Mientras tanto, en un alejado y oscuro lugar.
Para poblar la Tierra, los dioses comenzaron creando a las bestias, y luego fueron los humanos.
Pero, cuando los dioses comenzaron a multiplicarse, además de esas razas, dieron origen a una más. Ni humanos ni bestias, sino el resultado de la unión de dioses y humanos.
Los semi-dioses.
Muchos de esos híbridos surgieron por todo el mundo, y uno de ellos fuí yo.
Viví mis primeros años de forma tranquila en la ciudad de Egipto, junto con mi madre. Apenas y soy capaz de recordarla, ni siquiera su nombre sale a la luz. Lo único que vislumbro claramente es que era la persona más amorosa y comprensiva que he conocido.
En fin.
Eran días de paz y armonía en los que todas las razas coexistíamos sin problema. Todo cambió cuando él llegó.
Desde el espacio arribó un ser monstruoso. Una criatura tan terrible que no se puede describir con otra cosa que no sea la maldad encarnada.
Seth.
Sí, Phosfore, Seth.
Ese terrible monstruo comenzó a devastar el mundo entero. Todo lo que era alcanzado por su maligna esencia se volvía igual de diabólico que él. Los ejercicios de dioses, bestias, humanos e hibridos, a pesar de sus valientes esfuerzos fueron diezmados uno tras otro.
Yo estaba destinado a motir como todos los demás. Fue mi madre quien cortó ese hilo del destino.
Durante la terrible batalla, ella y yo logramos escapar. Volamos lejos... Muy lejos hasta un punto donde la devastación recién comenzaba.
El lugar elegido fue un espeso bosque de coníferas. A través de él corría un poderoso río, el cual desembocaba en un enorme cráter cuya profunfidad parecía ser infinita.
Señor, ese lugar es...
Sí, Phosfore, la guarida.
A lo lejos, una nube oscura de la cual emanaban sinestros e indescriptibles sonidos comenzó a rodear el cráter.
Yo insistí a mi madre que huyeramos de ahí, pero se limitó a mirarme con alegría y tristeza combinadas en su hermoso rostro. Me envolvió en un cálido y profundo abrazo a la par que me dirijió sus últimas palabras, quebradas por un llanto mas híbrido que yo.
--Hijo. Perdóname, pero tú tienes que seguir con vida.
Y acto seguido, me lanzó al agujero. Pude haber volado y regresado por ella, pero mi mente se bloqueó por completo. Tan sólo pude ver como estaba cada vez más lejos mientras yo caía sin detenerme en compañía del torrente de agua.
En el momento en el que ví esa agua iluminarse en una cálida luz blanca supe lo que había pasado. Mi madre había creado un sello mágico para protegerme y mantenerme con vida. Lo último que ví fue a ella, ya muy lejos, siendo consumida por la nube de oscuridad.
Luego de esa última imagen mis ojos se cerraron espóntaneamente y, antes de perder el sentido, juro que pude escuchar su voz dentro de mi cabeza.
-Te amo.
Fue lo último que escuché antes de que el mundo se volviera negro y silencioso.
Yo no tenía idea de que había sufrido tanto, mi señor.
Yo tampoco, al menos hasta ahora
¿Qué pasó después?
Desperté. Eso pasó.
Desperté en medio de esa solitaria caverna. Lo único que se podía escuchar era el agua cayendo y llenando un manto acuífero que formaba un anillo perfecto por todo el perímetro de la cueva. La guarida nunca se ha inundado a pesar de que el agua no deja de caer jamás. No quiero ni imaginar a donde se va, o de donde viene.
Al asimilar todo lo que había sucedido, no pude evitar que brotara mi llanto. No tengo idea de cuanto tiempo duré siendo asaltado por ese torrente de emociones, pero cuando pude tranquilizarme y ordenar mis pensamientos, supe lo que debía hacer.
No perdí tiempo en salir de aquel lugar. Lo primero fue ponerme sl corriente, para ello pedí la ayuda del Oráculo.
Aquel ser misterioso y eterno me contó que llevaba millones de años dormido. Los cinco dioses principales habían logrado detener a Seth encerrándolo en el centro de la Tierra, a costa de sacrificar sus vidas. Sus objetos sagrados fueron esparcidos por el mundo y dejados bajo custodia de las cinco Bestias Guardianas.
También me dijo que una nueva humanidad comenzaba a repoblar el planeta, pero que se veían constantemente atormentados por los demonios. Remanentes de Seth que habían invadido la Tierra como una plaga.
Todo eso me hizo plantearme una meta: iba a exterminar a todo rastro de Seth que quedase en el mundo para que así jamás pudiera escapar de si prisión.
Así comenzó mi viaje.
Recorrí el mundo de sol a sol exterminando a todos los demonios que pudiera encontrar; pero esas malditas criaturas parecían nuca acabarse. Fue ahí cuando decidí que para matar necesitaba el poder de la muerte misma.
El Báculo de la Cobra era mi objetivo.
Regresé a mi natal Egipto, para encontrar a mi próspera y verde tierra converida en un desierto estéril y muerto.
No tuve problemas para encontrar y entrar en la Cámara del Sello.
Allí me encontré con dos guardianes, para dos cosas que proteger.
La serpiente de magma, Firefang el Calcinador.
El felino de fuego, Infernum el Depredador.
Ese era...
Sí, eras tú.
Mis habilidades habían mejorado enormemente por tantos siglos matando demonios. El juicio no fue más que un juego para mí.
Fue al empuñar aquella arma que todo cambió. Sentí como el poder maligno iba impregnado mi cuerpo poco a poco y como me dominaba.
No fuí yo quien convirtió a Firefang en un demonio, ni a tí. Yo no lo sabía, pero Seth utilizaba el báculo como conducto para controlar mis actos inconscientemente. Aunque yo siempre logré sobreponerme a su control... O eso creía.
Cada una de mis acciones demuestra que nunca fuí más que una marioneta.
Su marioneta.
Así que fue así que me convertí en su sirviente.
Por desgracia sí.
Supongo que recuerdas que a partir de ese momento seguimos viajando para eliminar a los demonios, con la diferencia de que, con la ayuda del Báculo, ahora les podía arrebatar la vida al instante. Sin mencionar que sus poderes eran transferidos a mí.
Pensándolo bien, tiene sentido que Seth recolectara los poderes de las criaturas que dejó.
Así tendría una mayor reserva de poder al escapar.
Así me volví el ser más fuerte del mundo, temido por humanos, bestias y demonios.
Sí, lo recuerdo, señor
Bien, pero, ¿recuerdas lo que pasó hace quinientos años en aquella isla del continente asiático?
No, señor, hasta donde sé, no me encontraba con usted en esos momentos.
Esa época lo cambió todo, Phosfore, pues fue cuando conocí al último guardián... y a ella. Y fue cuando estuve más cerca de perder mi voluntad ante Seth...
¿Ella, Señor?
Sí... Su nombre... era Hitomi.
Esta historia continuará...
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Angel the Cat: Dioses y Monstruos
FantasíaDurante miles de años, la Tierra fue gobernada por los dioses, seres poderosos que dieron vida a todas las criaturas imaginables. Esto cambió cuando el ataque de un invencible monstruo obligó a los dioses a sacrificarse para poder sellarlo en el núc...