luego se lo recompensaran después del asalto aunque lo cierto es que Sol Eclipsado no tenía un buen futuro: los ejércitos de los Vástagos cada vez entraban más por las cuevas de minerales y no podían llegar hasta ellas para coger la Perla Continua que permitía el portal mágico y cerrarlas. Este era el plan, sin embargo, de Tal.

—Peter, puedo llevarme unos cuantos soldados y cerrar el portal para que deje de entrar ejército. O si no déjame que hable con unos antiguos amigos—imploró.

Peter la miró de reojo. Llevaban ya una semana batallando y estaba extenuado.

—¿Qué clase de amigos?—preguntó Hier al lado del monarca.

Tal le miró. Parecía nerviosa.

—Son la antigua resistencia solandiana—dijo bajando la mirada.

Hier puso las manos sobre la mesa dando un golpe.

—¿¡Los terroristas!?—preguntó medio enfadado y medio sorprendido.

Las Crónicas de Narnia: Perlas del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora