El reencuentro

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Hier no dejaba de dar vueltas enfrente de la habitación de Tal. Tenía que decirle que se marchaba, pero por si no volvía... confesarle que la amaba. Estaba decidido.

''¿Pero y si me rechaza? Entonces yo no sé qué haré, ella me ayudó cuando llegué nuevo a Sol Eclipsado y no conocía a nadie. Si me rechaza luego no podremos ser amigos de nuevo. Y no quiero perderla'' pensó.

Dio dos toquecitos a la puerta.

—¡Un momento!—se oyó desde dentro. Lugo un montón de ruidos de ella chocándose contra los muebles. Hier se rio por lo bajó—¿¡Sí!?—gritó mientras abría la puerta. Estaba muy despeinada y lucía graciosa—¡Hier! ¿Qué haces aquí?—se sonrojó por dejarse ver así.

—Tengo que contarte una cosa—dijo él.

Ceres entró al cuarto y empezó a peinarse.

—¡Pasa!—ordenó—¡Ghemor me ha ordenado ir con una patrulla a hacer una ronda! ¡A mí! ¿Te lo puedes creer? Se supone que yo soy la que gobierna este lugar, no él. Seguro que solo está en la frontera para hacernos la puñeta—se quejó—.Siento el desorden, pero no he tenido mucho tiempo estos días—salió del cuarto de baño—.Oh, perdona por hablar tanto, acabo de parecerme a Susan—se sentó a su lado—, pero no tengo con quien hablar y tu pareces muy ocupado—se echó en su hombro, con pena—.Me siento muy sola últimamente.

Hier tragó saliva mientras su corazón bombeaba rápidamente. Tal le estaba cogiendo de la mano, ¡de la mano! Nunca se hubiese imaginado algo tan dulce como ese instante. Y por eso se odiaba a si mismo por romperlo.

—Tengo que decirte una cosa—suspiró él—.Tengo que irme.

Ceres se separó de él y le miró a la cara confundida.

—¿Qué?—preguntó.

—Jadis quiere conocerme, Limoun me ha dicho que está muy entusiasmada, asi que me voy mañana—pronunció mirando al suelo.

Ceres se levantó y se cogió la cabeza.

—¿¡Que!? Hier, no puedes irte ahora, estoy sola completamente, te necesito aquí—dijo levantándole y cogiéndole de las manos—.Puedes convencerlos de alguna manera.

El frio negó con la cabeza.

—Yo quiero ir. No me gusta la idea, pero necesito saber quién soy en realidad. Cuál es mi sitio y si hay más como yo. No creo que entiendas lo que se siente al estar solo completamente—dijo con pena.

Ceres se dio la vuelta y se abrazó a sí misma.

—Pronto lo sabré—susurró, y volvió a mirar al pobre Hier sentado en su cama—.Pero te entiendo Hier—sonrió tristemente y le agarró de los hombros—, sé lo importante que es para ti. Pero tienes que volver y ayudarme a destruir a los lagartos. Y si de camino de vuelta quieres traerte la mitad de la perla que nos falta y tienen los vástagos yo no voy a ser quien te detenga.

Ambos se rieron y luego se quedaron en silencio mirándose mutuamente.

''Venga, díselo ya, díselo ahora ¡Hier reacciona! ¡Hier! ¿Por qué no dices nada? ¡Pedazo de estúpido di algo!'' pensaba.

Entonces alguien abrió la puerta de golpe y entró corriendo.

—¡Ceres, Ceres!—gritó Koral—Oh, ¿interrumpo algo?

La solandiana soltó a Hier y sonrió.

—Nos estábamos despidiendo, Hier se marcha—informó la solandiana.

—Sí, claro, si—respondió Hier.

Koral les miró a los dos expectante y luego volvió a lo suyo.

Las Crónicas de Narnia: Perlas del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora