Qué lástima que, aun viviendo entre las sombras, seamos incapaces de mirar en ellas.
Oraciones y promesas.
Elifelet el sacerdote, brujo visionario.
-Alex, para ya -se quejó Gabe-, es la octava tienda a la que entramos. Ni siquiera sé cómo te conoces todas las tiendas de la ciudad. Se supone que permanecéis ocultos de los humanos.
La bruja diplomática, ahora despojada de sus vestimentas y su capa habituales y vestida con ropa humana normal, se paseaba por la tienda con unas cuantas bolsas colgando de sus brazos, y el pobre Gabe la seguía harto de ropa, zapatos y complementos.
-Que sea bruja no significa que no pueda disfrutar de la moda actual. Además, necesitamos ropa para ti, no puedes presentarte en el baile de la Catedral con la ropa cutre que llevas todos los días.
-Voy a ignorar ese insulto tan gratuito. Además, nunca pensé que llegaría a necesitar un traje cuando me mudé con vosotras.
-Pues por eso vamos a comprarte uno. Y da las gracias que he pensado que preferirías llevar ropa actual, que si no le pedía una de sus túnicas de gala a Bassam y te obligaba a ponerte eso.
Gabe se resignó finalmente, y tras otras cuantas tiendas más y un montón de pruebas, Alex consideró que el conjunto que había conseguido para él era el adecuado. Era un traje de color azul marino con una camisa blanca. Había cedido a ponerse zapatos arreglados, pero se había negado en rotundo a ponerse una corbata o una pajarita, y Alex se había rendido ya con él.
Esa noche era el baile final del festival del solsticio de invierno, todos los brujos acudirían a la Catedral, lo que podía considerarse como la capital bruja, y celebrarían la noche más larga del año. Sería una noche de alegrías, bailes y mucha, pero que mucha, magia. Tras horas y horas de discusión, las hermanas Lionheart habían conseguido convencer a Gabe de ir, ya que, la idea de estar horas y horas allí rodeado de brujos que no conocía no le hacía especial ilusión.
Alex se moría por ir, siempre era una ocasión para poder disfrutar de ponerse sus mejores galas. La tía Dolly tenía que ir obligatoriamente, es más, ya se encontraba en el lugar donde se celebraría el baile. Como líder de clan, participaría en una invocación especial que tendría lugar a media noche, dirigiendo a todo su clan en el papel que les correspondía. Liz había vuelto a casa apenas hacía un día, sus heridas estaban casi curadas y sus reservas de energía completamente restauradas, pero aun así no se sentía segura, así que, aún no sabía si acudiría al baile.
Regresaron por fin al piso y Alex le dijo a Gabe que empezase a arreglarse. Obedeciendo sus órdenes lo hizo, pero después de media hora se arrepintió. Para cuando Alex terminó de arreglarse habían pasado dos horas y media desde que Gabe se puso el traje. Esperaba muy, pero que muy enfadado en uno de los triclinos del salón.
-¿Qué tal estoy? -le preguntó a Gabe cuando apareció en el salón acompañada de Luxen.
-¡Cómo demonios es posible que tardes tanto! -gritó el muchacho en respuesta, ignorando la pregunta.
Y la chica no estaba nada mal. Llevaba un vestido rojo, representando al clan al que pertenecía: la falda era de corte de princesa, pero no demasiado pomposo; los tirantes anchos quedaban caídos por debajo de los hombros, aparentando un escote palabra de honor; la tela escogida y algún brillante que otro contribuían a que el vestido fuese aún más espectacular. Un maquillaje perfecto y el pelo castaño oscuro recogido en un moño hecho a base de trenzas remataban el atuendo. Alex parecía mucho mayor de la edad que tenía, 17 años, pero no en el mal sentido. Tenía apariencia de una mujer madura, elegante y bella.
ESTÁS LEYENDO
Las Dos Brujas: Hermanas
Fantasy¿Qué pasaría si descubrieras un secreto oculto durante milenios?, que de repente tuvieras que vivir con unos completos desconocidos los cuales ni siquiera son humanos (aunque lo parezcan), que toda tu vida cambiara por estar en el sitio equivocado e...