Capítulo III

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Hola, queridos lectores!

Solo quería agradecer a todos los que se pasen por el capítulo de hoy. En multimedia les dejo una pequeña ilustración de como sería (más o menos) Firefang el Calcinador, no se olviden de comentar su opinión sobre el diseño y el capítulo en sí, que me motivarían mucho sus comentarios.

Sin más, que disfruten el capítulo! :)

La monstruosa criatura comenzó a lanzar llamaradas por la boca, Ada reaccionó rápidamente, rodó por el suelo para esquivar el ataque, cuando estuvo fuera del alcance del chorro de fuego, se levantó y comenzó a disparar, las balas parecían derretirse al tocar el cuerpo de Firefang, pero en realidad eran de mercurio, metal líquido de por sí, al esparcirse el mercurio por el cuerpo del monstruo, quemaba su piel. Ángel había optado por usar una columna como escudo, veía el combate desde ahí.

También sabe pelear —pensó él—, ¡Ada es increíble! Quiero ayudarla pero... Maldita sea, no tengo idea de como usar los poderes.

Ada seguía evadiendo los ataques y disparando balas de mercurio a la serpiente, pero no lograba acabar con aquel ser. En un momento, la criatura dejó de atacar, lucía cansado.

—¡Es tu fin, SS! —exclamó Ada apuntando su arma.

—Maldita humana, es hora de que observes el poder de Firefang.

En ese momento, el cuerpo de la bestia se iluminó, pero no era un resplandor cálido y reconfortante; era ardiente, infernal. Todo el cuerpo de Firefang se envolvió en lo que parecía el más candente magma. El calor comenzó a sofocar a Ada, al punto de hacerla soltar su arma.

—Mordida Calcinante, ¡al ataque!
—gritó Firefang. Moviéndose como una víbora a la hora de inocular a su presa con su letal veneno, el monstruo  abrió su boca, mostrando unos enormes colmillos llameantes, y liberando un insoportable olor a azufre.

¡Ada! ¡No lo permitiré!

Ada había cerrado instintivamente los ojos, producto del insoportable calor, esperó unos segundos, pero su final no llegó. De pronto, el calor disminuyó al punto de poder abrir los ojos, cual fue la sorpresa de Ada al ver que Ángel se encontraba frente a ella, con una barrera de fuego azul proveniente de sus brazos había detenido el ataque.

Él... —pensó Ada—. ¿Me salvó?

—Alejate de ella —ordenó Ángel con una voz llena de furia—.  ¡Maldito monstruo!

Acto seguido, empujó a la bestia para sacársela de encima y, con su brazo derecho aún en llamas, le asestó un certero puñetazo que lo mandó a estrellarse contra una de las paredes de la cámara.

—Ángel... —dijo Ada sorprendida—. Tu...

—No podía permitir que te lastimara.

—Tus brazos.

—¿Qué... —dijo Ángel, ciertamente extrañado al ver que sus brazos se habían cubierto de un pelaje anaranjado con franjas negras, y garras metálicas habían ocupado el lugar de sus dedos.

—¡No crean que me han vencido!
—gritó Firefang lanzándose nuevamente a atacar.

Nuestros héroes estaban listos.

Ada recogió su arma a gran velocidad y comenzó a disparar mientras evadía las ráfagas de fuego. Ángel por su parte atacó golpeando al monstruo múltiples veces.

Justo cuando el ser estaba siendo sometido, utilizó una estrategia ciertamente inteligente: se ocultó bajo la arena. Ángel y Ada se mantuvieron alertas al lugar de donde la bestia pudiera salir, pero su estrategia aún no se había terminado. De repente Ángel sufrió de un ardor en sus pies, a la vez de sintió como éstos se paralizaban. Miró hacia abajo, y se dió cuenta que la arena cricundante a sus pies se había fundido y de inmediato templado, creando así una capa de vidrio increíblemente duro que impedía su movimiento. Acto seguido, Firefang salió a la superficie y con un rápido movimiento atrapó a Ada enroscándola con su cola.

—Nadie saldrá vivo de la Cámara del Sello mientras Firefang el Calcinador la custodie —dijo esbozando una diabólica sonrisa—. ¡La primera en morir serás tú, humana!

Con estás palabras, comenzó a estrujar a Ada de la misma forma que lo haría una serpiente constrictora.

—¡No! ¡Sueltála, maldito! —exclamó Ángel intentando liberarse.

Los esfuerzos de nuestro héroe no servían de nada, los bloques de vidrio alrededor de sus pies pesaban demasiado para que pudiera moverse. Ada también luchaba por liberarse, pero la falta de aire la debilitaba cada vez más.

En un punto, Ángel no podía soportarlo más. No podía quedarse viendo morir a Ada frente sus ojos, sencillamente no. Éste deseo de querer protegerla, combinado con la gran ira, desató una reacción en sus garras, haciendo que comenzaran a iluminarse en un color dorado como el sol. Espóntaneamente, nuestro héroe movió su mano derecha hacia atrás y con enorme furia y determinación, exclamó:

—Dije... ¡¡¡Suéltala!!!

Este fuerte grito, acompañado por un movimiento parecido a un zarpazo, liberó tres rayos dorados resplandecientes con forma de afiladas cuchillas. Firefang no tuvo tiempo ni para correr, al ser impactado por estos rayos, fue sercenado en cuatro partes, liberando así a Ada, quien, increíblemente, no había perdido el conocimiento, por lo que fue testigo del inverosímil suceso.

Como era de esperarse, el monstruo no fue capaz de sobrevivir a tan mortífero ataque. Después de dar un último grito de dolor, sus incandescentes ojos se apagaron y su cuerpo se convirtió en polvo. 

—Ada, ¿estás bien? —dijo Ángel, mientras la ayudaba a ponerse de pie.

—Sí. —dijo ella esbozando media sonrisa—. El peligro es parte de mi trabajo.

—Creo que me debes un par de explicaciones.

—Por cierto, gracias por salvarme la vida.

—No me cambies el tema, ¿que demonios era ese monstruo?

—Bien, como teóricamente tú también eres un SS no creo que haya problema con que te cuente una cosa o dos.

—¿Qué es eso de SS? No entiendo nada.

Como respuesta, Ada rió suavemente, pero antes de poder dar su explicación, la voz de un hombre maduro la interrumpió.

—Creo merecer un par de explicaciones también.

Nuestros héroes miraron hacia arriba, se trataba nada mas y nada menos que del Doctor Luna, quien los observaba a través del agujero.

—¡¿Papá?! Y ahora, ¿por dónde empiezo a explicarle?

Mientras tanto, en un alejado y oscuro lugar.

No hay duda... La presencia de Firefang el Calcinador ha desaparecido. Esa excusa de guardián no pudo cumplir con una tarea tan sencilla —dijo aquel joven de siniestra apariencia, con su profunda y maligna voz.

—¿Quiere que vaya a investigar la causa de su muerte, señor? —le preguntó su asistente, de aspecto similar a un negro felino prehistórico.

—No, Phosfore... Creo saber ya cual es esa causa.

—Y, ¿cuál es, señor?

—Finalmente, un humano ha logrado obtener el poder de los dioses

—¿Tiene planeado viajar hasta Egipto de nuevo para enfrentarlo?

—No, Phosfore. Lo más conveniente será esperar a que uno de los Doce Apóstoles lo enfrente. Si es mi digno oponente, no debería tener problemas en acabar con uno de ellos.

—Señor, permítame recordarle que uno de los Doce Apóstoles soy yo. Si quiere, puedo ir personalmente.

—Phosfore, tú trabajas para mí. No tienes nada que ver con esos monstruos inútiles.

—Tiene razón. Discúlpeme por cuestionarlo, señor.

—¿Sabes? Creo que esto se va a poner muy interesante.

Acto seguido, una diabólica risa inundó todo el lugar. Una risa que se veía amplificada gracias al eco que producían las paredes de aquella oscura caverna que contenía en su interior múltiples mantos acuíferos.

Se avecinaba para nuestros héroes la llegada de un temible oponente: el más poderoso de todos los monstruos despiertos.

Esta historia continuará.

Angel the Cat: Dioses y MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora