Frío

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—Tenemos que ir de inmediato a esa reunión, así descubriremos a la giganta con la perla en acción—dijo Tal, decidida mientras desenvainaba su espada.

—Querida, si vamos muchos nos pillaran—dijo Susan.

—Pero si necesitamos ayuda, ¿Quién no socorrerá?—preguntó Hier.

Todos miraron al sumo monarca, que parecía pensativo y esperaron expectantes a que terminara de concentrarse.

—Susan, puedes quedarte con un grupo de arqueros en la retaguardia, Ceres, tú con otros cuantos aguardando una señal por si nos atacan—miró al albino—.Hier y yo nos encargaremos de esto.

Tal y como Peter ordenó, se internaron en el bosque, cada uno con su misión propia y como el gigante les había informado, un grupo de una docena de gigantes se reunió en el bosque a medianoche y empezó a cantar. Entonces, una mujer giganta, negra y con rizos, apareció llevando una perla naranja en un colgante.

—¡Yo soy la elegida por la diosa!—dijo la giganta—¡Y mi palabra será la ley!

—¡Su palabra será la ley!—gritaron los gigantes.

Entonces, Peter e Hier entraron en escena.

—Se acabó la reunión, chicos—dijo Peter—y tú, giganta, entrégame la perla.

Todos los gigantes se giraron al verlos incluida la que llevaba la perla. En cuanto Peter miró a los ojos a la giganta, sintió como los músculos se le relajaban y su mente se sumergía en un placentero baño caliente y dejó de atender todo lo que estaba haciendo. La espada cayó de su mano.

En cambio, Hier no sintió nada. Miró al rey extrañado, ya que tenía cara de bobo.

—Rey Peter, psss—le siseó, pero este ya no atendía—.Rey Peter.

—Me temo que él ya no te hará caso—se acercó lentamente al albino—Curioso, tu no pareces afectado—sonrió—.Eso solo puede significar una cosa.

Hier alzó su espada y atacó a la giganta dañándole el brazo.

—Que te he pillado desprevenida—intentó darle otra estocada, pero la giganta le detuvo.

—Si no fuera porque eres quien eres, ahora mismo te partiría esa cabeza tuya—dijo la giganta, con furia en la voz.

Hier le dio otra estocada y esta vez sí dañó a la giganta.

—¡Ah!—gritó—Niño narniano, combate con tu amigo—ordenó—¡A muerte!

Peter giró hasta Hier y levantó la espada para atacarle, sin rechistar. Hier consiguió pararle y esquivar sus golpes, pero se dio cuenta de que no podía estar haciéndolo mucho tiempo más, el rey Peter era un gran espadachín. Se enzarzaron a una pelea a muerte muy rápida en la que el albino no sabía que iba a pasar después, hasta que sintiéndolo mucho, congeló al rey Peter. No le gustaban sus poderes, porque le hacían sentir más diferente de lo que era.

Solo congelaba en caso de emergencia, ya que no sabía controlar su poder y no le gustaba sentirse raro. Lo peor de todo era sentirse diferente.

—Pero, ¿Qué esperabas? Eres un Frío—sonrió la giganta, leyéndole la mente.

Hier no entendía nada ¿un frio? ¿Qué era eso?

—Con esta perla no solo puedo controlar a las personas, sino que puedo leer sus almas y pensamientos—dijo acercándose a Hier que de repente la ropa le apretaba muchísimo y no podía respirar—.Sé que fuiste encontrado hace 10 años por los solandianos y que no recuerdas nada de tu vida anterior, que fuiste reeducado con sus estúpidas costumbres y su creencia en ese león bobalicón.

Las Crónicas de Narnia: Perlas del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora