Adicción

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Este capitulo me ha gustado especialmente porque ya se han desarrollado los personajes muy bien y ocurren situaciones graciosas jajaj


—Tienes que cogerla con más seguridad—dijo Kalhed detrás de Lucy—ser parte de la ballesta, no solo una herramienta.

Lucy de nuevo accionó el arma, pero ni de lejos llegó a la diana que estaba a seis metros. La narniana resopló.

—Esto es una pérdida de tiempo. Si tengo que matar a alguien lo haré con mis propias manos—rechistó Lucy.

Kalhed se cruzó de brazos.

—En una guerra real, el enemigo no va a esperar a que llegues a su lado. Ta matará antes, lo sabes de sobra—contestó.

Lucy se llevó las manos a la cabeza.

—¿Y se supone que recibo clases de un calormeno que usa la espada?—preguntó enfadada.

El chico se alzó de hombros, cansado.

—No sé lo que te pasa, estás muy quejica—se acercó a la chica y la cogió de las manos—¿Qué te ocurre?

La joven pestañeó varias veces y empezó a respirar entrecortadamente. Debía relajarse.

—¿A mí? Nada, yo soy así.

Entonces Kalhed sonrió, se acercó un poco más a ella y... ¡le quitó el brazalete!

—¡Yo creo que es culpa de esto!—gritó divertido.

De repente, un bajón de energía recorrió el cuerpo de Lucy. Se sintió indefensa y desprotegida.

—¡Devuélveme eso!—gritó sin fuerzas y al borde del llanto.

Entonces recordó a todos esos vástagos que había matado sin compasión, ¿de verdad había sido ella? Ahora parecía que veía la escena a través de los ojos de otra persona. Definitivamente no era ella en aquel momento... ¿ o sí? Empezó a tener náuseas y mareos y no solo por la sangre que estaba recordando, sino porque realmente empezó a sentirse enferma.

Kalhed frunció el ceño y se acercó a ella.

—¿Lucy? ¿Estas bien?—preguntó preocupado.

Ella se apoyó en las rodillas y empezó a hiperventilar.

—Si...—alzó la mirada y miró al calormeno—solo necesito que me devuelvas el brazalete.

Kalhed se lo guardó en el bolsillo.

—No vas a volver a tocarlo. Tu hermano me contó que esta es lo más probable que sea una perla muy poderosa y adictiva. La mantendremos bajo llave—dijo el calormeno.

Lucy se abalanzó contra él e intentó hacerle un placaje.

—¡Devuélvemelo, no estoy de broma! ¡No puedo vivir sin esa perla!—gritó.

El chico se la metió en un bolsillo y se cruzó de brazos. Parecía muy seguro de sí mismo. Pero más lo parecía Lucy, era como si la perla la llamase. Parecía brillar solo para ella.

—No voy a dejar que lo toques de ninguna manera.

Lucy se alejó de él, entre furiosa consigo misma y con él.

—Kalhed, venga ya, yo no te importo lo más mínimo—dijo intentando poner cara de cachorrito—¡Así que dámelo ya!—se intentó abalanzar.

El calormeno la cogió de los hombros.

—Escúchame Lucy, si no te deshaces de ellos ahora jamás podrás hacerlo—dijo muy seriamente.

La joven Pevensie le miró con odio y se deshizo de sus brazos. Luego empezó a caminar hacia la Ciudad de Piedra de nuevo.

Las Crónicas de Narnia: Perlas del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora