Cruce de caminos

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Cuando los Pevensie se despertaron, sus amigos calormenos ya se habían marchado. Ambos sintieron de repente un vacío en su interior muy grande y es que desde que habían llegado a Narnia no habían estado ningun dia sin compañía. Ahora estaban solos. Completamente.

Jarana les ofreció su apoyo, aunque estaba un poco liada con su nuevo bebe. Así que fueron donde Curzon.

—Curzon... hola—saludó Edmund.

—¡Bienvenidos! Decidme ¿Qué queréis?—preguntó sonriente.

—Deseamos hablar con los reyes Narnianos—dijo Edmund—, es muy importante.

El solandiano frunció el ceño.

—Bueno, los últimos informes de mis espías me revelaron que estaban preparándose en Sol Eclipsado para entrar de nuevo en batalla—dijo con total normalidad.

—¿Sol Eclipsado? ¿¡Allí es donde han estado todo este tiempo!?—gritó Lucy.

Curzon estaba bastante extrañado, además, era mucha casualidad que dos hermanos llamado Lucy y Edmund buscasen los reyes de Narnia. Se inclinó y miró al joven a los ojos.

—Decidme jovenes, ¿los reyes Narnianos son vuestros hermanos?—preguntó.

Lucy se puso nerviosa y miró a su hermano en busca de ayuda.

—Por supuesto que no ¿crees que estaríamos aquí si lo fuésemos?—preguntó Edmund, aparentando normalidad.

—A lo mejor sois dos espías Narnianos—dijo el jefe.

—Entonces, ¿somos reyes o espías?—preguntó Edmund con los brazos cruzados—La verdad es que me da igual. Vamos a marcharnos.

El solandiano les miró arriba abajo. Si eran reyes o espías, la verdad es que daba lastima mirarlos. Suspiró y sonrió.

—De acuerdo, tomad provisiones, de aquí a Sol Eclipsado hay como tres horas. Salid de aquí lo antes posible. Suerte—dijo poniéndole una mano en el hombro.

Los hermanos hicieron lo que el solandiano les dijo y se despidieron de Jarana y sus hijos.

—Por cierto Edmund, gracias por no preguntar—sonrió la solandiana dándole un abrazo.

—¿Preguntar qué?—preguntó Edmund.

—Quien es el padre. Todos lo han hecho menos tu—sonrió la solandiana.

Edmund le dio un abrazo bien fuerte. Si llegaba junto a sus hermanos, Jarana iría con ellos a vivir a Cair Paravel. Salieron temprano, nerviosos y con malos sentimientos. Aún seguían reconcomidos por la tristeza y la incertidumbre de lo que pasaría. Lucy se arrepentía un poco por haberle dejado su única copia de La Divina Comedia.

Horas después llegaron a la fortaleza. Les sorprendió bastante que fuese calormena, tal vez la construyeron durante la ocupación. Pero lo más extraño de todo es que parecía muy... desierta. Entraron con facilidad, todo aquello parecía una ciudad fantasma. Escucharon algunas voces y se acercaron corriendo. Era una familia telmarina que huía con muchas cosas en las manos.

—¿Qué ocurre?—preguntó Edmund.

—¿¡Que hacéis aquí insensatos!? ¡Huid antes de que vengan los calormenos!—gritó el padre antes de salir huyendo.

Lucy y Edmund no entendían nada. Anduvieron lentamente hasta el palacio y se introdujeron: allí un montón de solandianos lo limpiaban y recogían, porque estaba hecho un asco. Parecía que un montón de personas habían estado viviendo allí durante semanas.

Las Crónicas de Narnia: Perlas del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora