Capítulo 6

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La magia mental es sin duda alguna una de las más complejas y enrevesadas de conocer y controlar. Aunque haya aspectos de ella que todo brujo conoce, como puede ser la comunicación mental, otros, como es el ilusionismo, pueden convertirse en un verdadero reto, alcanzable sólo por los brujos mentales. Aun así, es un deber de cada brujo explotar al máximo sus capacidades mentales, y conseguir dominar el máximo número de hechizos mentales.

Allan Moore, brujo guerrero; y Théodule Morandé, brujo de la sabiduría.

5º Tratado: Tratado sobre la adecuada educación y entrenamiento del brujo.




Después de que Gabe aceptara, la tía Dolly echó a sus sobrinas del despacho, y les mandó hacer la cena. Gabe se quedó esperando qué podía suceder a continuación. La bruja se puso a rebuscar en la marabunta de cosas que había en su escritorio hasta dar con un objeto redondeado que se encontraba bajo unas cuantas carpetas. Para gran sorpresa y gracia de Gabe el objeto era una bola de cristal, no transparente, sino de cuarzo blanco, pero al fin de al cabo, una bola de cristal. El chico se mordió fuertemente la mejilla para evitar estallar en carcajadas. Dentro de toda la extrañeza, una bola de cristal, uno de los tópicos más tópicos sobre las brujas.

Durante toda esa divagación interna del muchacho, la tía Dolly había apoyado una de sus manos en la bola y ésta se iluminó con una luz morada suave. Permaneció así durante unos minutos, con los ojos cerrados, profundamente concentrada, hasta levantar la mano de la bola y abrir los ojos, los cuales Gabe descubrió totalmente iluminados de morado. Aún no se acostumbraba a verles los ojos tan brillantes como unas luces de neón, era demasiado antinatural. La tía Dolly apagó la luz de sus ojos y seguidamente se puso a escribir en un par de papeles amarillentos.

−Bien −dijo la tía Dolly, sin levantar la vista del papel−, ahora mismo nos iremos a tu casa.

−¿Pero no me acabas de decir que voy a tenerme que quedar a vivir con vosotras? A ver si te aclaras de una vez...

La tía Dolly resopló exasperada. Y el Consejo pretendía que sacase un brillante guardián de los secretos de ese zoquete. Terminó de escribir lo que fuera que estuviese escribiendo y fijó su mirada en los ojos de Gabe.

−Vamos a ir a tu casa, para que puedas coger tus cosas, y les digamos a tus padres la excusa que hemos montado para que puedas venir a vivir con nosotras −dijo muy pausadamente−, ¿alguna duda?

−Sí −contestó Gabe e hizo un seco movimiento con la cabeza apuntando a algún sitio por detrás de la tía Dolly−, ¿qué hace esa mujer ahí?

La tía Dolly se giró bruscamente a la vez que se levantaba de la silla e iluminando sus ojos de nuevo una llamarada morada envolvió cada una de sus manos. Estaba dispuesta a atacar cualquier cosa que se encontrara. Cuando reconoció a esa persona, se relajó, y apagó las llamaradas de sus manos, pero sus ojos continuaron iluminados.

−¿Es que acaso no puedes llamar antes de entrar? -la mujer que había señalado Gabe no era otra sino Lady Miranda, la bruja de capa gris del Consejo.

−Tan despistada como siempre, Dolores −contestó a la vez que se quitaba la capucha de la cabeza. Por fin se pudo ver su rostro. La mujer era un poco más joven que la tía Dolly, tenía el pelo muy rubio recogido en una trenza que se ladeaba hasta caer en uno de sus hombros. El rostro mostraba unos incipientes de arrugas, los ojos azules que encerraban una nariz pequeña miraban afiladamente a la tía Dolly. Su boca estaba desdibujada en una sonrisa burlona. De entre sus ropajes, que estaban ocultos por la enorme capa gris, apareció la serpiente de cascabel que estaba en la sala del Consejo−. Aunque bueno, con este despacho no sé cómo me sorprendo.

Las Dos Brujas: HermanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora