Un pequeño corte de pelo

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Cogieron un coche de caballos unas horas después. El laberinto estaba al Este de Narnia en las partes inexploradas y Susan estaba molesta por tener que marcharse de Sol Eclipsado.

—No entiendo porque tengo que ir yo también—se quejó Susan.

—Tal vez porque, ¿eres una reina, Susan?—preguntó Peter irónico—Hace tiempo que no pasamos tiempo juntos. Estas dos semanas casi no te he visto, dime, ¿Qué has estado haciendo?

Susan miró por la ventana, no soportaba la mirada de su hermano juzgándola.

—Yo he estado... visitando Sol Eclipsado, yendo de compras y encargándome de asuntos—dijo en voz alta.

—¿Qué asuntos?—le preguntó Peter.

Susan resopló, le miró enfadas y se cruzó de brazos.

—Peter ¡cállate! No eres mi padre. Déjame hacer lo que quiera, por muy estúpido que a ti te parezca.

Peter iba a replicarle algo, pero decidió callarse, porque no tenía ganas de discutir. Susan cada vez se hacía más irresponsable.

En el otro coche, iban Hier y Ceres. Ella le acosaba a preguntas.

—El laberinto fue construido por la Bruja Blanca hace miles de años, está escondido en un lugar del bosque casi imposible de encontrar. Antes, ella realizaba sacrificios y los metía en el laberinto. Jamás volvían a salir. Pero dicen que aún se pueden escuchar sus voces si escuchas con atención—dijo Hier.

El hombre parecía disfrutar de contar la historia.

—¿Por qué no salían? ¿No podían escapar? ¿Construir escaleras? ¿Había algún monstruo dentro?—preguntó Ceres.

—Nadie volvió para contarlo—respondió Hier, sonriendo.

Llegaron al laberinto al anochecer, después de perderse en el bosque muchas veces. Era sin lugar a dudas, una fortificación espectacular. Una puerta de madera, de más de quince metros de altura, grande y resistente. Los muros eran de piedra, más altos que la puerta, y tenían extraños símbolos incrustados en ellos. Parecía venir frío de dentro.

—De acuerdo, creo que debemos hacer dos grupos—dijo Ceres—.Peter, tu y yo iremos por la derecha. Hier y Susan por la izquierda.

—De acuerdo—dijo Peter encendiendo una antorcha.

Susan miró a Hier con desesperación. No le gustaba ir con Hier, era muy aburrido, siempre pensando en el deber y nunca divirtiéndose.

Los cuatro se metieron en el laberinto. Dentro estaba muy muy oscuro, a pesar de que las estrellas brillasen en el cielo. En cuanto se cerró la puerta de madera, Susan tuvo el presentimiento de que no iban a salir vivos de allí.

***

Tras unos días mas en la mal, el barco atracó en un puerto de calormen cuando el sol estaba en lo alto

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Tras unos días mas en la mal, el barco atracó en un puerto de calormen cuando el sol estaba en lo alto. Lucy Edmund volvieron a ver Calormen, y era justo como la recordaban: una ebullición de personas. Aunque eso era normal, estaban en una ciudad costera. Hacían falta tres días para llegar a Tashbaan, la capital del imperio.

Las Crónicas de Narnia: Perlas del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora