Mar de Roca

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Las ''bombas de humo'' como había bautizado Susan, estaban por toda el ala sudeste del castillo y allí se encontraban los suministros de agua. La reina corrió por los pasillos acompañada por Lemec el sastre, ambos con un pañuelo en la cara para evitar la intoxicación.

Desde hacía una semana, había dejado de usar vestido, cosa que la incomodaba. Ni en Inglaterra dejaba nunca de usar vestido.

—¡Uno, dos y tres!—gritó para abrir las puertas.

Ambos empezaron a sacar el agua de la sala, aunque por lo que veían, no se había salvado ni la mitad. Cerraron las puerta tras de sí y ambos se sentaron en el suelo a descansar. Por los pasillos no dejaba de transitar gente y estaban llenos de polvos, trozos de piedra caídos y cualquier regalito que alguien quisiese darle. No daban más para basto.

—Nos quedamos sin provisiones—dijo Susan—.Y entre la cocina y el trabajo de enfermera, tengo los huesos molidos.

Lemec se rio y se limpió el sudor de su frente. Como no tenía tiempo, se estaba dejando barba sudorosa y le picaba un poco, aunque fuera poco pelo.

—Da gracias a que no te han puesto en las almenas disparando, he visto ya dos arqueros muertos en menos de un día—respondió.

—Nunca me ha gustado la guerra y no me gusta participar en ella—dijo recordando el día que su padre tuvo que irse a luchar contra los alemanes.

Lemec alzó los hombros.

—Ahora mismo es inevitable.

Entonces, lanzaron otra bomba de humo justo donde estaban.

—¡Corre corre!—gritó Lemec.

***

En el otro lado de la fortaleza, Peter luchaba contra dos hombres lagarto. Lo tenían acorralado y por muchas estocadas maestra que hiciese, sus fuerzas estaban empezando a fallar. De repente, uno de ellos se quedó sin cabeza.

Cuando el cuerpo cayó al suelo, el otro vástago ya se había ido corriendo y seguramente moriría a manos de otros guardias. Ghemor limpiaba su espada de sangre azul.

—Es un bello día, ¿verdad?—preguntó el Tarkaan extendiéndole la mano al rey.

Peter intentó no sonreír por el comentario, pero sí aceptó la mano.

—Vámonos a la armería, cuando he pasado el grupo de la Regente Tal tenía problemas.

Ambos corrieron por los pasillos de Sol Eclipsado y llegaron a la armería. Efectivamente, había tres vástagos atacando a Tal, pero ella era rápida, y los esquivaba. Ghemor se abalanzó sobre uno y Peter sobre el otro. En menos de pocos segundos los tres habían muerto.

—¿Estás bien?—preguntó Peter.

Tal asintió y se tocó la mano, tenía una gran herida.

—Estás herida, ve a la enfermería—dijo Ghemor limpiando su espada.

Ella negó con la cabeza.

—Aún quedan treinta vástagos en la fortaleza. Debemos de aplastarlos ¡ahora mismo!—dijo arrancándose un trozo de tela y poniéndoselo en la mano.

—¡Cuanta fuerza en tus palabras!—se rio Ghemor—¿ponías tanta durante tu etapa de rebelde?

Tal le miró con asco

—Cuando mataba calormenos incluso ponía más energía.

Los tres corrieron hasta los vástagos restantes y junto a más calormenos y solandianos, les mataron allí mismo.

Las Crónicas de Narnia: Perlas del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora