Capítulo 16

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Aquel brujo evitaba tocar a la gente, o estar cerca de ella, pues cada vez que lo hacía, llegaban a su cabeza los pensamientos y secretos más oscuros y profundos de cada uno de ellos. Y eso le aterrorizaba y fascinaba a la vez.

1er Tratado: Los Orígenes.

Desconocido.





—¡Vamos, humano inútil, sube más esas rodillas! —gritó Liz.

La orden retumbó en los oídos del pobre Gabe, el cual, con unos cuantos gruñidos y quejidos de dolor obedeció a duras penas. Al llegar al fondo de la sala, se dio la vuelta y echó a correr haciendo un sprint con las pocas fuerzas que le quedaban, cruzando de nuevo la sala en dirección contraria.

—¡Más rápido! —ordenó la bruja.

Gabe lo intentó, pero ni haciendo de tripas corazón consiguió subir la velocidad. Cuando llegó a la otra pared, se tiró al suelo, preparándose para hacer unas cuantas flexiones. Con goterones de sudor chorreando por toda su cara, el muchacho empezó a subir y bajar al ritmo que la chica le gritaba.

—¡Una más! ¡Descanso! —En cuanto escuchó esa gloriosa palabra, Gabe se dejó caer en el suelo directamente, respirando, o intentando hacerlo al menos, ruidosamente con los ojos cerrados de puro cansancio. Notó como algo caía a su lado, y medio abrió un ojo para ver de qué se trataba; se levantó de sopetón a coger el objeto cuando reconoció una botella de agua. La vació en apenas dos tragos.

—Más —pidió casi sin poder hablar. Liz, que ahora se encontraba de cuclillas al lado del derrotado Gabe le tendió una nueva botella de agua. De nuevo, el muchacho la vació de unos pocos tragos, y se dejó caer otra vez en el suelo. Orión, que observaba a la pareja desde una esquina de la sala, soltó una risita al ver al cansado muchacho.

—Vamos, no ha sido para tanto, humano. Este entrenamiento lo hacía yo cuando tenía ocho años —le dijo Liz.

—¿Que.. no.. ha sido.. para tanto? —dijo Gabe sin aliento. El enfado que le provocó la bruja consiguió hacer que se incorporara de nuevo— Llevo tres malditas horas corriendo y haciendo ejercicio, ¿y no es para tanto? Además, llevo esta ropa ridícula que lo único que hace es dar calor.

Era verdad, Gabe llevaba puesto el uniforme de guerrero que Liz le había dejado en su cuarto, y aunque era lo suficientemente elástica y cómoda para permitir todo tipo de movimiento, al ser tan resistente, el calor que provocaba era sofocante. Además de que se había sentido ridículo desde el minuto cero que se lo había puesto.

—Un respeto al uniforme, humano —le contestó Liz. Entonces se levantó y le tendió una mano para que él hiciera lo mismo— Vamos, tenemos que terminar.

—No pienso correr ni un centímetro más —se negó Gabe.

—Y no lo vas a hacer. Vamos a estirar, para que las agujetas de mañana al menos te dejen moverte. Tenemos una visita de clan.

—¿Mañana mismo? —preguntó Gabe, agarrándose a la mano de Liz y levantándose a duras penas. Sólo había pasado un día desde que visitaron el Hogar—. Pensé que eran más espaciadas las visitas.

—En otra situación seguramente, pero con la guerra, quieren que termines tu educación cuanto antes para poder ponerte a salvo con el resto de guardianes de los secretos.

—Vaya, ya veo lo mucho que se fían de ti los lores del Consejo, bruja —dijo Gabe en broma, pero la terrible mirada que Liz le dirigió le dio a entender que se había metido en un terreno pantanoso del que no tenía ni idea de su existencia. ¿Tan malo era lo que había dicho?

Las Dos Brujas: HermanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora